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Vuelve el 8 (20:30)

  • El Martín Carpena estrenará hoy a su flamante fichaje Darío Brizuela que recupera el número de Massenburg, Gaby Ruiz o Danya Abrams

Darío Brizuela antes de la presentación con el Unicaja

Darío Brizuela antes de la presentación con el Unicaja / Javier Albiñana

Sin el recuerdo de cada partido épico, sin el grito en cada jugada vibrante, sin los aplausos desconsolados ni las celebraciones fugaces. Sin la esperanza de una victoria inesperada, de un triple imposible, de una defensa con la que casarse por toda una temporada. Sin esas y otras pequeñas cosas, las gradas de los pabellones de baloncesto estarían aún más vacías. Y darían miedo.

Tal vez por eso, en los sitios de parqués con solera las efemérides aún sirven para confirmar presagios, los cromos son caras que guardan partidos, rebotes, tapones, exclamaciones inesperadas e ilusiones que casi nunca se cumplen. Con la inscripción para hoy de Darío Brizuela, vuelve el dorsal número 8 al Martín Carpena.

Temporada 92-93, Brizuela aún no había nacido y un tirador llamado Gaby Ruiz afrontaba su segundo año asomándose al Unicaja de la época. Ruiz no pudo volver a usar el número 8 aquel año, el Unicaja había firmado a un pívot que la campaña anterior había terminado jugando en Italia después de pasar por San Antonio Spurs, Charlotte Hornets, Boston Celtics y Golden State Warriors. Una lesión, muchos contratos temporales y una oportunidad a principios de verano para asentarse en un equipo pujante de la ACB: Tony Massenburg le sisó el dorsal al canterano. Poca discusión con él.

“Es un poco una ciudad vacacional en la costa. Me dieron muchos balones. Siempre comíamos en Mama Luigi y el dueño nos daba de comer hasta que se nos ponía la cara azul”, explicaba su paso por Málaga el jugador a Sport Illustrated. La revista repasaba su extensa carrera: 12 equipos NBA y tres europeos. Con el Unicaja brilló tanto y tan bien que el Barcelona lo fichó para sustituir a Audie Norris. Después del año como blaugrana, 11 temporadas como jugador NBA. Los caminos del baloncesto son siempre desconocidos.

Seis temporadas lució el dorsal Gaby Ruiz, tirador, parte del esqueleto de un equipo con base de canteranos y fichajes casi siempre rentables. La vieja escuela antes de que el presupuesto subiese con el cambio de siglo.

Más canastas con el 8: las de Sallier en el año que jugó en Málaga y los puntos, con y sin baile en la pintura, de Abrams en su dos campañas como jugador verde. Desde que se marchó en 2002, el número no ha tenido muchos pretendientes: Fran Vázquez (2003), Lázaro (2006), Chilinsky, Almazán, De Vries, el MVP Andy Panko (2013) o el jovencísimo Domantas Sabonis (2014).

Romaric Belemene fue el penúltimo en lucirlo hace ya más de tres temporadas. Kyle Fogg fue el último en vestirlo en la temporada 2016-17, el 8 levantó la Eurocup y hasta hoy. Un número clásico en la compleja época del marketing personal. Apagado en los últimos tiempos, ha llegado Brizuela para darle otra oportunidad. El peso que el vasco le deje a la camiseta está por ver, pero su llegada forma parte de esas pequeñas cosas que ilusionan al respetable. Y eso que encontraron su llegada mientras las tertulias pedían a gritos otro base e incluso se cuestionaban la idoneidad de Luis Casimiro. La lesión de Ejim ha hecho más fácil el estreno del nuevo 8. El tiempo juega a su favor.

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