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Con confianza, vuela

  • Triunfo de postín del Unicaja, que demuestra carácter cuando el Khimki venía al alza en los minutos finales

  • Sale del bache y abandona el último puesto

  • Imperiales Nedovic y Augustine

Suele conocerse a los equipos por lo que exponen cuando el foco les apunta. Cuando los mismos se apagan ellos construyen para someterse de nuevo al veredicto. Y así de forma cíclica. Aprovechó el Unicaja el segundo escenario para reciclarse en el camino. Como buen alumno, aprendió de las derrotas, que le alumbraron. Cambiaron planteamientos, pero también mentalidades. Para vestir de confianza a un plantel que adolecía de ella, con la que vuela. Lo hizo anoche por encima del Khimki (93-84), un proyecto pujante que viajaba en el vagón de privilegiados antes de visitar el Carpena.

Guarda muchas lecturas el reconfortante triunfo. Las numéricas parecen evidentes. Escala varias posiciones en la tabla para dejar el farolillo rojo atrás. También se entierra la dinámica a la baja en el torneo continental, que permitió encadenar cinco traspiés. Las sensoriales, también. La línea de crecimiento solo se dibuja en ascendente, con el atenuante del momento del repunte. Se catapulta el equipo en unos días donde se juega no descolgarse del grupo competitivo en Euroliga y no ver la Copa del Rey desde la península.

Pierden pendiente las cuestas europeas cuando Nedovic y Augustine cabalgan. Desatan frenesí cuando andan por encima de niveles terrenales. Se combinaron para aupar el colectivo con números soberanos. El escolta, bastión verde si los problemas físicos no interceden, anotó 21 puntos y repartió 7 asistencias. No es su primera secuencia anotadora de este calibre, pero sí repiten de un tiempo a esta parte sus virtudes asociativas. Si genera a estos niveles cuando atrae defensas el equipo se vuelve harto impredecible, que en fases puede ser sinónimo de demoledor.

Qué decir del americano. Si sus prestaciones se elevan tan altas permite al Unicaja tutear a cualquiera. Percutió con 14 puntos y torturó con 12 rebotes (6 ofensivos), que aliñó con 5 robos de balón. Un todoterreno impagable.

El balón tocó el cielo del Carpena y cuando bajó las tablas del pabellón habían virado en una autovía. Los equipos exhibían un arsenal ofensivo, pero un escaso catálogo de escudos. Agradable para el espectador, debía ser el partido por entonces un potro de tortura para Plaza y Bartzokas. Continuas canastas que dejaban el tanteo en 27-26 quemados 10 minutos.

Se lucían porcentajes anormales en ambos lados y el partido discurría en vías que no parecían interesar a los locales -acabó encajando 10 puntos más que en sus anteriores victorias-. Plaza alargó la rotación hasta que pudo, pero tuvo que agitar el árbol. Ahí se impulsó el Khimki, que aún estrujaba a Shved. El ruso martilleaba en cada acción, mezclando triples y tiros libres. Gastaba tiros sin preocupación para sumar 17 puntos a la media parte. 11 más añadiría en la segunda mitad, quedándose a uno de su tope en Euroliga. Lo que no metía él, lo regalaba a sus compañeros, que mostraban tino (6/9 en tiros de tres al descanso). Se agarraban los cajistas al marcador con lo que producía Shermadini al poste (47-48).

Existía la sensación en el seno del Unicaja de que aunque el genio ruso rondase los 30, la victoria se tornaba en alcanzable si limitaba a sus gregarios. Bajó revoluciones y ahí comenzó a fortificar el triunfo. Amagó con escaparse el Khimki (50-54), pero los malagueños tiraron de arrojo. Habían perdido fluidez, pero destellos individuales y el rebote ofensivo - cogieron 15 de ataque, que permitió hacer 10 tiros más de campo- daban resuello. Ahí cogieron las riendas Nedovic y Augustine, que se dieron la mano y pertrecharon con una decena de puntos. Solo Gill sobre la bocina daba un poco de aire (67-66).

Volaban ahí los de Plaza, que encontraban a Waczynski liberado para estirar la brecha (75-68). En esas, McCallum cometió un error prescindible. Paró en contraataque a Honeycutt y los árbitros señalaron una antideportiva que ahora es de manual. Sacaron colmillo los rusos que se catapultaron. Un nuevo triple de Gill daba un serio aviso (75-78).

Presumió de confianza entonces el Unicaja, que lució sobriedad cuando la zozobra asomaba la cabeza. Compartió el balón de forma sobresaliente -alcanzó las 24 asistencias, listón que indica victoria verde- y no traqueteó -solo cinco pérdidas en 40 minutos-. Asomó entonces Díez, inédito en Vitoria y Zaragoza, para reclamar hueco. Dos triples suyos hicieron de lanzadera (81-78) para que los más lucidos cavaran la tumba moscovita. Cuando el alero anotó su tercer triple de la noche (91-81) y estoque final, Nedovic y Augustine habían levantado un metro de tierra en la superficie.

Chute de energía que insufla aire fresco en Euroliga, donde urgía un partido de estos tintes. También para mañana, donde espera Iberostar para batirse el cobre por la Copa. Pero henchido de confianza, el Unicaja vuela.

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