Unicaja, entre la cautela y el fuego
El Unicaja fija un discurso de prudencia desde el primer día, consciente de que será difícil sostener el estatus, aunque bajo la superficie late una ilusión que se mantiene deliberadamente escondida
La conexión bosnia
"Volvemos al verano de 2022”. La frase de Ibon Navarro en el primer día de la pretemporada del Unicaja, ahí se quedó flotando en el aire. Desde el Unicaja se lanza un mensaje claro y constante: este será un año para controlar las expectativas, aplicar máxima prudencia y mantener la calma. En el club son conscientes de que se viene de ganar mucho, temporadas por encima del 75% de victorias y sobre todo la familiarización con el hecho de ganar títulos, algo que incluso el presidente López Nieto destacó en el transcurso de la temporada pasada como un comportamiento involuntario dentro de la entidad. Para encuadrar este discurso, Ibon alude a a ese verano de 2022, el nacimiento de este proyecto, aunque con matices evidentes al momento actual: aquel año el equipo arrancó con nueve fichajes nuevos, mientras que en 2025 la base del grupo aún mantiene jugadores que han sido clave en la construcción de la identidad y la filosofía del club. Figuras como Kendrick Perry y Nihad Djedovic representan ese núcleo, asegurando la continuidad de los valores y facilitando la integración de los nuevos.
La ilusión es real y palpable fuera, pero también dentro aunque no se quiera exteriorizar. Lo transmitía el propio Ibon Navarro en sus declaraciones: la satisfacción con la plantilla confeccionada es evidente (malo sería), y eso, de partida, ya es un primer paso importante. El Unicaja afrontará otra temporada en la que el nivel de exigencia será muy alto, ya por el hecho de defender cuatro sítulos. No solo en Málaga, sino en el imaginario general del baloncesto español, hoy se da por hecho que el Unicaja volverá a estar en la pelea contra los grandes proyectos de Euroliga. Es en sí mismo una prolongación del estatus: el club vuelve a estar en la conversación de los equipos que disputan títulos. La percepción general es que se ha rearmado para mantenerse en esa mesa, ante unas apuestas de Euroliga potentes como la del Valencia Basket, tirando la casa por la ventana por el estreno del Roig Arena. 16 jugadores tendrá Pedro Martínez. Y automáticamente al Unicaja se le coloca en esa categoría.
El Unicaja afronta un proceso largo y meticuloso para encajar a los cuatro fichajes de este verano, cada uno con su propia casuística y contexto. Entre ellos, Chris Duarte concentra la mayor atención, siendo un jugador que ha levantado una enorme expectación, pero desde el club se insiste en la prudencia: no solo con él, sino con todas las incorporaciones. Duarte, si logra adaptarse plenamente al baloncesto FIBA y a la filosofía del equipo, será probablemente quien marque el techo de este Unicaja, un argumento que también sirve para cubrirse las espaldas ante los inevitables altibajos del arranque. La temporada será exigente desde el primer minuto, con dos títulos en juego y un calendario complejo, con desplazamientos complicados, ese trío diabólico Gran Canaria-Barça-Tenerife en Liga Endesa después de Intercontintental y Supercopa, que conllevarán un gran desgaste a todos los niveles.
En el club se insiste constantemente en el control de las expectativas, porque en un proceso coherente y lógico, ante los cambios escalonados de este verano, lo normal es que lleguen derrotas por el camino y que al equipo le cueste encontrar su velocidad de crucero. Esa reestructuración requerirá tiempo, y por eso Ibon subraya la prudencia, aludiendo al verano de 2022 como ejemplo de un bloque que se ensambló en tiempo récord: un recordatorio de que un proceso complejo puede dar resultados extraordinarios.
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