Debate sobre el estado de la comunidad

Dos aves distintas

  • Tienen experiencia y son buenos parlamentarios, pero mientras Griñán intenta levantar el vuelo, Arenas levanta la ceja. Y Valderas ha endurecido su discurso cada día más.

El debate le llega a José Antonio Griñán en el peor momento. No sólo por la situación económica, la marcha de la Bolsa, las impopulares medidas de recorte anunciadas, sino por el deterioro de la marca PSOE. Una marca acreditada en la región, hasta el punto de que ni siquiera Chaves en su mejor época estuvo por encima en las encuestas de la consideración que los ciudadanos tenían del Partido Socialista. Pero la marca se ha venido abajo y ya no es tan apreciada. Ahora ya no valdría aquel dicho atribuido a Alfonso Guerra en los gloriosos años 80: "presentamos a una cabra y la gente vota a la cabra".

En el capítulo de los inconvenientes, Griñán tendrá el miércoles que bailar con la más fea: explicar recortes, ajustes, sacrificios e inversiones que se aplazan. Lo que, de paso, desmentirá su temeraria afirmación de hace pocas semanas, cuando se dejó llevar por un ingenuo optimismo, muy propio de Zapatero, y sostuvo que habíamos salido de la recesión. Fue por un pírrico crecimiento del PIB del 0,1% en el primer trimestre de este año, sobre el mismo periodo del año anterior. Y él sabe bien que hacen falta tres trimestres consecutivos de crecimiento para que técnicamente se pueda afirmar que se ha abandonado la recesión. El propio Zapatero ya admite, tras sus medidas de ajuste, que este año España no crecerá. 

El mejor perfil de Griñán está en su oratoria. Siempre intenta en el Parlamento levantar el vuelo, ser didáctico, hacer explicaciones de amplio espectro, de largo alcance. Javier Arenas se burla de la interpretación de ese papel de estadista por parte del presidente de la Junta. En el último debate quincenal en la Cámara le tildó con sorna de "gran analista de la macroeconomía". El jefe de los populares adopta en el Parlamento una actitud muy distinta: levanta la ceja izquierda, con un acento circunflejo muy propio de Zapatero. Sólo que cuando Arenas arquea su ceja es para disparar un dardo envenenado contra su rival.

Arenas es un maestro del cuerpo a cuerpo, de la corta distancia del regate corto, del golpe  que coge desprevenido a su contrincante. Así ha ganado no pocos debates, fiado de una presunta fragilidad de Griñán cuando se le lanzan improperios de carácter personal. El catálogo de Arenas en la materia es extenso, pero lo enriquece con el uso. A los habituales falso, mentiroso, soberbio o derrochador, ha incorporado en los últimos debates conceptos pocos sofisticados, como la empanada mental del presidente o que no se le caía la cara de vergüenza por el ajuste antisocial. Y una guinda: la última incorporación a su diccionario parlamentario es que Griñán es un  hombre de hielo. Arenas es un gran orador, pero es mejor dialéctico que orador, y en el intercambio de frases duras, contundentes, rozando y rebasando la cortesía parlamentaria, está como pez en el agua. Tiene un papel aprendido, es el hombre de la calle, populista, que va a los pueblos, que entra en los bares, que se entera de lo que quiere la gente. Un papel que le va como anillo al dedo, porque como Suárez, como Escuredo, como Chirac, se siente muy cómodo en la cercanía de los ciudadanos.

Griñán es mejor orador que dialéctico, aunque es un buen dialéctico también. Pero todavía no tiene un personaje público construido. Es muy cordial en el trato cercano, pero no llega a la habilidad natural de Arenas en este campo. Su trato educado se pone de manifiesto en otras actuaciones públicas o privadas. Cuando lo llamaron del Banco de España para contarle la fusión fría de cuatro cajas españolas en la que ha entrado Cajagranada, fue más cálido que Montilla, Antich o Varcárcel con su interlocutor del banco central. Aunque ser más cálido que Montilla quizá no tenga mucho mérito, esta anécdota confirma que al presidente de la Junta le gusta volar alto y refuerza las dudas sobre su supuesta oposición a la SIP que se firma mañana.

Las cualidades y experiencia de Griñán para el debate parlamentario, le llevan en ocasiones a fiarse en exceso de sus facultades. Un mal cálculo casi siempre con un rival como Arenas, tan correoso. En los últimos meses en el Parlamento ha vivido momentos apurados por este motivo. Aunque ha ido aprendiendo. Por ejemplo, en la sesión de hace dos semanas le robó el papel de fajador al jefe popular y le sacudió una serie de golpes, para devolverle sus últimas críticas sobre el cobro de cesantías, la utilización de coches y viviendas oficiales o la práctica de enchufes, porque Arenas -dijo- cobró cesantías, utilizó coches y viviendas oficiales y entró enchufado en la administración.

Griñán suele ganar cuando, además de la coyuntura mundial, las políticas de la Unión Europea o las enseñanzas del caso griego, se ciñe al territorio. Es lo que hace Arenas, quizá en exceso, golpeando siempre el flanco más débil que deja Zapatero en el costado del Gobierno andaluz. En los últimos meses ha sido el pago en especies de la deuda histórica, abandonado ahora por completo por el ajuste presupuestario. En todo caso, el líder del PP hace variaciones sobre un discurso tipo, que tiene como vértice que el empleo, la salud y la educación han sido los tres grandes fracasos del socialismo andaluz.

Esta presión surte efecto en ocasiones. Griñán llegó a contestar un día que Andalucía es la región de España con mejor índice de satisfacción de los usuarios de los servicios de salud. Dato falso, por cierto, si nos atenemos a la última encuesta conocida del Ministerio de Sanidad en 2008, en la que siete comunidades autónomas nos superan en la clasificación.

Los debates son un baile a dos. Pero Diego Valderas quiere un sitio en la escena y no ha parado de endurecer su discurso en los últimos meses, con ese propósito. Tanto que  a veces da la impresión de que peligra la posibilidad de una coalición PSOE-IU en el caso de que el PP gane en 2012 sin mayoría absoluta. Para entonces, la marca PSOE puede que se recupere lo bastante, o que se hunda todavía más. Queda mucho, sin embargo. Tanto, que el miércoles no saldremos de dudas.   

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