Megatauros en el desayuno del astronauta
Juan Jacinto Muñoz Rengel le da la vuelta a la ciencia-ficción con 'El libro de los pequeños milagros', que presentó ayer en el CAL


Tracemos una línea desde la primera letra del alfabeto, impresa en la roca por rudas manos neolíticas, hasta el lenguaje digital. En el camino acontecen la fatalidad, la causalidad y la lógica, pero también innumerables historias. Ése es el camino que ha emprendido el escritor Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974) en su última obra, El libro de los pequeños milagros, recientemente publicada por Páginas de Espuma, que ayer presentó en la sede del Centro Andaluz de las Letras. Tras el éxito de sus novelas El asesino hipocondríaco (2012), aparecido en una decena de países, y El sueño del otro (2013), además de otros dos volúmenes de relatos y la inclusión de varias de sus piezas en diversas antologías, Muñoz Rengel debuta ahora en el territorio del microrrelato, y lo hace desde una mirada más abierta a la ciencia-ficción, aunque precisamente por ello más mestiza, más filosófica, más (im)propia.
El libro de los pequeños milagros pertenece a la estirpe literaria de las advertencias de lo asombroso respecto a las liturgias cotidianas. Pero ya la primera instrucción que recibe el lector señala que el centenar de breves narraciones (en no pocos casos apenas suspiros poéticos, esbozos de presencias) entraña en realidad un viaje, en el que las palabras deben interpretarse como mapas y el lenguaje como cartografía. A través de tres secciones (Urbi, Orbe y Extramundi), el trayecto aborda desde la exégesis de las costumbres contemporáneas hasta la conquista de planetas prodigiosos. Un mosaico que constituyó un verdadero reto para el autor: "En realidad, no sé muy bien cuándo comencé a escribir este libro. Una novela es una señora con la que te levantas cada día durante un par de años, pero el proceso de un proyecto como éste es muy distinto", apuntó ayer Muñoz Rengel, quien admitió que "un par de microrrelatos de los aquí incluidos sirvieron en su momento para el desarrollo de narraciones más largas", si bien subrayó que, entre quienes consideran el género como boceto de otra obra mayor y quienes lo defienden por su valor propio, él se sitúa en el medio: "Puede ser ambas cosas".
En El libro de los pequeños milagros se pasean árboles que hacen ruidos inauditos al caer, titanes de las finanzas asesinados por criaturas diminutas, novias imaginarias que saltan a la realidad tras su muerte, personajes bíblicos en situaciones comprometidas, delfines que vuelven a caminar sobre la tierra, extraterrestres prodigiosamente similares a los seres humanos y monstruos, muchos monstruos, incluidos en un jugoso Índice para la confección de un bestiario: Biobuitres, ciudades vivientes, megatauros, osos solares, pájaros xenogenéticos, vacas inteligentes, guerreros de doble ano, focas de fuego y hasta un tipo normal. "Ya afirmó Borges que los grandes autores de la literatura fantástica fueron Platón y Aristóteles", apunta Muñoz Rengel sobre el asunto, "pero actualmente la literatura tiende a mirar al monstruo más desde el lado del monstruo, lo que nos convierte en monstruos a nosotros". Por ahí van sembrando Swift, Cortázar, Lem (con un delicioso guiño al Diario de las estrellas), Calvino y otros argonautas. ¿Suben?
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