Salir al cine

La vida a vista de parabrisas

  • Llega a la plataforma MUBI 'The plains', de David Easteal, uno de los mejores filmes de 2022 que, sin apenas salir de un coche, es capaz de articular un relato sobre los grandes temas de la existencia. 

El pasado fin de semana llegaba a MUBI uno de los grandes filmes de 2022 y de los últimos años, The Plains, primer largo del australiano David Easteal. Un filme radical y sorprendente por lo mucho que contiene en sus auto-limitaciones de puesta en escena, que obedecen a un ejercicio conceptual heredero de las enseñanzas de Abbas Kiarostami, que entendió que el coche y sus desplazamientos podían ser una metáfora perfecta del propio cine, y del trabajo estructural y sistemático con el tiempo de un James Benning.   

Porque todo, o casi todo, acontece en The plains en el interior de un coche, durante los desplazamientos diarios desde su trabajo a casa, en Melbourne, de un veterano abogado que repite sus rutinas de llamar a su esposa, a su madre interna en una residencia o que charla con un acompañante ocasional, un joven compañero de trabajo, durante esos 45 ó 50 minutos que, dependiendo del tráfico, tarda en hacer el recorrido. Con la cámara fija situada en el asiento de atrás a espaldas de nuestros protagonistas, el minimalismo de The plains no supone un límite tanto como una ventana a la conversación que se abre poco a poco de lo banal a lo íntimo en un ejercicio de complicidad que revela asuntos cruciales de la vida al tiempo que fragua una amistad intergeneracional basada en la comunicación y la escucha.

Easteal reconstruye así desde el dispositivo una historia autobiográfica, e invita a uno de sus protagonistas a reinterpretarla. El veterano abogado Andrew Rakowski se revela como un hombre culto, autoconsciente y con esa sabiduría que da la experiencia desde unos orígenes, presupuestos y una ética particulares. La cámara es testigo del relato oral fragmentario de una vida de cambios laborales, viajes, asuntos de pareja, renuncias o rencillas familiares, recuerdos y deseos que fluyen mientras el tiempo discurre y el paisaje de la autovía mutan en sutiles variaciones que tienen que ver con el paso de las estaciones, los cambios de luz, los tramos del viaje o los retrasos.

Siempre igual y siempre distinta, The plains es capaz de contener en sus tres horas el relato de una vida que espejea en las llamadas telefónicas o en las preguntas más o menos indiscretas y la escucha de un interlocutor, un relato extraído de esos “trayectos de la basura” que definen los tiempos muertos del capitalismo y la vida moderna. El valor de la película reside precisamente en haber sabido extraer de ese espacio y ese tiempo desechables la esencia conceptual y la materia para abordar los grandes asuntos de la existencia, también la muerte, el paso del tiempo, la memoria, la palabra y la escucha como elementos para la empatía.

Pero no es este un filme restrictivo en su rigor conceptual. Las llanuras a las que apela su título también serán protagonistas, a vista de drone o desde la perspectiva frontal del coche en grabaciones amateur del propio Andrew, como salidas (no avisadas) de ese trayecto que nos muestran ese inmenso espacio a donde nuestro abogado y su esposa se retiran para descansar, esa casa en mitad de la planicie que se revela como territorio abstracto, de aspecto casi lunar, a poco que una mirada mecánica adopte la distancia y el ángulo precisos.

Horadada por estos interludios, The plains asume así una dimensión más fascinante aún, dejando entrar ese mundo exterior del que se habla en la propia estructura, el montaje y la materia visual y sonora de su ejercicio. Saber como sabemos que todo es una reconstrucción, que hasta las noticias, entrevistas y músicas que se escuchan en la radio han sido reelaboradas para la ocasión, otorga un plus a los efectos realistas y documentales de una película que nos interpela de manera íntima y directa a pesar de lo que nos exige. Pero háganme caso, sus tres horas vuelan a la velocidad de ese coche que se abre paso en la autopista.       

Elogio europeo del mejor cine español

A la vista de las desoladoras respuestas que uno puede obtener si pregunta por las grandes películas españolas de la historia que han visto (o conocen) los estudiantes de cine y comunicación audiovisual, nunca está de más un ciclo online en abierto como el que propone el siempre exquisito Canal Arte en Español, que reúne ocho títulos de primerísimo nivel que cualquier aficionado al cine, también cualquier ciudadano europeo, debería ver al menos una vez en su vida: Bienvenido Mr. Marshall (1953), de Luis Gª Berlanga, Viridiana (1961), de Don Luis Buñuel, El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice, de nuevo de actualidad con su esperado regreso, Cerrar los ojos, a punto de estrenarse en Cannes, Los inocentes (1963), rodada en Argentina por Juan Antonio Bardem, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), el primer largo de Pedro Almodóvar, Amor propio (1994),  de Mario Camus, Amantes (1991), de Vicente Aranda, o La niña de tus ojos (1998) de Fernando Trueba, que recrea uno de aquellos rodajes de equipos españoles en la Alemania de Hitler y Goebbels.

Ocho títulos que sirven para hacer un recorrido por las etapas, la diversidad y la excelencia de nuestro mejor cine de autor desde los días del franquismo y la censura hasta los albores del siglo XXI y su mirada al pasado. Y dirán que no se les avisa. 

El estreno de la semana: '20.000 especies de abejas'

Tras el buen recibimiento crítico obtenido en el pasado festival de Berlín, donde su joven protagonista, Sofía Otero, obtuvo el premio a la mejor interpretación, el primer largo de Estibaliz Urresola parece destinado a ser otro de esos filmes que iluminen la temporada, confirmando el cada vez más sólido valor de las directoras españolas. La identidad, la infancia y la familia son los ejes centrales de una historia de encuentro entre mujeres de distintas generaciones.    

20.000 especies