Libre | Crítica

Vida en el fin de la historia

  • La albanesa Lea Ypi recuerda en 'Libre' un pasado doloroso sin abandonar la inocencia con la que lo vivió

Lea Ypi (Tirana, Albania, 1979).

Lea Ypi (Tirana, Albania, 1979). / Stuart Simpson

Existe, en lo que ahora vuelve a llamarse con la sonoridad de antes Occidente, una verdadera fascinación por la propaganda comunista, que nunca nos ha abandonado. La cartelería, las fotos, la música –por ejemplo el coro del Ejército Rojo, que sobrevivió al desmembramiento de la URSS…–, pero quizás lo que más nos gusta es detenernos en esa realidad alternativa, muy perceptible para nosotros que la contemplamos como un fenómeno natural, en que parecía vivir aquel mundo del otro lado del muro. Pienso en películas como Good bye, Lenin! o La vida de los otros, que tuvieron éxito en los cines occidentales durante la primera década de este siglo, los mismos años que aprovechó Putin para recuperar la simbología soviética y el himno, volver al fasto de los desfiles en la Plaza Roja y rediseñar los uniformes.

Indudablemente era una fascinación compartida a ambos lados del telón. Aquella vida gris y monitorizada, que uniformemente se expandía por todo el bloque socialista, era lo contrario de la libertad, pero además también valía para justificar o disfrazar nuestras propias teorías políticas, y, con la llegada de los 90, para edificar el sueño del fin de la historia.

Lea Ypi (Tirana, 1979), pensadora y profesora albanesa afincada en Londres, pertenece a una familia que sufrió la persecución del régimen de Enver Hoxha, que gobernó el pequeño país de los Balcanes con mano de hierro durante más de cuarenta años, y su heredero Ramiz Alia. La Albania socialista, enfrentada a la Unión Soviética, a China y a la más abierta Yugoslavia, ha sido siempre un buen ejemplo de dictadura que solo se sostiene gracias a una ficción política a base de vigilancia y opresión.Lea Ypi nos presenta en sus memorias de aquellos años, bajo el título de Libre. El desafío de crecer en el fin de la historia, publicadas en Anagrama y traducidas por Cecilia Ceriani, la mirada de la niña y la adolescente que vivió con intensidad el derrumbe del socialismo albanés. El lugar desde el que habla Ypi es verdaderamente privilegiado. Por un lado, vivió el momento, y con las características especiales que aporta la situación política de su familia. Por otro, en su trayectoria como filósofa se ha destacado precisamente como una voz crítica contra el capitalismo y la noción de libertad en las sociedades occidentales. Para resolver la contradicción aparente, nada mejor que leerla.

Portada de 'Libre'. Portada de 'Libre'.

Portada de 'Libre'. / D. S.

La infancia y la adolescencia de Ypi coincidieron con el fin de la historia. La comprometida pionera, que juega en la calle a partisanos y fascistas y que ama al Partido y al Tío Enver, va mostrando al lector, con la casi inconsciencia de su edad, el resquebrajado andamio que apuntalaba las últimas horas de la democracia popular. La particular realidad policial de esos años adquiere en los ojos de la niña una materialidad especial que permite al lector comprender mucho mejor todo lo que la rodeaba. Esa es la principal virtud de estas memorias, que eluden casi completamente los comentarios de la Ypi adulta.

Cuanto más se familiariza el lector con la imaginación de la niña, menos capaz es de distinguir si el mundo que refleja y describe es el de la fantasía infantil, que reacciona como puede a una realidad compleja, o el de la propaganda socialista, que sabía también utilizar a los niños. Es interesante ver, en primera persona y en directo, este juego de espejos, del que los padres deben protegerse callando o utilizando un lenguaje metafórico e indirecto para referirse a sus familiares encarcelados o asesinados, o directamente la mentira para hablar de su propio pasado. Este planteamiento hace que el libro vaya mucho más allá de una ya interesante visión de la Albania de finales de los 80 y principios de los 90 y se convierta en una reflexión sobre la libertad, válida para cualquier tiempo.

La familia que retrata Ypi –abuela, padre, madre y ella misma– asiste con mucha precaución al fin de la historia. Sus orígenes inciertos, sus círculos, sus familiares castigados, el hábito de hablar francés los convierten en sospechosos perpetuos, y a través de ellos el lector puede contemplar la realidad socialista y no caer en la tentación de creer que la entiende. No es absurda, y no es simplemente el producto de una ficción policial, y su final no implicó necesariamente la llegada del mundo feliz, sino todo lo contrario en muchos aspectos.

Lea Ypi recuerda en Libre un pasado doloroso sin abandonar la inocencia con la que lo vivió, sin sacrificar la felicidad de un tiempo que después, con los secretos descubiertos, podía haber juzgado duramente. Lejos de la idealización de una época, Ypi nos permite conocerla en toda su compleja y oculta brutalidad, muestra el fin de un mundo y el principio de otro, y los esfuerzos, las alegrías y las decepciones de millones de personas que un día vieron morir la historia.

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