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Alquimistas de 'Champions' (1-3)

  • Una vaselina desde 40 metros, un obús de Eliseu con la diestra y un zapatazo de Toulalan habilitan la remontada que permite amanecer cuarto. El equipo se transformó tras un primer tiempo infame.

Los once que empezaron siquiera picaron piedra en Getafe, los que acabaron saquearon el oro de la mina. Eliseu, Toulalan y Cazorla fueron los alquimistas de la transmutación. En la lista de méritos tiene también un merecido sitio Pellegrini, cuyos giros tácticos fueron transfundiendo magia a los suyos en una segunda mitad de oro. El pijama de los blanquiazules anoche era de seda con baloncitos de la Champions incrustados.

Realmente, cuesta discernir qué resulta más dulce, si el botín final o la manera, como propugna Pellegrini. Costaba imaginar que hoy el equipo amanecería cuarto tras la penosa primera parte, al tran tran, sin patrón ni chispa. También que la remontada llegaría con tres obras de arte, un campeonato por ver quién mejoraba el anterior gol.

Abrió el tarro de las esencias el menos esperado, Eliseu. Le gusta apostar a las locuras, locuras que son una moneda al aire. Recibió un balón con la zurda pero buscó el tiro con la derecha, el mundo al revés. En vez de mandar el cuero a la grada, dibujó un obús con rosca a la derecha. Casi idéntico al que marcó este año con Portugal ante Islandia, más fuerte y más alto. Cabe empezar a preguntarse si nació diestro y luego erró el camino.

Toulalan se vino arriba, literal y figuradamente, para hacer el segundo. Se asomó al balcón del área rival, donde no se le suele ver, para convertir su zarpa en látigo. El poste izquierdo se hizo amigo suyo para batir a Moyá. Otro obús que ya daba el cuarto puesto. Pero lo mejor quedó para el final, como ocurre en los mejores guiones. Cazorla condujo una contra. Cuando todos los malaguistas frente el televisor le chillaban que asistiera a Rondón, quien corría como un bisonte hacia Moyá, dio gusto verle acariciando el esférico desde 40 metros por encima del portero getafense, rendido a la evidencia. Lo celebró con un gesto a la grada dando a entender que preguntaba dónde estaban los que criticaban. Estaban aplaudiéndole, por supuesto. Por el gol y por su regreso.

Quizá porque todo fluye cuando las piezas juegan en su sitio, la remontada llegó con el Málaga más lógico sobre el tapete. Al descanso, el partido pedía la salida de un ausente Recio por el desparpajo de Joaquín. Pellegrini lo vio y dobló la apuesta, Eliseu por Isco. Sorprendió a navegantes. Con extremos puros, el Getafe dejó de jugar contra un estafermo y reculó porque los blanquiazules empezaron a llegar de manera organizada y continua. Antes del 1-1, la mar ya venía revuelta. Güiza se estrelló contra el larguero después de que Juan Rodríguez se disfrazara de Iniesta, Sebas mandó al limbo el mejor centro de la temporada de Jesús Gámez.

Se ponía el partido favorable pero no terminaba de morder el equipo. Entonces el técnico chileno decidió sacar a Sebas Fernández para meter a Demichelis. Le llovieron las críticas al Ingeniero unos segundos, el tiempo en que se vio que el cambio no era para nada defensivo. El argentino se incrustó como medio centro, donde se salvaguardan sus defectos y luce su buen trato del balón, con la idea de liberar a Cazorla y hacerlo jugar como en la selección, desatado y cerca de la corona del área. Pero no sólo consiguió eso, también que Toulalan soltara bridas y extendiera sus dominios muchos más metros. Los dos últimos tantos fueron consecuencia de ello. Al fin Pellegrini cambió el curso de las aguas de un partido con sus determinaciones.

Su registro echó anestesia al estigma del equipo a domicilio, que no ganaba desde noviembre, en Santander, con idéntico resultado. Al fin árnica que vale para dar el salto de calidad hacia las posiciones de élite. Habrá que convertir Getafe en subsede de Málaga: por cuarta vez en cuatro partidos esta temporada, le ganó con remontada y golazos. Chilenas, vaselinas, obuses, triunfos, rehabilitación. En el Coliseum ya saben quiénes son los que bajan el pulgar.

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