El muro de ladrillos en la cabeza con el que se lo caricaturizaba en España siempre fue una exageración y ahora sería una falsedad: con el paso de los años, Louis Van Gaal se ha ablandado y su gestión laxa y participativa está detrás del éxito de Holanda, queaspira a batir a Argentina y jugar la cuarta final de un Mundial. El concepto de "autoridad compartida" en un vestuario parecía patrimonio de perfiles amables como el del español Vicente del Bosque, pero ha sido adoptado también por Van Gaal, de 62 años y cuyo carácter áspero le granjeó una fama de sargento de hierro a veces inmerecida.
Ante Costa Rica en cuartos, pese a que se resistía el gol, no hubo cambio táctico como frente a México en octavos. "Les pregunté (a los futbolistas) si seguíamos con el mismo sistema y todos dijeron que sí. Lo dijeron con tanta convicción que me sentí muy confiado", explicó después, demostrando cómo comparte las decisiones con un grupo que considera como el más profesional con el que ha trabajado a pesar de su juventud. Con una media de 26,4 años es el octavo más bisoño de los 32 de Brasil 2014. "En la primera semana de trabajo ya me di cuenta de esto. Hemos tenido ciertos momentos no muy positivos", reveló el técnico en referencia a las lesiones de Rafael van der Vaart y Kevin Strootman antes del Mundial.
"El campo de entrenamiento en Portugal nos fue bien y sirvió para unir al grupo. Ahora sé que no tengo que tenerlos bajo control, no he tenido que controlarlos ni una vez y eso no sucede a menudo", afirmó el disciplinado Van Gaal. No hay mejor gestión que la que hace el propio grupo. "Saben exactamente cuándo ser responsables, ésa es la clave, no soy yo el importante, cada uno sabe asumir su responsabilidad", explicó por qué ya no tiene que ser un ogro.
Así se entiende que la selección haya estado concentrada durante el Mundial en un hotel junto a la ruidosa y transitada playa de Ipanema en Río de Janeiro, expuesta a las tentaciones cariocas. En la gestión compartida ha tenido mucho que ver el papel asumido por los más veteranos como Arjen Robben, Robin van Persie y Wesley Sneijder.
"Hay cuatro o cinco jugadores algo más mayores que tienen mucha influencia porque el resto es bastante joven. Están dispuestos a darlo todo y a cuidar de los más jóvenes", alabó a unas figuras que no siempre fueron tan altruistas. Conscientes de que es quizás su última posibilidad, ya que están en la treintena, y heridos por haber perdido la final de Sudáfrica ante España, Robben ha asumido el papel de capitán en el mejor momento de su carrera, Van Persie ha aceptado que la estrella es Robben, y Sneijder, que no siempre destacó por su profesionalidad, "está en una condición física buenísima", según dice Van Gaal, que se llevó una "sorpresa muy grata". El jugador del Galatasaray ahora juega más retrasado y acepta trabajar más que crear. Antes de la prórroga ante Costa Rica, una imagen ilustró la gestión. Los once jugadores reunidos escuchando la enérgica arenga de Robben primero y de Van Persie después. ¿Y Van Gaal? Callado en la banda.
"Ustedes no ven lo que pasa en el vestuario, es muy habitual comportarme así. Si un jugador dice algo, tiene mayor impacto. El capitán sabe qué hacer y qué decir", concedió relajado.
"¿Cambio? Siempre es él mismo, no ha cambiado mucho", afirmó Patrick Kluivert, pupilo de Van Gaal en el Ájax y el Barcelona y ahora asistente suyo en la selección. Lo conoce personalmente y sabe que su imagen pública no coincide con la privada.
El técnico, siempre con su bloc de notas en la mano, ha demostrado con sus decisiones tácticas a lo largo del Mundial que su idea mecánica del fútbol, su análisis obsesivo, el estudio pormenorizado, la ciencia pueden llegar a controlar un juego cada vez más igualado y que por lo tanto se decide a veces por azar. El sábado, su jugada maestra de cambiar de portero al final de la prórroga del duelo de cuartos con Costa Rica salió perfecta. Entró Tim Krul y paró dos penales. Pero Van Gaal sabe que podría haber sido distinto, que Holanda estaría en Ámsterdam en lugar de en Sao Paulo y que seguramente su archienemigo Johan Cruyff lo habría vapuleado.
Cuestión de fortuna también. Ante Argentina volverá a llevar una pulsera naranja que de momento le ha dado suerte. Se la dieron los niños de un dirigente de uno de los patrocinadores del equipo. "Les prometí que la llevaría", explicó con ternura, única concesión a unos periodistas de los que recela. Con sus hombres es distinto. "Louis van Gaal simplemente es fantástico", lo elogió Dirk Kuyt, el más veterano de unos jugadores que le reconocen su autoridad y un trato humano a veces desconocido.
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