Málaga, Oporto es tuya
El conjunto de Pellegrini, arropado por casi 3.000 gargantas, abre el sueño de octavos de final de la Champions con ambición. La experiencia del Oporto contra la ilusión malagueña, no está claro hacia dónde se inclina la balanza
El sueño ha hibernado durante más de dos meses. Contener la ilusión en el pecho ha sido difícil. Para el aficionado, que lucha contra el reloj con el afán de anticipar el sueño más grande jamás desembalado en Málaga. Para el futbolista, que ha acusado cierta distracción en Liga. Pero ya está aquí de nuevo la Champions. No es el tiovivo de la fase de grupos, es la moneda al aire de las eliminatorias. Una nueva capa dentro de esa historia del brillante novato. En Oporto, donde el sabor a Champions es pan diario. Siete veces en ocho años han estado los dragones en los octavos de final. La del Málaga es la primera vez. Se pretende que no sea la última parada. Se masca el ambiente de las citas legendarias. Miradas de concentración y ambición. Serenidad que envuelve las ganas. Do Dragao es el escenario. Funcional, moderno, césped impoluto. Sobran los ingredientes para esperar lo mejor del Málaga en una cita exigente.
Oporto, ciudad de fútbol, ayer vestida de día otoñal en la Costa del Sol, ya siente el virus malaguista en sus venas. La invasión fue gradual. Autobuses de madrugada, dos vuelos mañaneros y otro de mediodía. Más autobuses por la noche. Un riego continuo de aficionados sabedores de que en fútbol la historia es breve y la memoria eterna. Casi 3.000 aficionados caminan por las largas avenidas portistas ataviados con camisetas y bufandas, con un halo de optimismo fundamentado en una brillante fase de grupos y el tremendo optimismo que destila el equipo. Por momentos, con demasiada osadía. Demasiado ombligo; el Oporto hizo la misma brillante fase de grupos.
Se conocen las andanzas del nuevo Falcao, Jackson Martínez. Las referencias de su compatriota James Rodríguez, la batuta de Moutinho, el rocoso trabajo en grupo de los pupilos de Vítor Pereira. Aun así, el optimismo está desatado. Hay quien hasta confía en sentenciar el pase en la ida. La ilusión suele ser irreverente.
Son los hombres de Pellegrini los que no tienen que intoxicarse de esa nube de euforia. Parece haber vuelto el Málaga competitivo, el que amplifica su motivación en estadios complicados y que no tiene listón porque no sabe pronunciar la palabra imposible. Justo en el momento adecuado, tras una etapa de confusión e indefinición. Con todas las galas a excepción de Eliseu. Pero ahí está el Oporto. Equipo indigesto, de gen competitivo y eficacia probada en tamañas citas. En Do Dragao, que no se llena pero muerde. Mourinho los llevó a ser eternos hace nueve años. Desde entonces su hambre no ha menguado.
No habrá equipo de gala, sino descartes de lujo. Parece que ni los fisios han podido aligerar la rigidez de la musculatura de Jesús Gámez, que viajó algo tieso a Portugal. Sergio Sánchez lo agradece. Isco, susto tremendo, se pasó el día con las defensas bajas. Resfriado común en un tipo extraordinario que necesita una patada mal dada para perderse un encuentro así. No habrá que lamentar consecuencias. De hecho, se vislumbra al fin el trío de lujo: Isco-Baptista-Joaquín. Hace casi dos años que no se podían reunir a sembrar magia. Y la Bestia al fin podrá rugir en Europa. Lugano, Demichelis, Weligton; Pellegrini tendrá que dejar a alguno sin galones, si es que no le da por ubicar al argentino como pareja de Toulalan. Y al final del todo, Willy, el portero del momento, sensación mundial. Su seguridad es más que necesaria en partidos de este calado.
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