Deportes

Las aficiones sembraron la concordia en las gradas

  • La blanquiazul despidió a su rival al grito de "Es de Primera, Granada es de Primera" en un duelo fraternal

Los Málaga-Granada de padres y abuelos de los que ayer estaban en el terreno de juego no tenían nada que ver con lo que se compartió ayer en La Rosaleda. Fue un duelo regional entendido desde la deportividad y hasta la fraternidad, pura antagonía con noches en que acercarse a Martiricos o Los Cármenes era casi exponerse a alguna agresión. La Segunda B le dio un gran bocado a la historia de blanquiazules y rojiblancos. Con ambos refundados en jóvenes equipos entusiastas prácticamente recién llegados a la élite, ambas ciudades parecen hermanadas.

Ahora los 134 kilómetros que separan ambas ciudades se han convertido en un cordón umbilical. Estudiantes nacidos en suelo nazarí que cursan su carrera aquí, malagueños que sienten el embrujo y el ocio que propone Granada casi como fuera un apéndice de Málaga en el extrarradio. El intercambio cultural de la última década se deja sentir en unas buenas relaciones a nivel general. El fútbol no quiso ser menos. Así que cuando el sector de cerca de mil aficionados del Granada se puso a cantar el "Anquela vete ya", el resto de las gradas se sumó al cántico. Nada de sorna, sino comprensión ante un equipo que se ve casi como un hermano. En cuanto acabó el choque, el grito de "Es de Primera, Granada es de Primera", emocionó a la afición visitante y a los presentes en el estadio. El "Granada, Granada" fundió las gargantas de las dos curvas del sector de Gol, donde se ubican los animosos Malaka Hinchas y los de la pastilla que se reserva a los desplazados de los equipos adversarios.

La vuelta a La Rosaleda venía precedida por el pánico que sembraron los hinchas del Anderlecht en el pasado partido de Liga de Campeones. La zona del Puente de Armiñán, asolada por la barbarie que tanto trabajo le costó contener a los miembros de policía, se presentaba soleada y tranquila en las inmediaciones del estadio. Volvió a haber un dispositivo policial importante, pero, como casi la mayoría de días en Martiricos, se miraban unos a otros y charlaban por la calma en los aledaños. Como tiene que ser, los seguidores granadinistas que iban llegando a La Rosaleda lucían orgullosos sus camisetas rojiblancas sin recibir ni un solo insulto. Eso se consideraba una osadía décadas atrás. Luego el resultado fue separando a unos y otros clasificatoriamente, pero quedó claro que los aficionados de La Rosaleda quieren la permanencia del Granada para, el años que viene, poder repetir otro duelo de hermandad.

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