Tribuna Económica

gumersindo / Ruiz

Los pactos y el Íbex

En los acuerdos los partidos han señalado a otros como defensores del Íbex 35, humo que puede despejarse recordando que este índice se forma por la liquidez con la que se venden y comprar sus acciones las 35 empresas que lo forman.

PARTIENDO de sus programas, es razonable que los partidos, para pactar, admitan propuestas ajenas y renuncien a las propias. Los fines pueden ser compartidos, pero en los instrumentos surgen los conflictos. A casi nadie le complace un mercado laboral precario y sueldos tan bajos; la principal ganancia de productividad para un empresario no debe ser esa, y la fortaleza de la demanda de consumo no puede confiarse al mercado exterior y a los turistas. Es evidente que las reformas laborales no han acertado en crear empleo a tiempo completo y de calidad, pero es difícil defender un sistema donde el empresario, sobre todo mediano y pequeño, no pueda adaptar su plantilla a un cambio en el negocio. Las diputaciones es otro ejemplo: hay que atender necesidades de municipios pequeños, pero no con una estructura que consume más que invierte.

Me ha llamado la atención que algunos partidos han señalado a otros como defensores del Íbex 35. Esto es humo que se introduce en los debates, y que puede despejarse recordando qué es este índice. Las 35 empresas que lo forman se seleccionan por la liquidez con que se venden y compran sus acciones; por su valor en Bolsa, mayor que el 0,30% del total del índice; y un requisito de estabilidad del capital. La Bolsa ha ganado en los últimos tiempos en seguridad y transparencia, el coste de operar ha bajado, y hay mayor liquidez; esto hace que entre un 8 y un 9% de los ahorros financieros de los españoles esté invertido directamente en bolsa, unos 175.000 millones de euros, del total de más de dos millones de millones que es el ahorro financiero. Y ello pese a que en los últimos cinco años el Íbex 35 ha perdido un 23%, del cual un 10% en los últimos dos meses.

En el índice vemos una empresa textil (Inditex) que es el 27% del valor total, bancos (entre ellos uno público, y otro controlado por una fundación), empresas de comunicaciones, autopistas, telefonía, redes de energía y renovables (pública y privada), electricidad y gas, media, gestión de aeropuertos (control público), constructoras, tecnología, y alimentación, entre otras. Se echan en falta farmacéuticas y hoteles. En Madrid tienen la sede 24 de las empresas; 5 en Cataluña; 2 en el País Vasco; y una en Galicia, Cantabria, Luxemburgo y Valencia. En Andalucía teníamos a Abengoa, pero ha sido sustituida por una sociedad de alquiler inmobiliario. No es fácil encontrar un interés común político entre ellas, pues dependen de otras variables; por ejemplo, IAG (Iberia y British Airways) gana muchísimo por la caída del precio del petróleo, mientras las petroleras pierden.

Hay, sin duda, una discusión abierta en los países del G-20 para que las grandes empresas paguen más impuestos, y mejoren su gobierno corporativo, con el control por los accionistas de directivos y consejeros, lo cual debería servir de coincidencia para partidos de ideologías distintas. Por otra parte, los inversores en Bolsa forman una multitud, un colectivo de individuos de casi todos los países del mundo, cuyo comportamiento -transmutado en una mentalidad colectiva- responde a unos sentimientos que quienes no están en Bolsa difícilmente entienden.

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