Javier Criado. Psiquiatra

“Si le espanta regresar a la rutina, intente enamorarse del futuro”

  • Tiene 58 años y nació en Sevilla, en la misma casa junto a la plaza de la Alfalfa en la que todavía vive y pasa consulta. Especializado en Psiquiatría en Madrid, fue profesor Honorario en la Complutense, jefe del Departamento de la Clínica López Ibor y responsable de su Instituto de Investigaciones Neuropsiquiátricas. Experto en problemas de ansiedad y depresión, es hermano mayor de la Hermandad de Pasión, cargo que ocupa por segunda vez en su vida y del que se declara orgulloso. Es autor de Sevilla en el diván: psicología de una ciudad.

¿Por qué se hizo psiquiatra? 

Siempre me ha gustado escudriñar en el alma y el sentimiento humano. ¡Sabía hipnotizar a los 14 años! 

¿Hipnotizaba de verdad? 

Por supuesto. En aquella época me divertía haciendo hipnosis de salón con los amigos, como distracción. 

¿Qué opinaban en su casa? 

Mi padre, que era de Córdoba, estaba en las nubes. El campo se lo llevaba el encargado y él se dedicaba a oír música clásica. Tenía una gran educación, adquirida en Bélgica e Italia. 

¿Y su madre? 

Era todo lo contrario, con  "Si le espanta regresar a la rutina, intente enamorarse del futuro"  los pies en la tierra, de Sevilla pura y dura. Fue a la primera a la que conté que quería ser psiquiatra. Se le cayeron dos lagrimones. 

¿Por qué? 

Me dijo: "¿No puedes estudiar otra cosa? Todos los psiquiatras se terminan volviendo locos ". 

Pues yo le veo muy normal. 

Los psiquiatras nos hacemos los locos porque conviene. Yo no me reprimo cuando alguien no me habla de verdad. Le suelto una tontería y me quedo tan pancho. 

¿Ve mucha hipocresía? 

En mi libro sobre las cofradías digo que a los andaluces nos gusta ponernos un antifaz en Semana Santa porque es la única vez al año que no necesitamos llevar la careta. 

¿Tan falsos somos? 

Queremos dar buena imagen para que nos quieran. Aunque nos educan para que parezcamos fríos, axiomáticos y duros, somos como mantequitas de Flandes. Necesitamos tanto el calor de los otros que, apenas nos dan un poquito, nos derretimos, se nos cae la baba. 

¿Siempre llevamos la misma careta? 

Nos la colocamos por la conveniencia de cada momento, en función de lo que creemos que la gente espera. ¡Hay quien se coloca una armadura de hierro! 

Eso no debe ser bueno. 

Es una gran tragedia. Con la armadura no recibes puñetazos, pero tampoco abrazos. He tratado a miles de personas y, sea cual sea el diagnóstico, casi siempre hay un trasfondo relacionado con la afectividad. 

¿Qué recomienda a sus pacientes? 

Que desarrollen los sentimientos, que son los que dan contenido a la vida. Que empleen tiempo en pensar, en sentir, en conocer y en vivir.

Como si fuera tan fácil... 

Ya sé que habitualmente no tenemos ese tiempo, porque estamos en una vorágine de hiperactividad. Pero igual que el cuerpo necesita descansar, la mente necesita tiempo para recrearse. 

¿Se trata de vivir más despacio? 

Se trata de vivir intensamente, desarrollando al máximo la capacidad para regodearse en el propio sentimiento. Creo que el hombre  se hace según siente a los demás. Disfruto de lo que te quiero. 

Eso suena a altruismo. 

Es más bien egoísmo. Usted me está haciendo una entrevista y me gustaría, cuando se vaya, haber saboreado cada pregunta y respuesta. 

¡No se si estaré a la altura! 

No hay que agobiarse. Ni su pregunta ni mi respuesta serán perfectas. Pero hay que vivir cada circunstancia como si fuera un tocino de cielo que nos metemos en la boca. 

¿Eso sirve también para el trabajo? 

El trabajo tiene que ser una realización suya, lo contrario es frustrante. Las personas que quieren hacer bien su trabajo rinden más. 

¿Y si sufro el síndrome posvacacional? 

Ése sólo lo sufre el que tiene vacaciones, de lo que cabe deducir que también tiene trabajo. Ahora que vamos a entrar en crisis el síndrome afectará a menos gente. 

¡Pero me espanta regresar a la rutina! 

Intente enamorarse del futuro. Hay que vivir mirando hacia adelante: cada día empieza el amor, la ilusión, el interés. 

¿Debo ser optimista? 

Debe ser realista: tomar de la realidad lo que le sirva para mejorar el futuro. 

¿Y si me desbordan la tareas pendientes? 

Será que la actividad está mal programada: ¡quien mucho abarca poco aprieta! No hay que ser demasiado exigente con uno mismo. 

¿Cómo encajar los contratiempos? 

En la sociedad desarrollada tenemos poca capacidad de aguante, queremos traer el paraíso a la vida natural. Todo bueno sin mezcla de mal alguno... 

¿Y...? 

Si buscamos el paraíso encontraremos la frustración. Otra cosa es la felicidad, que podemos encontrar aceptando las cosas como son.

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