Emilio Lamo de Espinosa | Sociólgo

“El poder es un juego agónico de suma cero: si uno gana, otro pierde”

“El poder es un juego agónico de suma cero: si gano, otro pierde”

“El poder es un juego agónico de suma cero: si gano, otro pierde” / @Jeosm

Doctor en Derecho por la Complutense –donde es catedrático emérito– y doctor en Sociología por la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB), Emilio Lamo de Espinosa (Madrid, 1946) es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Fue director del Instituto Universitario Ortega y Gasset y, sobre todo, fundador, primer director (2001-2004) y presidente (2012-2021) del Real Instituto Elcano. Acaba de ganar el Premio Espasa de Ensayo 2021 con Entre águilas y dragones, obra sobre cómo se ve a España y a Europa en el mundo global.

–Su libro Entre águilas y dragones. El declive de Occidente, Premio Espasa 2021, es un compendio de pensamiento. ¿Cuánto tiene que ver con su larga trayectoria en el Real Instituto Elcano?

–El Instituto Elcano es el primer intento serio que se articuló en España de pensar el mundo, desde la perspectiva española y europea. Y el libro está escrito, sin embargo, desde otra perspectiva, que es ver a España y a Europa desde el mundo. Colocarnos en lo que Max Weber llamaba una perspectiva histórica-universal global en el espacio y en el tiempo. Es un poco el intento de explorar, como un viajero persa, que decía Montesquieu, ese nuevo mundo. Y tratar de hacer un pequeño mapa asequible y cómodo de lectura para una población culta en general.

–¿Por qué se decidió a hacerlo tan ambicioso?

–Es una visión sociológica global y también en términos históricos y geográficos. Es inevitable, por decirlo de otro modo, porque vivimos por vez primera en la historia de la humanidad en una sociedad global. La globalización nos ha tejido de miles modos: la economía es global, pero lo es la política, la seguridad, las pandemias, el cambio climático... Tantas cosas en este momento son globales y tenemos que dejar de pensarlas en términos territoriales o en términos de los Estados nación. Es lo que yo he intentado, pensar un poco el mundo en términos globales. Y, sí, es ambicioso, pero creo que tenemos que adquirir ese hábito de pensarnos como ciudadanos del mundo y no sólo como ciudadanos de un país o incluso frecuentemente de una comunidad autónoma.

–Se preocupa mucho por Europa y por el papel que debería jugar y no juega.

–Soy un decidido partidario de la construcción de una Europa fuerte, de unos verdaderos Estados Unidos de Europa. Durante 200 o 300 años la historia del mundo, de América Latina, de África o de Asia se ha escrito aquí en Europa: en El Escorial, Lisboa, París o Londres. Eso dejó de ser así claramente con las dos guerras mundiales que fueron guerras civiles europeas. Y luego construimos la Unión Europea, que ha sido un gran éxito. El problema que tiene Europa en este momento es que si no es capaz de articularse, le pasará lo que le pasó al mundo antes; es decir, que sean otros quienes escriban nuestra propia historia. Y para poder hacerlo, necesitamos ser un sujeto. Y, por lo tanto, necesitamos una política exterior, de defensa y de seguridad. Contar en los escenarios geopolíticos. Josep Borrell lo dijo claramente cuando señaló que “Europa tenía que aprender a hablar el lenguaje del poder”. Ésa es la idea. Autonomía estratégica, ésa es la clave.

"España debe apostar por una red de acuerdos bilaterales sin descuidar a la Unión Europa y la OTAN"

–Aborda primero el papel de Europa, pero luego lo hace con nuevas potencias. Y presta mucha atención a la nueva hegemonía de China.

–China, desde hace 30 años, es el segundo país del mundo. Lo vemos en la tensión sobre geopolítica, economía, energía, cambio climático o tecnología. La tensión que articula el mundo en este momento es entre Estados Unidos, que representa Occidente, y China, que representa Oriente. Es la tensión entre una potencia ascendente, China –sin duda alguna, como segunda economía del mundo y la primera en paridad de poder adquisitivo–, por encima de Estados Unidos. Y por otra parte, una potencia relativamente descendente, EEUU. El poder es siempre relativo, la economía, no. El poder es un juego agónico de suma cero. Si uno gana, otro pierde. Y por lo tanto Occidente, Estados Unidos, está perdiendo poder relativamente al ascenso de otras potencias. Y sin duda la más importante en este momento es China.  .

–A Rusia la ve sobrevalorada y a India, infravalorada.

–Sí. Rusia es una potencia sobrevalorada porque es un país cuyo PIB es un poco superior al de Italia. Nadie pensaría que Italia o España son potencias globales. Pero Rusia se presenta como tal. [Barack] Obama dijo hace años que Rusia es una potencia regional y eso le sentó muy mal a [Vladimir] Putin. Pero es verdad. Su economía es muy deficiente, con una desigualdad brutal. Su Estado es una cleptocracia; tiene una sanidad lamentable y, por lo tanto, no tiene recursos. Por eso practica guerras baratas. Pero tiene al frente una especie de condotiero renacentista muy osado, que mueve muy bien las fichas. Putin, en cuanto percibe que hay un espacio vacío, mueve las fichas y lo ocupa. Y lo ha hecho recientemente con mucha habilidad. La India, por el contrario, es una potencia infravalorada. Es un país inmenso, que va a ser muy rico, que está creciendo rápidamente y que cada vez se vuelve más nacionalista, lo cual es mala cosa. Pero es una democracia y, a su vez, es la pinza frente a China.

–Hace un epílogo sobre España. ¿Qué recomienda?

–España ha perdido claramente posiciones tanto en Europa como en América Latina o con EEUU en los últimos 15 o 20 años. Parte se debe a errores propios y  manifiestos. No puedes tener una posición proactiva y de liderazgo cuando eres un país pedigüeño en términos económicos y lo llevamos siendo desde la Gran Recesión. Y menos aún cuando proyectas no una, sino dos políticas exteriores, en buena medida contradictorias. Como ocurre, por ejemplo, en relación con América Latina: una más bolivariana y otra más democrática clásica. O con las tensiones del Gobierno, que las vemos todos los días en temas como la reforma laboral y otras cuestiones, se proyectan también en política, en política exterior. España tiene que apostar por mejorar su red de políticas bilaterales sin dejar descuidar a dos entes multilaterales que han sido nuestros paraguas durante 40 años: la Unión Europea y la OTAN, que no viven su mejor momento.

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