Editorial

El país debe dejar de estar en funciones

UN presidente del Gobierno en funciones, un jefe de la oposición transitorio al mando de una gestora, un tercer líder que se ausenta para llamar la atención y tres presidentes autonómicos que no asisten por no compartir el sentido de la llamada Fiesta Nacional. El escenario de España que se dibujaba ayer en la tribuna de autoridades durante el homenaje a la bandera no es, precisamente, grato; el país lleva demasiado tiempo en funciones, hay asuntos presupuestarios que atender y una monumental crisis territorial que deberían de abordar, de modo conjunto, los partidos constitucionalistas. Afortunadamente, la democracia española se asienta sobre instituciones muy sólidas, y lo que en otros tiempos hubiese provocado salidas extremas, hoy produce hastío y cansancio. Y desapego. La falta de un Gobierno elegido por el Parlamento puede llegar a su fin el 29 o el 30 de octubre, si Mariano Rajoy consigue apoyos suficientes mediante la abstención de una parte, o la totalidad, del Grupo Socialista. No es fácil, y se es consciente de ello, convencer a la militancia y a muchos dirigentes del PSOE de la necesidad de abstenerse ante Rajoy, pero el argumento es tan sólido que no tiene réplica: si no es así, España afrontará unas terceras elecciones que no vienen bien al país porque suponen devaluar el voto popular, ni le aseguran a los socialistas una mejor posición en el Congreso. Todo lo contrario. En uno de los salones del Palacio Real, el asturiano Javier Fernández, presidente de la gestora socialista, estuvo discutiendo con la presidenta de la comunidad balear, Francina Armengol, una de las dirigentes territoriales que se niegan a la abstención. Al parecer, de nada sirvió la insistencia de Fernández. Este debate, sin lugar a dudas necesario, se debió de producir hace muchas semanas, pero Pedro Sánchez estuvo engañando a medio país con la alternativa de un Gobierno que era imposible. Lo fue en la anterior legislatura; en ésta no. A pesar de las dificultades, el Comité Federal socialista debe decidir que no puede llevar a España a la repetición electoral. A partir de ahí, se pueden buscar otras soluciones, prestar la abstención de unos pocos, la de todo el grupo o compartir la decisión con otros partidos. El candidato Mariano Rajoy debe explorar las condiciones que le pondría el PNV, por ejemplo. Pero, incluso así, los diputados socialistas tienen que estar dispuestos a que Mariano Rajoy salga investido presidente la última semana de octubre; después, tendrán tiempo para atender a las dificultades internas del PSOE y al diseño de su estrategia de futuro. Es hora de pasar una hoja de la que ninguno de los partidos se debe sentir orgulloso.

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