El pueblo más dulce de Málaga que esconde un enigmático cementerio: es uno de los lugares más singulares del interior

Sayalonga, el paraíso del níspero, combina el sabor de la Axarquía con un legado histórico lleno de secretos

Entre montañas y huertos tropicales, este pueblo blanco revela su pasado andalusí y un cementerio único en España

Naturaleza, tradición y misterio se dan la mano en este pequeño municipio

La plaza de la Constitución de Sayalonga.
La plaza de la Constitución de Sayalonga. / sayalonga.es

En el corazón de la Axarquía malagueña, entre montañas que miran al mar y campos donde el verde se mezcla con el dorado del sol, se alza Sayalonga, un pequeño municipio que ha sabido conservar su identidad y su historia. Conocido como el “paraíso del níspero”, este pueblo blanco combina el sabor de su producto estrella con un legado arquitectónico y cultural que lo convierte en uno de los enclaves más singulares del interior de Málaga.

Sayalonga ha construido su fama alrededor de un fruto que define su paisaje y su economía: el níspero, una fruta dulce y ligeramente ácida que se adapta con perfección al clima templado de la zona. Gracias a la protección de la montaña de La Rábita y al paso del río Céjula, el municipio disfruta de un microclima mediterráneo que favorece el cultivo de frutas tropicales como el mango, el aguacate, la chirimoya o el caqui.

Cada año, durante el primer domingo de mayo, Sayalonga se viste de gala para celebrar el Día del Níspero, una cita que rinde homenaje a la agricultura local y a las raíces de la Axarquía. En torno a sus plazas principales, la Plaza D. Rafael Alcoba y la Plaza de la Constitución, el pueblo multiplica su actividad con un ambiente festivo en el que no faltan los pregones, la música, las exposiciones y los puestos de artesanía. La jornada se convierte así en una muestra viva de la cultura y las tradiciones del interior malagueño, donde la agricultura se entrelaza con la convivencia vecinal.

Calles blancas con herencia andalusí

El trazado urbano de Sayalonga conserva la esencia de sus raíces islámicas, visibles en sus calles estrechas, sinuosas y encaladas, que invitan a perderse entre fachadas floridas y rincones silenciosos. Este entramado, herencia de las antiguas medinas árabes, revela la huella de siglos de historia.

Entre sus construcciones más destacadas se encuentra la Iglesia de Santa Catalina, un templo mudéjar del siglo XVI que combina elementos cristianos y musulmanes en su arquitectura. Su torre, de ladrillo y teja árabe, se alza como punto de referencia en el perfil del pueblo, mientras su interior guarda la sobriedad y el encanto característico de las iglesias rurales andaluzas.

La Iglesia de Santa Catalina, en Sayalonga.
La Iglesia de Santa Catalina, en Sayalonga. / malaga.es

Otro rincón que sorprende a los visitantes es el Callejón Alcuza, considerado uno de los más estrechos de la provincia. Con apenas 50 centímetros de ancho, este paso resume la esencia del urbanismo andalusí: calles adaptadas al relieve, pensadas para proteger del calor y mantener la intimidad del hogar.

El cementerio octogonal, símbolo y misterio

Más allá de sus calles encaladas y su dulce producción agrícola, Sayalonga guarda un secreto que lo distingue del resto de pueblos malagueños: su cementerio octogonal. Este camposanto, único en la provincia, sorprende por su forma geométrica perfecta y por el halo de misterio que lo envuelve.

Construido en el siglo XIX, el cementerio octogonal de Sayalonga ha despertado el interés de historiadores y visitantes por su diseño poco común y por las teorías que lo relacionan con la masonería, una organización con fuerte presencia simbólica en aquella época. Su disposición, con muros encalados y nichos dispuestos en torno a un patio central, ofrece una imagen serena y armónica que contrasta con la austeridad habitual de los cementerios rurales.

El cementerio redondo de Sayalonga.
El cementerio redondo de Sayalonga. / malaga.es

Hoy, este lugar se ha convertido en uno de los emblemas turísticos del municipio, tanto por su valor histórico como por la curiosidad que suscita su estructura. Quienes recorren Sayalonga suelen detenerse ante sus muros blancos para contemplar la singularidad de este espacio que, lejos de resultar lúgubre, forma parte esencial del patrimonio local.

Huellas del pasado y encanto del presente

La historia de Sayalonga se remonta a la época musulmana, cuando era una alquería situada en una ruta de paso entre Málaga y Granada. Tras la rendición de Vélez-Málaga en 1487, el pueblo se incorporó al dominio cristiano, aunque mantuvo durante un tiempo una importante población morisca. En la rebelión de las Alpujarras, Sayalonga tuvo un papel destacado como punto de resistencia, un episodio que marcó profundamente la memoria colectiva del lugar.

El paso de los siglos no ha borrado esa identidad. Hoy, el pueblo combina su pasado andalusí con la tranquilidad de un entorno natural privilegiado. Desde sus miradores se aprecian paisajes que enlazan las montañas de la Axarquía con la cercanía del mar Mediterráneo, en una panorámica que resume la diversidad geográfica de la comarca.

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