La farola

La recompensa de Felipe II a la heroína de Málaga, María Sagredo

La recompensa de Felipe II a la heroína de Málaga, María Sagredo

La recompensa de Felipe II a la heroína de Málaga, María Sagredo / Romero

El siglo XVI no fue una época tranquila en el Sur de la península ibérica. Se produjeron varias rebeliones moriscas en diversas zonas del territorio que contaron con el seguimiento de muchas personas. Una de ellas, la de 1570 fue particularmente compleja y también dura en muchos puntos de la actual Andalucía. En Alozaina, un bonito pueblo de la provincia de Málaga en la comarca de la Sierra de las Nieves, habitaban cristianos en su mayoría. Aunque se rindió a los Reyes Católicos menos de un siglo atrás, el pueblo, a finales del XV, fue incendiado y sus alrededores arrasados, por lo que se fue poblando durante el XVI con colonos cristianos. La rebelión de 1570 dejó para la historia de la provincia de Málaga una heroína inesperada que aún se recuerda en el propio escudo del pueblo: María Sagredo.

Las crónicas sitúan a un destacamento de en torno a tres mil moriscos ataviados a la manera cristiana que, después de planear el asalto de Alozaina desde Tolox, están preparados para atacar el 8 de julio. Marchan simulando que son cristianos que llegan al pueblo, aunque cuando están cerca del municipio son descubiertos. La plaza cristiana no cuenta con destacamento de soldados y los hombres están trabajando en el campo, por lo que el pueblo se organiza para aguantar el ataque con los ancianos, las mujeres y los niños que están dentro del recinto amurallado. Suenan las campanas, se envían emisarios para recabar refuerzos, pero el ataque se produce y las mujeres usan flechas, ballestas y otras armas para defenderse. Entre ellas está, casi adolescente, María Sagredo.

María ve cómo su padre cae en el ataque y sigue combatiendo junto al resto. En el intento de sitio se van acabando las armas y los moriscos se disponen a subir, entonces, María coge varias colmenas y empieza a lanzarlas contra los sitiadores, algo que resulta efectivo y consigue desbaratar uno de los intentos más avanzados de asalto. Alozaina consigue resistir hasta que llegan los soldados cristianos por la tarde y pueden defender la plaza y poner fin al intento de toma del municipio. La hazaña sirvió para que Felipe II reconociese a María Sagredo como alférez de los Tercios Españoles con sueldo y le regalara por sus nupcias terrenos en Jorox que anteriormente pertenecían a población morisca de la zona. Así, la heroína se convirtió en señora de lo que hoy en día es una de las aldeas más peculiares de la zona.

Una venta secular perfecta para comer y agua por todos sitios

Parte del interior de la venta Rivita, una parada obligada en Jorox. Parte del interior de la venta Rivita, una parada obligada en Jorox.

Parte del interior de la venta Rivita, una parada obligada en Jorox. / Romero

Hoy en día Jorox es una aldea que cuenta por pocas decenas a sus habitantes y que aún tiene presente el pasado musulmán a través, entre otras cosas, de las acequias que rodean el pueblo y que, junto a su cascada, proveen al municipio del rumor del agua aún en los tórridos veranos andaluces. Sus paisajes y el entorno en el que se encuentra son bastante bonitos y es un lugar perfecto para quienes disfrutan de los deportes que tienen que ver con la escalada, tiene plantaciones de naranjas y aguacates, una pequeña capilla y una venta perfecta para avituallarse con una particular historia que la mantiene en el mismo lugar de manera secular.

María no sólo fue la heroína de Alozaina, también es el nombre de quien regenta la venta Rivita que está a la entrada de la aldea de Jorox. Con una candela perfecta para los meses de invierno y una terraza muy agradable para la preciosa primavera y el verano de la zona, la venta Rivita tiene una historia detrás peculiar. Su historia tiene más de un siglo: "Diría que es anterior al siglo XIX, mi bisabuelo ya trabajaba la venta, y la historia que siempre se cuenta en la familia es que todo empezó con una caída de un árbol. Aquí se trabajaba en el campo y el padre de familia se cayó de un árbol, se rompió las piernas y quedó cojo sin posibilidad de trabajar", relata María. Así que su antepasado aprovechó que tenía la primera casa del pueblo, propicia para el paso de comerciantes, trabajadores y viajeros, y empezó vendiendo vino y altramuces a quienes atravesaban la ruta. La iniciativa no salió mal del todo y hoy en día es un lugar en el que disfrutar de la comida, con aguacates, tomates y verdura de los alrededores en su punto y platos clásicos de la zona que combinan con algún pescado como el sorprendente calamar. Un sitio en el que avituallarse al fresco y explorar los alimentos de una zona especialmente fértil. Además, el mezclaillo propio de la casa tiene argumentos para ser el final perfecto de la velada. Sin tipismos impostados, es un sitio en el que se disfruta con tranquilidad. Además, es digno de ver su sorprendente salón excavado en la roca.

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