Senderismo

De Alcaucín a La Maroma por la ruta del Alcázar

  • Poca broma con esta senda: vamos a visitar el punto más elevado de toda la Axarquía y de Málaga

  • Cuenta la leyenda que, de noche, desde la cima de La Maroma se alcanza a ver la velada navideña de calle Larios

No son las nieves eternas de El Kilimanjaro, pero en invierno La Maroma suele estar nevado.

No son las nieves eternas de El Kilimanjaro, pero en invierno La Maroma suele estar nevado. / Luis Alberto Rodríguez (Malaga.es)

Ascendiendo el camino que nos lleva de Alcaucín a La Maroma por la ruta del Alcázar disfrutaremos del olor a salvia, a romero y tomillo, al perfume de la hierba de la sangre y los enebros; de un paisaje que quita la respiración, metafóricamente, y de una caminata que quita el resuello, literalmente. Además, nos acordaremos varias veces de los ancestros del amigo que haya propuesto pasar el fin de semana subiendo al pico más alto de Sierra Tejeda.

No hay que temer esta ruta, no obstante: el recorrido también está lleno de suaves laderas con discretas pendientes desde las que siempre podemos regresar si vemos que no damos más de nosotros, y desde las que observaremos impresionantes tajos y desfiladeros que, por otra parte, sí aconsejan no desviarse de los carriles y sendas señaladas. Después de todo, no somos cabras montesas.

Al hilo de esto, aprovechando esta referencia diremos que esta sierra es uno de los principales focos de la cabra montés. Su persecución la puso al borde de la extinción y por ello la zona se declaró como reserva nacional de caza en 1973. Tras superar también el ataque de la sarna, la especie ahora vive momentos de expansión y pueden verse ejemplares por las zonas más escarpadas con cierta facilidad, especialmente por tramos de este sendero.

Un sendero difícil que, sin embargo, una vez que ascendamos los 2.069 metros de altitud de La Maroma y coronemos su cima, nos ofrecerá unas vistas que unicamente el techo de la comarca de la Axarquía y de la provincia de Málaga puede proporcionarnos. Un pico que encontramos a tan sólo 17 kilómetros de la costa y que nos permite, en un día claro, posar nuestra mirada en África y en Sierra Nevada con tan sólo rotar sobre nuestro eje. Un punto elevado que debería recordarnos lo pequeños que somos.

Sierra Tejeda es un lugar fantástico para la observación de aves. Sierra Tejeda es un lugar fantástico para la observación de aves.

Sierra Tejeda es un lugar fantástico para la observación de aves. / Luis Alberto Rodríguez (malaga.es)

Pero para llegar, hay que comenzar. La ruta del Alcázar que finaliza en La Maroma es circular -en el sentido que llegaremos y nos marcharemos siguiendo el mismo camino-, y se desarrolla por la parte norte de la cabecera del arroyo del Alcázar, en la vertiente noroeste de Sierra Tejeda.

Para arrancar, partiremos desde la localidad de Alcaucín y recorreremos los cinco kilómetros que separan este municipio del área recreativa El Alcázar. Desde allí, tomaremos el ascenso hacia la Loma de las Víboras -que está a una altitud de 1.384 metros-, un camino que nos conducirá poco después hasta un pequeño arroyo que atravesaremos. Tras caminar unos 20 minutos, llegados a un lugar conocido como La Cerca, veremos los restos de un baluarte árabe.

Desde Alcaucín debemos llegar al área recreativa El Alcázar. Desde Alcaucín debemos llegar al área recreativa El Alcázar.

Desde Alcaucín debemos llegar al área recreativa El Alcázar. / Luis Alberto Rodríguez (malaga.es)

Siguiendo una vereda zigzagueante, cruzamos varias veces un cortafuegos forestal hasta ponernos por encima de los Tajos de los Castillejos, después de alcanzar la citada Loma de las Víboras. Llegados a este hito hay que apretar el pandero porque el camino se hace más duro, dado que aquí termina el carril facilón y debemos ascender por una ardua pendiente que nos dirigirá hacia una zona, situada a unos 50 metros desde dicho camino, conocida como Fuente del Espino.

Después de alcanzar esta etapa, seguimos hacia la confluencia de dos arroyos, desde donde tomamos el que bordea el Tajo Fuerte, que ya se sitúa a unos considerables 1.820 metros de altitud. Y de ahí hasta el cerro con el nombre más descriptivo de Málaga: Cerro Mojón -a 1.910 metros de altitud-: suponemos que el topónimo se refiere a la primera acepción de la palabra.

Un paisaje tan hermoso que como nos olvidemos la cámara o el móvil y no hagamos fotos... Un paisaje tan hermoso que como nos olvidemos la cámara o el móvil y no hagamos fotos...

Un paisaje tan hermoso que como nos olvidemos la cámara o el móvil y no hagamos fotos... / Luis Alberto Rodríguez (malaga.es)

Una vez aquí, ascendiendo desde la base sur de este cerro, llegaremos tan ricamente al pico de La Maroma.

Donde nos sentamos, descansamos, miramos el paisaje y aprendemos una cosa nueva antes de acostarnos: La Maroma recibe su nombre de una sima que se encuentra a poca distancia y de la que se extraía nieve. Un pozo natural con 30 metros de profundidad que eran salvados empleando unas cuerdas llamadas maromas. ¡Tachán!

Una vez que nos hayamos hartado de mirar a lontananza, nos hayamos reconciliado con nuestro amigo el senderista (senderista ahora, porque siempre tiene algo nuevo entre manos: que si yoga, que si buceo, que si hacerse vegano durante dos semanas...) y hayamos decidido, finalmente, no empujarle Maroma abajo, comenzaremos el camino de vuelta.

Durante la bajada de La Maroma contemplamos la garganta de El Alcázar. Durante la bajada de La Maroma contemplamos la garganta de El Alcázar.

Durante la bajada de La Maroma contemplamos la garganta de El Alcázar. / Luis Alberto Rodríguez (malaga.es)

Es aconsejable que el regreso lo realicemos por el mismo camino que hemos seguido para ascender, pero en vez de bajar por el carril de la Cerca, nos desviaremos, para disfrutar de la contemplación de la formación de Los Castillones, hacia el lugar donde concluye el carril forestal.

Bajando desde ese enclave, llegaremos sin dificultad al punto de partida en el área recreativa de El Alcázar y desde allí a Alcaucín, donde tendremos la opción de meternos entre pecho y espalda un almuerzo de esos de los que uno se acuerda en su lecho de muerte.

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