Málaga

Docentes a partir de los 40, un giro de 180 grados en la vida laboral

Las profesoras Carmen Viedma y Beatriz Herrera en el IES Guadalmedina.

Las profesoras Carmen Viedma y Beatriz Herrera en el IES Guadalmedina. / Javier Albiñana

Terminaron sus estudios, iniciaron sus carreras en la empresa privada y, durante diez, quince o veinte años, ejercieron profesiones diversas. Periodistas, diseñadoras gráficas, ingenieras de caminos, químicas... Pero un día se les cruzó la idea de la docencia y se encerraron a estudiar unas oposiciones muy exigentes, algunas mientras trabajaban, para poder tener un futuro más seguro, una estabilidad económica mayor y, principalmente, una profesión de servicio que, además, les ayudara a conciliar. A los 40 años dieron un giro de 180 grados a su vida laboral, abandonaron su zona de confort y se han enfrentado, con ganas y vocación, a los adolescentes en las aulas de los institutos públicos de Málaga

Beatriz Herrera tiene 42 años y trabajó durante casi una década en prensa escrita. "Pero no dejé el periódico por la docencia, lo hice por la precariedad, por la falta de estabilidad y, sobre todo, porque quería ser madre y no casaba la forma de crianza que yo imaginaba con la que iba a poder darle a mi hijo con esa profesión", comenta Beatriz. Se tomó unos años para la maternidad y luego comenzó en la comunicación corporativa hasta que decidió explorar un nuevo camino. 

"De pequeña tenía esta vocación, decía que quería ser maestra, y en la familia también tengo docentes alrededor, además, tuve la suerte de tener hecho el máster del profesorado porque cuando terminé la licenciatura fue una forma de seguir vinculada a la Universidad", cuenta Beatriz. Su entorno le insistió tanto en que probase, que se lanzó de lleno. 

"Sobre todo me influyó para tomar la decisión el tema de la conciliación y la precariedad laboral en mi sector, pero está claro que la docencia sin vocación se puede hacer muy cuesta arriba", considera la profesora de Lengua y Literatura, que sacó la plaza en las segundas oposiciones a las que se presentó. Actualmente ejerce como funcionaria en prácticas en el instituto Guadalmedina, un centro del distrito Palma-Palmilla. 

"Sobre todo me influyeron los problemas de conciliación y precariedad laboral en mi sector, pero la docencia sin vocación se puede hacer muy cuesta arriba"

"Está siendo una bomba, empezar en un centro de difícil desempeño es muy complejo, pero yo estoy encantada. Tengo días mejores y peores, está claro, pero no me faltan las ganas", admite Beatriz y considera que "cualquier docente debería de pasar antes por la privada porque así se valora mucho más la estabilidad que encuentras aquí". Aunque, sobre todas las cosas, lo más importante que ha hallado es "el trato con los chavales". 

"Ellos tienen la capacidad de sacar lo mejor de ti misma y lo peor a la vez, en una misma hora, pero me gusta el trabajo de autocontrol que se desarrolla cada día. Aprendes muchísimo con ellos, sobre el trato a las personas, me enseñan mucho", apunta. En su instituto, expone, "hay mucho aprendizaje vital, las situaciones que viven ellos quedan muy alejadas de las que nosotros podemos tener en casa, te dan lecciones de vida cada día". 

Beatriz Herrera y Carmen Viedma en una de las aulas del IES Guadalmedina. Beatriz Herrera y Carmen Viedma en una de las aulas del IES Guadalmedina.

Beatriz Herrera y Carmen Viedma en una de las aulas del IES Guadalmedina. / Javier Albiñana

Para la profesora también es vital el equipo docente que la ha arropado a su llegada. "Son como una familia, esa parte humana es la mejor", subraya. Pero también toca frustrarse mucha veces porque "hay realidades que no puedes cambiar, que tienes que aceptar que son así. Yo vengo con muchas ganas, pero no puedo cambiar, por ejemplo, que un alumno sea machista en cuatro horas a la semana que le doy Lengua".

Entre la plantilla del IES Guadalmedina que ha recibido a Beatriz este año se encuentra Carmen Viedma, también profesora de Lengua y Literatura, funcionaria de carrera desde que en 2021 se sacó la plaza con 42 años y, este año, miembro del equipo directivo como secretaria del centro. Sacó la plaza en las primeras oposiciones a las que se presentó y compatibilizó durante tres años su trabajo en la empresa privada con el máster del profesorado, el B1 y B2 de inglés y el temario de su especialidad. 

"Mi mejor momento es cuando veo en los niños la cara de satisfacción por lo aprendido, cuando han hecho algo importante para ellos y se sienten a gusto"

"Era una persona sin vida social, solo trabajaba, estudiaba y cuidaba de la familia. Y eso me ha pasado factura, me acostumbré a estar así. Quizás por eso he asumido este tipo de tareas y me he metido en el equipo directivo, porque sigo con el turbo puesto y pensando que puedo dar más de mí. Y eso viene también de la profesión y del trabajo anterior", comenta Carmen. 

No se arrepiente para nada de la decisión que tomó. Sobre todo porque su objetivo era "tener un trabajo que me permitiera la crianza de mis hijos, tener una vida más allá", explica. Así que, el poder conciliar ambas parcelas, la familia y la rutina laboral, es una de las cosas más positivas que encuentra en la docencia. 

"Mi mejor momento es cuando veo en los niños la cara de satisfacción al aprender algo, cuando sienten que están cerca del profesor, que han hecho algo importante para ellos y se sienten a gusto, realizados, eso es lo que más disfruto de la docencia", asegura la profesora, que realizó su primer año de práctica en el municipio de Humilladero y que este es su segundo año en el Guadalmedina.  

Pero no todo es bueno. Sobre todo, en un centro de difícil desempeño. "Lo peor es cuando tienes que enfrentarte a situaciones desagradables que hacen que te acuerdes que tienes una responsabilidad con personas menores de edad, que tienes que estar ahí y responder por lo que representas, una institución que se encarga de velar porque los niños estén bien, se eduquen y tengan una serie de necesidad psicológicas básicas cubiertas", dice Carmen. "Cuando quieres llegar a todo eso y te das cuenta de que es muy difícil conseguirlo, te frustras, es muy frustrante, porque sabes que hay muchas cosas que se pueden hacer y no haces". 

Antes de sacarse la plaza en este 2023 de profesora de Matemáticas, Marta Pérez era ingeniera de Caminos, Canales y Puertos. Trabajó de ello durante 15 años y uno de sus últimos puestos lo tuvo en las obras del Metro de Málaga, "pero paralizaron los trabajos y nos despidieron", recuerda. En 2017, cuando tenía 39 años, comenzó a trabajar como interina en Utrera y, aunque fue difícil compaginarlo con su vida familiar, metió cabeza en un mundo que ahora considera su profesión.

"Me me gusta dar clases, tratar a los adolescentes, ver lo que puedes hacer por ellos, ayudarles, formarles"

"Siempre había tenido la docencia en la cabeza, soy hija de profesores, pero mi idea iba más por la universidad, hacer la tesis, el doctorado y entrar como profesora asociada aunque más a largo plazo", comenta Marta. "El mundo de la ingeniería no tiene horarios, es complicada la conciliación y busqué refugio en una profesión en la que veía que podía compatibilizar mucho mejor con la crianza de mis hijos", agrega. 

Hizo el máster de profesorado y echó varias bolsas, abrió "todos los campos", asegura. Y de donde recibió la primera llamada fue de un instituto de secundaria. Ahí comenzó una etapa laboral que nada tenía que ver con la anterior. "Me encontré un instituto completamente diferente al que conocía como estudiante", reconoce Marta. También apunta que, aunque en el trabajo había liderado equipos humanos, el aula "no tiene nada que ver". Eso sí, la docente considera que ha aprendido mucho de sus hijos y esas herramientas las ha podido trasladar al centro educativo. 

Marta Pérez prepara una clase en su portátil. Marta Pérez prepara una clase en su portátil.

Marta Pérez prepara una clase en su portátil. / M. G.

Después de seis años como interina, este curso está como funcionaria en prácticas en el IES Dunas de las Chapas, en Marbella y es tutora de una clase de primero de Secundaria. "Me gusta tener una tutoría de los más pequeños, porque todavía están por formar en muchos aspectos y, por mi carácter, es algo que llevo bien". Marta asegura que le gusta mucho la docencia y que no volvería a la ingeniería. "Sabía que me iba a realizar la docencia, siempre he sabido que me gustaba dar clases", afirma. 

Ni siquiera, reconoce, le pesa tanto la burocracia, a pesar de que "hay mucha". "Para mí lo mejor es el trabajo en sí, me gusta dar clases, tratar a los adolescentes, ver lo que puedes hacer por ellos, ayudarles, formarles", detalla Marta. Lo peor, apunta, que la edad "es muy complicada, hay algunos con los que te ves impotente, no consigues llegar a ellos y sacas poco brillo al trabajo".

La interinidad, además, tampoco ayuda a esta labor de fondo, a establecer vínculos con el alumnado que puedan favorecer su aprendizaje. "Tengo ganas de tener un destino definitivo en el que me asiente, la interinidad es complicada, siempre empiezas de cero, compartes con los alumnos un año y ya no los vuelves a ver, no da pie a ese seguimiento y trabajo continuo"

Aunque ahora sus hijos son también adolescentes y tiene menos problemas de conciliación, Marta tiene claro que no volvería a su vida laboral anterior porque "me gusta mucho lo que hago". "La estabilidad laboral también ayuda, cuando uno está en la empresa privada, más en el sector de la construcción que tiene subidones y bajones importantes, te da mucha tranquilidad ser un funcionario, ha merecido la pena el esfuerzo", subraya. 

Iniciar su trabajo en las aulas con 40 años supone para Marta haber perdido ese "miedo escénico que tienes con 22 ó 23 años, ahora tienes más serenidad, más tranquilidad, sabes mejor guardar la calma, no ponerte nerviosa tan fácilmente porque tienes que ser un referente y creo que me ha venido bien haber trabajado en otras cosas y tener cierta madurez", indica. 

Cristina López, profesora de Lengua y Literatura. Cristina López, profesora de Lengua y Literatura.

Cristina López, profesora de Lengua y Literatura. / M. G.

Cristina López tiene 37 años y acaba de sacar plaza como funcionaria en prácticas este curso. Es profesora de Lengua y Literatura en el IES Torre Almenara de la Cala de Mijas dejando atrás su labor como diseñadora gráfica, ejercida en los últimos seis años en la famosa firma tecnológica Freepik

"En Freepik tenía un rango de gestión, he sido team leader, así que pasarme a la docencia no era una cuestión de mejora económica ni de horario, allí hay bastante flexibilidad, en realidad, ha sido una cuestión de retomar una vocación", apunta Cristina. "No estaba del todo contenta con lo que estaba haciendo y, aunque fue un sobreesfuerzo grande estudiar y trabajar a 40 horas, ha merecido la pena, ahora estoy feliz, me encanta el trabajo que estoy haciendo", añade.

"Estoy totalmente convencida de haberme iniciado en la docencia, acabo de llegar con muchísima ilusión y ganas"

Cristina no tiene hijos y dice que, en parte, es porque "no es fácil en la empresa privada plantearte el parón sin saber muy bien por dónde van a ir los derroteros de tu trabajo, una no se atreve mucho, más bien son inseguridades propias", destaca. Cristina se presentó por primera vez a las oposiciones en 2021 y sacó muy buenas notas, aunque no obtuvo plaza. Pero eso le dio ánimos para volver a presentarse y considerar seriamente que era posible el cambio de rumbo. "Y me salió bien, por fortuna". 

"Estoy totalmente convencida de haberme iniciado en la docencia, acabo de llegar con muchísima ilusión y ganas, de intentar provocar que se enganchen a la literatura, de motivar una mayor corrección en la escritura y en la expresión… Llevo un mes y medio y de momento todo ha ido muy bien", afirma. Lo más difícil, dice, trabajar con unas ratios tan elevadas. "Tenemos clases de 30 y 31 alumnos y no se pueden crear nuevos grupos porque falta espacio en el centro", apunta. 

"Cuesta que mantengan la atención, mantener su interés, pero si trabajas los contenidos acercándote a ellos se enganchan más", destaca Cristina. "Para mí está suponiendo trabajar más que antes, pero lo hago con gusto, porque quiero presentarles materiales atractivos, adaptarme a sus intereses, además de llevar en paralelo la burocracia, la cuestión legislativa… Pero me apetece, me gusta, quiero ayudar a los alumnos", subraya. 

El compromiso, como bien destaca, requiere dedicación y no es fácil trabajar con tantos adolescentes de realidades y capacidades tan diversas que, además, están atravesando la época "más revuelta de su vida". Pero llegar de nuevas con ilusión y con la sabiduría que van aportando los años puede resultar más que provechoso para ambas partes. Un reseteo saludable en mitad de la vida laboral que encuentra un aliado en el sistema educativo. 

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