Incendio Sierra Bermeja

Emociones en mitad de la tragedia

  • Bomberos forestales con más de 20 años de experiencia aseguran que no habían vivido nada parecido

  • Los voluntarios se mostraron especialmente conmovidos por los mayores durante su desalojo

Bomberos forestales durante la primera noche del incendio.

Bomberos forestales durante la primera noche del incendio. / M.H. (Genalguacil)

El gran incendio de Sierra Bermeja tuvo infinidad de protagonistas. Bomberos forestales, bomberos, UME, agentes de Medio Ambiente, voluntarios, vecinos, alcaldes, asociaciones...Todos trataron de poner su granito de arena desde su mejor saber y entender lo que estaba ocurrido para tratar de frenar a una monstruo que acabó con uno de los grandes pulmones verdes de la provincia de Málaga y de Andalucía.  Sin lugar a dudas los grandes protagonistas han sido los que estuvieron luchando contra las llamas en primera línea, entre los que se encontraron cientos de bomberos forestales del Infoca que participaron en el dispositivo de emergencia.

La noche en la que comenzó el incendio, un retén de bomberos forestales se dirigía a El Burgo. Habían recibido una alarma de fuego y se desplazaban al este de Ronda para poder hacerle frente. Sin embargo, las llamas de Sierra Bermeja se adelantaron y tuvieron que regresar: “Por el tipo de aviso, sabíamos que iba a ser grande y que necesitaría varias inversiones técnicas, pero no podíamos imaginar todo lo que ha supuesto”, cuenta José Antonio García, bombero con 28 años de experiencia en el cuerpo. Reconoce que este ha sido el fuego “mas grande” al que se ha enfrentado en toda su vida.

Cinco noches en la montaña, en un terreno escarpado, guiándose por la luz de las candelas y peleando contra un enemigo que renacía en cada bocanada de aire: “Por la manera en la que ardía, parecía que los arboles tenían gas por dentro”. Las condiciones no ayudaron y el viento se convirtió en un enemigo que, por momentos, les iba ganando el terreno. José Antonio relata como el aire puede ayudar a frenar el avance, pero también a acelerarlo: “El fuego deja a una persona atrás en cuestión de segundos porque va más rápido que un hombre corriendo. Si a eso le sumas la pendiente del monte y que era de noche... Aunque creo que de día, con el humo, ha sido igual. Tampoco se podía ver”.

Juan Carlos Herrera, bombero forestal. Juan Carlos Herrera, bombero forestal.

Juan Carlos Herrera, bombero forestal. / M.H. (Genalguacil)

El jueves 9 de septiembre, segunda noche de trabajo, el retén llegó a su puesto de trabajo. Recuerda que en la zona había “mucho silencio”: “Esto es muy raro”, pensó. La comunicación era constante entre los encargados, hasta que llegó un capataz y les dio la noticia de que un compañero, Carlos Martínez, había fallecido: “Se vino todo abajo. En ese momento te agobias, se acelera el corazón, y es difícil pasar página porque todo está muy reciente. No sé cómo se repone uno, pero en ese momento nos tuvimos que centrar en hacer bien nuestro trabajo con el mayor cuidado posible”, relata.

Juan Carlos Herrera, con 24 campañas a sus espaldas, también acababa de comenzar su turno la noche en la que se conoció el desenlace. Él y sus compañeros se encontraban en la zona superior en la que se había producido el accidente. Cuando llegaron, estaba el operativo montado: “La noticia fue muy dura, pero en ese momento tienes que pensar en acabar con el fuego para que no provoque más desgracias”, explica.

Durante las cuatro primeras noches estuvo destinado en Jubrique y Genalguacil. La última, en Casares, donde “se puso feo del todo” porque las llamas podían acercarse al pueblo. Relata que la primera jornada de trabajo fue especialmente difícil. No conocían el terreno y las condiciones tampoco ayudaban: la maleza, las masas de pino, el terreno, el lugar “tan escarpado”, el viento: “Un agente de medio ambiente nos guió al principio. Con el aire, las llamas crecían más y más. Si los árboles miden cinco o seis metros, el fuego subía por encima. Había flamas de 10 metros. No he estado nunca en un fuego tan malo, complicado, traicionero, peligroso, y grande. Nunca”.

Allí estuvieron durante días abriendo línea de defensa, retirando con herramientas de mano la maleza al filo de lo quemado para que no siguiera avanzando el fuego: ataque directo al calor que, si era posible, se veía reforzado con el camión que refrescaba la zona. En aquellas superficies relativamente planas podían hacer uso de los batefuegos para ahogar las candelas: “Ha sido muy duro”, subraya.

Este retén se encontraba en el turno de descanso cuando comenzó a llover, pero eso no quita que Juan Carlos Herrera lo celebrara como si le “hubiera tocado la lotería”: “Aunque todavía queda mucho por hacer, sin el agua el incendio habría durado una semana más”. Son los testimonios de dos de los más de 600 trabajadores que, durante días y noches, han mirado a los ojos del fuego que ha arrasado la Sierra Bermeja y parte del Valle del Genal.

Junto a ellos también jugaron un papel muy destacado los voluntarios. Tanto los que trabajaron bajo las diferentes agrupaciones de Protección Civil como aquellos que decidieron poner su granito de arena de forma individual para luchar contra el fuego o para atender a las miles de personas que tuvieron que ser desalojadas de sus casas.

Auxi Vázquez, voluntaria de protección civil Auxi Vázquez, voluntaria de protección civil

Auxi Vázquez, voluntaria de protección civil / M.H. (Ronda)

Es el caso de José Manuel Herrera y Auxi Vázquez, dos integrantes de la Agrupación de Protección Civil de Ronda que estuvieron horas trabajando para poner a salvo y trasladar a decenas de vecinos que presentaban problemas de movilidad.

El domingo fue un día de locos”, asegura Herrera. Tocó desalojar hasta seis municipios de la Serranía y coordinar el trabajo de atención en los puntos de acogida.

Hubo momentos muy duros cuando los mayores se derrumbaban y había que consolarlos. Fue muy difícil”, explicaba mientras recordaba que “ha sido una vivencia muy dura bía momentos en los que tenías que parar y llorar para continuar”. Junto a ellos también destacó la figura del alcalde de Genalguacil, Miguel Herrera, y su inseparable compañero en esta tragedia, Salvador Sánchez, el agente municipal de la localidad.

Herrera no dudó en ponerse a apagar el fuego para tratar de frenar el incendio junto a un retén y dos guardias civiles y volverlo a hacer posteriormente ya sin los efectivos del Infoca cuando se produjo una reproducción. Todo ello mientras recorría la zona de forma incansable día y noche para tratar de ayudar a sus vecinos, a los efectivos del dispositivo o vigilando zonas que consideraban muy sensibles en caso de que llegasen las llamas para dar la alerta.

Incomprendido y criticado por muchos fuera del Genalguacil, era recibido casi como un héroe por sus vecinos por la defensa de su municipio, ya que muchos comparten su misma visión de que no contaron con los recursos suficientes y que no se les hizo caso sobre las advertencias que hicieron en base al conocimiento del terreno pasto de las llamas.

Ha sido agotador, solo defendía a mi pueblo y a sus vecinos, nosotros conocemos nuestra sierra y sabíamos lo que podía pasar si el fuego llegaba a ciertos puntos como terminó ocurriendo”, dice Herrera con los ojos todavía hinchados por la falta de descanso. “Todavía no soy capaz de comer, ha sido terrible”, afirmaba mientras se toma un refresco como almuerzo.

El regidor aseguraba que “cada día ha sido muy duro, cada segundo iba a peor física y emocionalmente”. Entre sus peores recuerdos se encuentran su llegada a puesto de mando para insistir a los responsables del dispositivo de que necesitaban más medios en un momento que en su pueblo creían “crítico”. “Allí me sentí solo, que no se me escuchaba ni importaba”. afirma. A ello suma el momento de la evacuación “fue tremendo”.

Mientras tanto, Salvador Sánchez se convirtió en una especie hombre para todo que, además de ser la sombra de su alcalde, acudía al rescate de personas en zonas complicadas y que no tenían modo de salir, repartía agua y hasta hacía de taxista para los medios de comunicación que no tenían vehículos adecuados para acceder al mismo.

Salvador Sánchez en mitad en la zona quemada. Salvador Sánchez en mitad en la zona quemada.

Salvador Sánchez en mitad en la zona quemada. / Javier Flores (Genalguacil)

A él también le tocó acudir a las zonas próximas al incendio para comunicar a sus vecinos que debían desalojar sus casas ante el avance de las llamas.

Apasionado como pocos, recuerda con tristeza al pasar el punto en el que ya no pudieron contener más las llamas. “Aquí se nos fue, ya no podíamos más”, relataba al tiempo que elogiaba el trabajo del retén del Infoca y que asegura que hicieron lo imposible por tratar de quedarse con ese frente de llamas. “Cómo se metieron esos chavales en el monte fue impresionante, yo pensaba que se quemaban, fue impresionante verles trabajar”, dice.

Salvador todavía se emociona recordado todo lo vivido y se le entrecorta la voz. “Cuando llegué al punto del incendio casi me desmorono, la impotencia me invadió, pero algo me hizo minimizar riesgos y me ayudó a luchar”, dice.

Este agente también lamenta lo que considera una falta de sensibilidad por parte de algunos responsables del dispositivo. “Escuché de técnicos que no se percataron que era agente de la localidad comentarios feos, muy feos sobre mi alcalde que no voy a reproducir por pudor”. Ahora, varios días después de finalizar el incendio “todavía sueño que estoy apagando fuego”

El polideportivo del Barrio de San Francisco se convirtió en el hogar de muchos de los vecinos de la Serranía que había sido evacuados por unas horas. Tras tener noticias de ello mientras se dirigían a la misa del domingo, los miembros de la Hermandad del Santo Entierro y la asociación de vecinos de la barriada se puso manos a la obra. Mientras el Ayuntamiento trataba de montar a toda velocidad todo lo necesario para atenderles, sus integrantes se pusieron manos a la obra y rápidamente tenía lista la comida y un grupo de voluntarios para atenderles.

Antonio López fue uno de ellos. Se muestra muy orgulloso de la respuesta de la ciudad de Ronda en esta circunstancias y la “solidaridad” que hubo con todas estas personas. “Incluso vino una mujer que decía que no tenía casi ni para comer, pero que nos traía lo que podía”, recuerda Antonio. Además, de atenderles en todo lo necesario, asegura que fue muy importante darles conservación. “Veías el miedo en la cara de aquellas personas, tratamos de darles conversación para entretenernos y que así se les pasara el tiempo de forma mucho más rápida”

Son solo algunos de los testimonios de las miles de personas de servicios de extinción, seguridad, salud y voluntarios que lucharon durante una semana contra las llamas o pusieron su pequeño grano de arena para atender a desalojados, ayudar a sus vecinos o apoyar a los que luchaban contra el fuego.

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