Calle Larios

Málaga: la ciudad provisional

  • Ahora sabemos que sólo podemos aspirar a soluciones parciales y transitorias, hoy aquí y mañana en otra parte, y a lo mejor ahí está la gracia de vivir en una ciudad abocada al ‘Carpe Diem’

  • Málaga: la ciudad redonda

El desahucio anticipado como política municipal y la maleta siempre a punto.

El desahucio anticipado como política municipal y la maleta siempre a punto. / Javier Albiñana (Málaga)

Hace unos días volvimos a ver en casa El club de los poetas muertos, con esa invocación tan bonita al Carpe Diem en bocas primerizas y todo ese idealismo trágico al que Hollywood sigue siendo tan afín. Y no dejaba de pensar uno en el modo tan pintoresco en que se ha resuelto desde el estreno de la película, hace más de treinta años, el conflicto entre estabilidad y anhelo, entre el horizonte de seguridad y la vocación por encima de todo. Cuando quedó claro que el primer modelo había colapsado, los agentes implicados (financieros, educativos, culturales y empresariales) comenzaron a promover las virtudes del segundo: ya que no habrá más remedio que perder derechos y poder adquisitivo, al menos siempre te quedará la posibilidad de hacer lo que te guste, con muchas ganas y con muchos seguidores en redes sociales. Nadie ha descrito tan bien esta resolución de la postmodernidad como Remedios Zafra, cuyo ensayo El entusiasmo sigue siendo altamente ilustrativo al respecto, si bien la conjunción de una sociedad abocada a soluciones cada vez más excluyentes y la transformación vertiginosa de derechos en privilegios se ha visto reforzada en los últimos meses a cuenta de la guerra y la inflación. Sí ha quedado claro, o al menos debería, que las ciudades son el ámbito más favorable a la puesta en marcha de soluciones amplias: el ámbito municipal presenta suficiente margen de acción para desarrollar propuestas favorables al bienestar común, al menos en sus nociones elementales, ya que a menudo el bienestar depende de actuaciones concretas en entornos bien definidos. Es decir, al municipalismo se le supone, o igual es mucho suponer, la posibilidad de obtener resultados notorios sin necesidad de enormes esfuerzos presupuestarios si se sabe actuar con criterio e imaginación. Ahora que el debate político se ha conformado con ser confrontación partidista, los horizontes se dirimen en contextos inmediatos en los que ideas como la sostenibilidad son susceptibles de contar con una praxis natural. En esos laboratorios de convivencia llamados ciudades se puede, todavía, despejar la incógnita que arrojan economías precarias y derechos inalienables. En la Europa marcada a fuego por la incertidumbre, el futuro se dirime justamente ahí: en la respuesta más pegada al día a día de sus comunidades, bajo la convicción de que la vecindad es la manifestación más deseable de la ciudadanía. Pero puede ser, también, que las ciudades contribuyan a acrecentar la exclusión y desamparo de quienes la habitan en virtud de determinadas políticas. Y luego está Málaga, que demuestra imaginación como pocas y arroja los dados, como Dios, donde no siempre podemos verlos.

En un momento de tanta incertidumbre, la vecindad se revela como la manifestación más deseable de la ciudadanía

Del problema de la vivienda en Málaga se escribe y se habla mucho. El alcalde, Francisco de la Torre, ha reconocido tal problema, lo que no es poca cosa. Su solución idónea, la educación, se establece a largo plazo: considera que una mejor educación garantiza en los individuos suficiente poder adquisitivo para hacer frente al coste de una vivienda en sus términos actuales, lo que no deja de servir en bandeja un debate interesante, aunque el alcalde sabe, como nosotros, que si todos los malagueños tuvieran un doctorado en su haber el problema seguiría siendo exactamente el mismo. Mientras tanto, se van sucediendo propuestas más pragmáticas: ante la noticia de que el Ayuntamiento promueve la construcción de novecientas viviendas distribuidas en once puntos de la ciudad con la idea de destinarlas al alquiler por cuatrocientos euros al mes, uno tiende a pensar que al fin se están tomando medidas a la altura de las circunstancias. También dijo De la Torre que Málaga cuenta ya con suficientes apartamentos turísticos y, bueno, una medida dirigida presuntamente a las familias con dificultades económicas parece ir en la buena dirección a la hora de atenuar la burbuja. Pero la imaginación cunde donde menos se la espera: estos alquileres municipales se presentan como transitorios, con lo que sólo podrán ser disfrutados por un periodo determinado. No aclaran las autoridades municipales quién y cómo va a definir la duración de ese periodo, pero la rotación es aquí, en cualquier caso, una cuestión clave. Tal matiz resulta curioso, ya que la transitoriedad es una cuestión asumida, por lo general, cuando se alquila una vivienda, pero aquí se impone en el acuerdo como una espada de Damocles: disfruta tu residencia, oh mortal, porque no sabes ni el día ni la hora. Cualquier día aparecerán los hombres de negro y nos echarán a patadas. Todo esto se traduce en una manifestación un tanto singular del Carpe Diem, más como un proverbio inexorable, a lo Ubi Sunt, que como un consejo vital. Cuando uno afina y comprueba que el Consistorio habla de “alojamientos” en lugar de viviendas, todo termina encajando. Eso que van a construir son hoteles para pobres. O sea, pensiones. Si un maestro interino tiene la desgracia de que la Consejería de Educación le destina a una sustitución en la capital malagueña, aquí podrá encontrar cobijo. Porque si vienes a Málaga contratado por Google, claro, tu problema es muy distinto.

Ya que estamos, también cabe echar un vistazo al modo en que los grandes núcleos de creación tecnológica, tanto en Estados Unidos como Europa, bendecidos siempre bajo la bandera de la sostenibilidad, han multiplicado los efectos de la gentrificación hasta niveles insostenibles. Que sí, Carpe Diem: vivimos en una ciudad provisional. Pero, como sucede a menudo, siempre será menos provisional para unos pocos.

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