Calle Larios

El lujo de vivir en Málaga

  • También aquí la responsabilidad ciudadana tiene mucho que decir, pero, mientras tanto, nos consolaremos pensando que esta versión de Málaga es mucho mejor que las anteriores (dónde va a parar)

  • Málaga: la revolución de la amabilidad

Un lujo exclusivo para sus sentidos.

Un lujo exclusivo para sus sentidos. / Javier Albiñana (Málaga)

Sólo un rato antes de empezar a escribir estas líneas he recibido el mensaje de un amigo, que me pedía ayuda ante la tesitura siguiente: una amiga suya, a la que no conozco, se traslada a trabajar a Málaga el mes que viene y necesita algo de orientación para encontrar un alquiler. Su amiga en cuestión vive en Italia y no sabe mucho sobre Málaga, así que cualquier pista que pueda recibir será más que bienvenida. He accedido a darle la orientación que buenamente pueda darle, no sin antes advertirle a mi amigo, quien tampoco vive en Málaga, de las dificultades que entraña la ciudad al respecto, algo sobre lo que, al parecer, ya ha sido advertida a su vez su amiga (de ahí, supongo, que esté intentando conectar con cualquiera que pueda lanzarle un cable). Desconozco cuál será el nivel adquisitivo de esta futura malagueña, así que ya veremos si la cosa termina en tragedia, en comedia o en los dos géneros a la vez, a lo Fernando de Rojas. Si es capaz de codearse con el alto standing al que hace poco se refería el decano del Colegio de Arquitectos, Francisco Sarabia, a la hora de describir a los compradores potenciales de vivienda en Málaga (no se crean que el alquiler cuenta con mucho más relajado, salvo que se tengan pocos escrúpulos), no le costará mucho solventar el reto; si, como el 98% restante, se trata de una hija de vecino más, trabajadora, sin participación alguna en fondos de inversión y obligada a hacer cuentas, entonces sospecho que sí, que nos vamos a reír un rato. El asunto de la vivienda en Málaga se parece al gobierno del Rey Lear inventado por Shakespeare: funciona tan, tan bien que difícilmente podría ir peor. Tras la elipsis negra del Covid, el mercado inmobiliario tiene en esta ciudad y su provincia el territorio más dinámico de España y uno de los más prometedores de Europa, con el mayor crecimiento (un 21,5% en el último año) y un inestimable volumen de negocio. La demanda crece a su vez de manera proporcional y las oportunidades son excelentes, pero esta demanda es múltiple y la atención a la misma es desigual en virtud de claves bien definidas: quien aspira a adquirir una vivienda en Málaga para especular encuentra el campo abierto, mientras que quien necesita hacerlo para vivir carece de opciones. Claro que en Málaga hace falta que se construya aún mucha más vivienda, pero el problema es el uso que se le da a la misma: si únicamente el 3% de las nuevas residencias se destina a VPO, y si dentro de la misma VPO encontramos precios que difícilmente pueden asumirse con dos salarios no necesariamente mínimos, la única opción es irse a otra parte, lo que por otra parte hacen cada año miles de malagueños. Cuando Francisco Sarabia afirma que lo que necesita Málaga son viviendas para “ciudadanos normales” que puedan adquirirse por 150.000 euros, en correspondencia con los sueldos, sabemos que está contando una historia de ciencia-ficción. Y cuando el alcalde, Francisco de la Torre, pide a las constructoras más VPO, sabemos que, por la otra mano, Málaga está ofreciendo todas las ventajas al alto standing y todos los obstáculos al 98% restante. Y las constructoras, claro, se atienen al negocio, no a la caridad. Es lo que hay.

Que el decano del Colegio de Arquitectos reclame viviendas para "ciudadanos normales" suena a historia de ciencia-ficción

Lo mismo podemos decir, insisto, de la oferta de relativa al alquiler. En los últimos años he conocido a distintas personas que han puesto en alquiler viviendas de su propiedad y todas cuentan lo mismo: la presión que ejercen las inmobiliarias para que los propietarios eleven los precios a cifras astronómicas e inasumibles (y no necesariamente porque los propietarios reclamen sus servicios: basta con publicar un anuncio para que la presión comience) llega a ser asfixiante. Hemos asistido sólo en las últimas semanas a casos viralizados de propietarios que han tenido que armarse de paciencia cuando se han negado a subir esos precios: el mercado inmobiliario en Málaga va bien, muy bien, lo que significa que el mismo no va a permitir una sola rebaja cuando puede multiplicar los porcentajes. En esta tesitura, cuando insisten en que pueden cerrar el alquiler de tu vivienda en apenas unas horas multiplicando por cinco el precio que tenías previsto y con dos fianzas por si acaso, el no camusiano del hombre rebelde representa una respuesta heroica. Tanto, que son muy pocos los que se atreven a pronunciarlo. Por otra parte, pasar a la historia como el tonto que puso su piso en el alquiler por la mitad de lo que pudo haber sacado tampoco resulta muy agradable. En estas cuestiones resulta relativamente fácil señalar a las constructoras, a las inmobiliarias, al alcalde y a Vladimir Putin, pero la variable que corresponde a la responsabilidad ciudadana no es precisamente menor. E igual, quién sabe, ha llegado la hora de empezar a decir no.

Al mercado no se le puede reprochar a estas alturas que no tenga en cuenta las necesidades de los ciudadanos, pero sí a la política

Pero si hay una lectura positiva de todo esto es que la cuestión de la vivienda en Málaga empieza a verse, al fin, como un problema. No es un elemento menor: que el mercado inmobiliario arrojara el confeti a cuenta del desahucio de tantos se ha visto durante demasiado tiempo como una coyuntura saludable. Pero supongo que aparecer en la prensa nacional como la ciudad donde más crece el precio de la vivienda, en registros ya sólo comparables a los de las Islas Baleares, genera una cierta incomodidad incluso entre los entusiastas más afamados. Cuando se habla tanto de la extensión del modelo urbanístico y turístico del Centro al resto de la ciudad conviene recordar que aquí el mercado inmobiliario ya ha hecho sus deberes: alquilar un piso en Teatinos, El Palo o Fuente Olletas, donde ya también cunden a sus anchas los apartamentos turísticos, sale ya casi tan caro como hacerlo en la dichosa almendra. Lo cierto es que al mercado no se le puede reprochar a estas alturas que no tenga en cuenta las necesidades de los ciudadanos, pero sí a la política. Quién sabe si un problema grave necesita de decisiones impopulares, como limitar la adquisición de viviendas a ese alto standing concretado en los fondos de inversión (si los mismos son de titularidad extranjera, por favor, no interpreten esta idea como un alegato racista), tal y como han hecho otros territorios en todo el mundo no precisamente sospechosos de contaminación marxista. De lo contrario, bueno, nos consolaremos pensando que una Málaga sin malagueños es mucho mejor que aquella Málaga oscura, sucia y peligrosa de los años 80. Y si la comparamos con la Málaga del siglo XVII, donde cada noche morían apuñalados en El Perchel unos cuantos y teníamos epidemias de peste cada otoño, ni le cuento.

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