Málaga

La prehistoria sigue viva en La Algaba

  • Un proyecto en el municipio de Ronda recrea un poblado neolítico

  • Tiene una extensión de 4.000 metros y es un centro de investigación de la época

Vista del poblado neolítico de la Algaba, en un lugar recóndito del municipio de Ronda.

Vista del poblado neolítico de la Algaba, en un lugar recóndito del municipio de Ronda. / Javier Flores

Viajar en el tiempo sigue siendo imposible. Nos tenemos que conformar con verlo como un sueño irrealizable que sólo se cumple en las películas de ciencia ficción. No obstante, en un lugar recóndito de Ronda, en la finca La Algaba, en mitad de un frondoso bosque mediterráneo, esta aspiración del ser humano se puede cumplir en parte: es posible volver al pasado; en concreto, a la prehistoria reciente.

Allí, tras caminar entre encinares centenarios se llega a una muralla de piedra con una empalizada de madera tras la que se encuentra la reproducción de un poblado neolítico que ocupa unos 4.000 metros de extensión y que es un centro de investigación sobre el que profesionales de la Universidad de Granada y, en los últimos tiempos, de la de Jaén están realizando diferentes estudios.

“Aquí estamos recreando el proceso que vive un arqueólogo durante una investigación, pero de forma inversa”, explican. El poblado está permitiendo conocer cómo es el de deterioro de los materiales que se utilizaban y cuáles serían los más resistentes para las funciones que se sabe que los seres humanos de la época realizaban. Todo, en base a investigaciones que se han realizado sobre los restos encontrados en diferentes excavaciones arqueológicas.

Incluso una de las cabañas fue recreada con pinturas en su interior, además de todos los enseres que solían tener, para posteriormente ser quemada y así observar la influencia del tiempo en esos restos que quedaron al producirse el incendio.

María muestra la zona de trabajo de los alimentos en el poblado. María muestra la zona de trabajo de los alimentos en el poblado.

María muestra la zona de trabajo de los alimentos en el poblado. / Javier Flores

“Es como un laboratorio al aire libre”, explica María Sánchez, una de las impulsoras del proyecto junto a su marido Juan Terroba. Precisamente, en las cabañas afectadas por fuegos es donde los investigadores suelen encontrar más elementos que les ayudan a descubrir cómo vivían aquellos humanos, ya que no se trataba de un abandono voluntario en el que solían retirarse todos los elementos y poco quedaba de la cabaña y su composición. Las cabañas que componen el poblado cuentan con diferentes tipos de construcción y también disponen en su interior de los elementos que una familia de aquella época solía elaborar con aquello que tenía en su entorno.

Al mismo tiempo se realizan trabajos para conocer cómo podía ser la utilización del fuego para elaboración de distintos elementos y como se requería la colaboración para mantenerlo a la temperatura adecuada para la cocción del barro. De igual modo, también cuenta con una zona en la que se recrea el modo en la que se trabajaban diferentes alimentos y la molienda de los mismos para posteriormente ser utilizados como comida.

Zona de viviendas situadas dentro del recinto amurallado que las protege del exterior. Zona de viviendas situadas dentro del recinto amurallado que las protege del exterior.

Zona de viviendas situadas dentro del recinto amurallado que las protege del exterior. / Javier Flores

Mientras tanto, en su exterior también se puede encontrar la recreación de un dolmen o del modo de transporte que se piensa que utilizaban para el traslado de materiales, como la piedra para la construcción.

Pero además de investigaciones, el centro Algaba también mantiene abierta una línea de difusión mediante publicaciones de esos trabajos. Además, también está la recepción de visitantes para que pueden vivir esta experiencia y remontarse al pasado, de un modo diferente y práctico.

Un trabajo que durante la pandemia se está complementando con la participación mediante conferencias telemáticas, aunque su promotora considera que debe ser una herramienta complementaria, ya que la esencia del proyecto es poder adentrarse en aquel modo de vida de una manera real y directa.

Un proyecto también se convierte en modo de emprendimiento que permite aplicar la Arqueología de un modo diferente al habitual. Supone un ejemplo de iniciativa empresarial que refleja las posibilidades que tiene el mundo rural de la España vaciada.

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