Resultado y crónica del Ponferradina-Málaga

Esperpento y ridículo (4-0)

  • El Málaga recibe un baño de juego y en el marcador en Ponferrada en un desastre como no se recordaba en los últimos años

  • Desastre colectivo del que no se salva nadie

Los jugadores del Málaga protestan al colegiado.

Los jugadores del Málaga protestan al colegiado. / La Otra Foto

Una actuación esperpéntica, en un ridículo que no se recordaba en los últimos años, condenó al Málaga. Fue un pelele en manos de la Ponferradina y lo pagó con un merecido castigo que es un baño de realidad, que recordó que la vanidad no debe tener cabida en este vestuario. Este equipo ha funcionado en partidos en los que ha sido una máquina de correr, de ir al límite, con el machete y soplando en el cogote en el rival. No hay otra fórmula de partida con lo que propone José Alberto. En El Toralín, el equipo quiso torear de salón y salió revolcado en un partido de tintes surrealistas. José Naranjo castigó dos veces, que pudieron ser varias más, en el primer tiempo. Tras sacar a Haitam y Ramón y cambiar de sistema, un penalti de Juande cómico permitió sentenciar el partido al eterno Yuri. Agus Medina rubricó el sainete. Un 4-0 que pudo ser peor.

El partido ya nació torcido con un penalti señalado a Víctor Gómez sobre Espiau en el minuto 2 que Bikandi Garrido, quién lo hubiera jurado, corrigió desde la sala VOR. Era una falta al revés. Pero el presagio ya estaba ahí, en un centro bombeado ya se había creado una ocasión clara. Perdido en el centro del campo, donde faltaban las piernas y los pulmones de Luis Muñoz, sin capacidad para llegar a tres cuartos de campo hasta pasada la media hora, el Málaga sufría un martirio. Volaba la Ponferradina y José Naranjo castigaba una pérdida y una desidia en la recuperación para batir a un Dani Martín que pudo hacer bastante más. Manos blandas a un disparo duro pero centrado. El catón del fútbol dice que dos remates de cabeza del rival en área propia están prohibidos. Pues bien, hasta tres realizó a la salida de un córner el cuadro berciano para remachar el 2-0. Peinó Espiau, Yuri en el segundo palo salvó que el balón se fuera por la línea de fondo y Naranjo entró como un avión para superar a un apático Jozabed. Dani Martín tuvo un par de buenas manos ante un Yuri que bailó a Peybernes y otra más ante Espiau. El 2-0 llegó cuando el Málaga se había estirado algo, con algún arabesco de Kevin, que, tras desbordar, centró con la izquierda y el balón se paseó por el larguero de Amir sin que hubiera un rematador al acecho. Llegaba el descanso y se necesitaba un reactivo para virar un partido desastroso.

Con Roberto y Kevin fuera y Haitam y Ramón dentro, José Alberto quiso cambiar el curso de un partido que se iba. Antes de testar si valía o no la idea, una jugada surrealista. Falta de Cufré a Espiau, no señalada, en la frontal. El atacante tocaba en la caída a Juande, que entendía que había sufrido falta, y cogió el balón con la mano. No lo vio así Sánchez López. No obstante, el cordobés no puede cometer ese error, impropio de profesional, aunque haya sentido el contacto. En el área propia no se da nada por supuesto, no hay contemplaciones. Yuri batía a lo Panenka a Dani Martín.

Brandon robó un balón a Amir y, a puerta vacía, no acertó a marcar, tampoco Jozabed en el rechace. Inexplicablemente, Antoñín no remató de primeras a meta vacía y el mal control le llevó a ceder atrás. Fueron las dos opciones que tuvo el Málaga para engancharse a un partido que había nacido del revés y que no acabaría mejor. En un balón dividido, Haitam levantó la pierna demasiado y tocó la cara de Ríos Reina. Bikandi sí avisó esta vez para que Sánchez fuera a verlo y la amarilla se convirtió en roja. Por las protestas, amarillas también a Escassi y Brandon.

El naufragio malaguista era total. Fueron saliendo progresivamente ex. Erik Morán había sido titular y aparecieron Kuki Zalazar, Cristian e Iván Rodríguez. En plena debacle, contraataque de libro, con taconazo de Yuri por medio, y Agus Medina hacía el 4-0. Un ridículo malaguista imperdonable. Se toleran los malos días y las derrotas, qué remedio, pero no esta forma de arrastrar el escudo. Nadie se salva de un partido infame que debe marcar un antes y un después. No hay perdón para estas actuaciones.

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