Noche en Blanco

Despiertos en mil y un viajes para la Noche en Blanco de Málaga

  • La Noche en Blanco volvió a contar este sábado con una respuesta masiva, aunque desigual entre las numerosas propuestas presentadas, donde los museos volvieron a ser protagonistas

Concierto de piano en el Patio de los Naranjos de la Catedral.

Concierto de piano en el Patio de los Naranjos de la Catedral. / Marilú Báez (Málaga)

Que la nueva Noche en Blanco iba a ser un éxito había quedado cantado de antemano: ya al mediodía y en las primeras horas de la tarde había en el centro una agitación propia de gran acontecimiento, con todo lleno por todas partes, del Muelle Uno al Perchel. Por cierto, si el Oráculo de Delfos hubiera querido ponerse severo con Heracles, habría incluido entre sus doce trabajos el de reservar mesa en cualquier restaurante de la ciudad el día de la Noche en Blanco: tururú. Algo tenían que ver los cruceristas llegados de ultramar a conocer la ciudad natal de Picasso, pero lo cierto es que la cita cultural noctámbula convoca cada vez a más personal de Granada, Córdoba y otras provincias andaluzas. Cabe la sospecha de que en esta jornada, hagas lo que hagas, estás en la Noche en Blanco, como si el evento fuese un agujero negro que lo absorbe absolutamente todo; pero, finalmente, no hubo más que rendirse a la evidencia: en su duodécima convocatoria, organizada bajo el lema La vuelta al mundo, la Noche en Blanco volvió a contar con una respuesta apabullante pero, eso sí, desigual. Si bien algunas actividades quedaron desbordadas, otras más bien pasaron sin pena ni gloria, en un mapa de concentración desequilibrada. La decisión de adelantarlo todo una hora y dar el pistoletazo de salida a las 19:00 podía despertar dudas razonables (hablar de Noche en Blanco a la hora del cola-cao no parece lo más honesto del mundo), pero surtió los efectos deseados: a esa hora, cuando los estudiantes de la ETS de Arquitectura instalaban sus perfiles urbanos colgantes en la calle Larios y prendían sus Derivas utópicas sobre la fachada del Centro Pompidou en el Muelle Uno, la cola para entrar al Museo Carmen Thyssen alcanzaba, casi la altura de la iglesia del Sagrado Corazón. Tres cuartos de lo mismo sucedió con el mismo Pompidou, donde no pocos visitantes, pero también muchos malagueños, aprovecharon para ver la fantástica exposición de Matisse con nocturnidad y alevosía. La Noche en Blanco coincidió con la celebración del Día Internacional de los Museos, y sí, los espacios para el arte sacaron partido a la confluencia y, un año más, figuraron entre las propuestas más demandadas. Y esto incluyó al CAC Málaga, presentado por el Ayuntamiento en la programación como Espacio expositivo municipal de C/ Alemania, que con la exposición colectiva Make something different y su invocación a la permanencia del pop en el siglo XXI aspiraba a marcarse uno de los tantos de la noche. La respuesta del público fue, sin embargo, discreta. A pesar de las obras de Mark Ryden, KAWS, Javier Calleja y otros artistas de gran tirón, el centro se mantuvo más bien desangelado durante la convocatoria, salvo algunos compases breves marcados por actividades añadidas. Seguramente tuvo que ver el hecho de que el CAC no se presentara en la programación de la Noche en Blanco como CAC Málaga, lo que pudo mover a muchos a pensar que el centro seguiría cerrado. Cabe preguntarse si le ha merecido la pena al Ayuntamiento su decisión de abrir el centro por su cuenta, antes de la resolución del concurso público, y con vistas especialmente a la Noche en Blanco, ante tal reacción.

A pesar del éxito, se echó en falta un mayor aprovechamiento de la temática escogida

Pero si algo se puede achacar a la última edición de la Noche en Blanco es el escaso aprovechamiento del lema escogido. Dedicar una edición a La vuelta al mundo habría dado para mucho más sin necesidad de un presupuesto necesariamente mayor, pero lo cierto es que nada, o muy poco, revelaba a pie de calle que la cosa iba de viajar. Quizá donde más empeño se mostró al respecto fue en la Nochecita en Blanco del Soho, donde los más pequeños (en otro éxito notorio de participación) sí tuvieron la oportunidad de participar en juegos, conciertos y demás propuestas propicias a la imaginación, que, permitan la paráfrasis, es el tren de quienes no tienen billete. Habría sido de agradecer, de hecho, un poco más de imaginación para invocar en los espacios abiertos los elementos necesarios para suscitar la ilusión de que, efectivamente, podíamos dar la vuelta al mundo sin salir del centro de Málaga, porque ya me dirán qué tiene de vuelta al mundo un concierto de pasodobles en el Eduardo Ocón cuando el personal viene de regreso de la playa. En lo que a intervenciones urbanas se refiere, tal vez la actividad más celebrada fue la representación del espectáculo Flotados a cargo de la compañía Ciudadano Kien en la Plaza de la Marina, con un piano flotante y gigantesco que gustó a pequeños y grandes. En el desplazamiento de la Noche en Blanco al Muelle Heredia gustó mucho el homenaje musical a Chavela Vargas, y un tanto más allá el Museo Ruso recuperó los mejores favores de Huelingrado con prácticamente medio barrio metido en Tabacalera. Sin salir de lo musical, la apuesta por el coro gospel en calle Alcazabilla el año pasado volvió a salir bien en este 2019 y casi había que darse de codazos para dejarse conquistar por los espirituales del Coro Hoy es Tiempo, con la imponente luna llena y el iluminado Teatro Romano como inmejorables telones de fondo.

Colas para acceder al Museo Carmen Thyssen. Colas para acceder al Museo Carmen Thyssen.

Colas para acceder al Museo Carmen Thyssen. / Marilú Báez (Málaga)

Allí mismo, las colas para entrar en la Alcazaba amenazaban en algunos momentos con llegar hasta el Paseo del Parque, mientras el ambiente en el Museo de Málaga ganaba enteros gracias, principalmente, a las actividades familiares organizadas. Pero no todo fueron buenas noticias: el planetario cuya instalación estaba prevista en la explanada del CAC, y cuya reserva de plazas se había agotado, no llegó a montarse dada la inclemencia del viento, que obligó a cancelar la actividad para chasco de muchos. Más allá del centro la idea del viaje cobraba especial significado, sobre todo si nos referimos al último: si la Noche en Blanco tiene sentido a estas alturas es por la oportunidad de participar en los recorridos temáticos del Cementerio de San Miguel, seguramente la mejor introducción posible a la Historia de Málaga en el último siglo; por no hablar del Cementerio Inglés, que en su quietud serena y noctámbula, con algún gato que otro, ofrecía argumentos ampliamente cosmopolitas para que la vuelta al mundo fuera real. Conforme caía la noche, resultaba altamente recomendable volver al centro y disfrutar el concierto de Concerto Málaga en el Patio de los Naranjos de la Catedral; o aplaudir al grupo de teatro del IES Gaona, o acudir al concierto de jazz brasileño en la Sala María Cristina, o sucumbir a los paisajes virtuales de la atracción virtual de la calle Molina Lario, o aprovechar la coyuntura para ver la exposición Olga Picasso en el Museo Picasso, o las siempre ilustrativas visitas teatralizadas en la Casa Natal. Faltó quizá más espíritu, más ganas y más entusiasmo, pero la Noche en Blanco se juega en familia, ya saben. Y en casa. Quién va a querer irse por ahí con lo bien que se está aquí. 

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