Cultura

Dígaselo con Shakespeare

El mundo del teatro se dispone a recordar a Shakespeare por todo lo alto a cuenta del 400 aniversario de su muerte, que habrá de conmemorarse, en coincidencia con el de Cervantes, el año que viene. Compañías, teatros, festivales y programadores de numerosas regiones españolas se han adelantado ya a anunciar sus intenciones al respecto, con propuestas de diverso calado, si bien el Bardo constituye un argumento recurrente en las carteleras habituales; no obstante, y es bien sabido, la cuestión no es tanto cuánto Shakespeare hacer sino cómo meterle mano. En el panorama escénico malagueño, el doble tributo no se ha visto aún como una oportunidad para hacer cosas, ni por las administraciones públicas implicadas ni por los propios artistas, con algunas excepciones honrosas. Y entre las más notables destaca el nuevo proyecto de La Imprudente, que presentará su lectura de Romeo y Julieta, estrenada en la pasada edición del Festival de Teatro Clásico de Peñíscola, el próximo viernes 16 en el Teatro Cánovas, donde se celebrarán otras tres funciones hasta el sábado 24. El director de la compañía malagueña, Sebastián Sarmiento, toma las riendas de un proyecto que sube a escena a ocho intérpretes, con Andrés Suárez, Violeta Lara y Pablo Fortes entre los protagonistas, a menudo con varios papeles a su cargo. La iniciativa comenzó a gestarse en septiembre de 2014 y ha tenido un largo proceso de maduración, así que, en esencia, no se corresponde con aniversario alguno; pero nunca está de más adscribirse a la efeméride a la hora de comentar con Sarmiento cómo diantre se sube a escena, en pleno siglo XXI, y con sello propio, una tragedia que forma parte como pocas del ideario colectivo de Occidente.

La llegada de La Imprudente a Romeo y Julieta se corresponde con un mecanismo, digamos, natural. La compañía debutó en 2011 con Animalicos, de Daniel Martos; y ya en 2012, el mismo año en que la formación abrió su sala en la Plaza Lex Flavia Malacitana (concebida inicialmente como espacio para sus ensayos y empleada luego también como escuela de formación en artes escénicas, con notable éxito), Shakespeare se convirtió en materia prima gracias a un Julio César que recabó una atención más que merecida por varios motivos: en primer lugar, por la soltura con la que se producía un Shakespeare facturado aquí, con toda la ambición necesaria pero, al mismo tiempo, con toda la valentía a la hora de aligerar el mármol y hablar de tú al texto a través de su puesta en escena; y, en segundo, aunque con no menos determinación, por el arrojo con el que, instaurada la precariedad en el sector a cuenta de la carga impositiva y la pérdida de públicos, una compañía joven se lanzaba a crear su propio tejido profesional con un equipo bien nutrido, giras de por medio y ganas de complicarse la vida. Más tarde, con Animales nocturnos de Juan Mayorga y Combate de Carles Batlle, La Imprudente demostró que también se le daba bien el teatro español contemporáneo, si bien su Don Juan Enamorado, que se estrenó en noviembre de 2013 y que no ha parado de dar vueltas en estos dos años, demostró la sabiduría de Sarmiento a la hora de perderle respeto a los clásicos, con un teatro bien dicho, una traducción estética desenfadada y, sobre todo, mucha música como ingrediente refrescante de la mano del compositor Raúl Suárez. Romeo y Julieta tiene algo de todo esto y a la vez constituye un punto y aparte en la historia, tan corta y sin embargo tan llena ya de vida y trabajo, de La Imprudente.

A la hora de abordar la obra de Shakespeare, Sarmiento tuvo claro desde el principio el público al que quería dirigir en primera instancia sus dardos: "Los adolescentes. Son los grandes olvidados del teatro, no se cuenta con ellos, no se producen obras que puedan interesarles especialmente. Y esto me parece un error, porque precisamente a partir de los 12 años es cuando uno empieza a definir su personalidad, a tomar partido y a crear sus propios modos de identificación. Y es algo fundamental introducir los clásicos en esta edad. Cuando yo era adolescente, a veces me llevaban a ver obras de teatro que divulgaban ciertos modelos de conducta ejemplar, y creo que surtieron en mí justo el efecto contrario. Así que escogimos Romeo y Julieta porque, en última instancia, es una obra que habla del amor entre adolescentes. Cuando empezamos a montarla yo tenía clara la idea de que, por más que predomine una interpretación platónica y redentora, Shakespeare escribió sobre hormonas, impulsos, lo que hace que un chaval de quince años se enamore perdidamente. Y este criterio se ha mantenido durante el montaje".

Pero esta historia de amor primaveral tiene una inmediata traducción política: "Romeo y Julieta me ha recordado siempre a El Padrino. De hecho, es una de las películas que puse a los actores para preparar los personajes. No quería en modo alguno que nuestra obra se pareciera a El Padrino, pero a la vez me interesaba que esta influencia estuviera presente. Romeo y Julieta es un conflicto de poder, entre los Montesco y los Capuleto, y todo en la tragedia conduce a eso. Nosotros hemos reforzado este conflicto desde la misma historia de amor y desde todos los elementos posibles, especialmente la escenografía, que, más allá de que Verona sea una ciudad muy hermosa, está articulada en torno a una escalera con tres peldaños: para que unos personajes puedan subir, otros tienen que bajar. Así es como Shakespeare representa el mundo en Romeo y Julieta".

Otra de las películas que La Imprudente ha consultado para esta producción es Looking for Richard, de Al Pacino: "Hay un momento en que un académico empieza a disertar sobre Shakespeare, y lo utilicé como ejemplo en negativo". En el mismo filme, Pacino interpreta el famoso monólogo del "invierno de nuestro descontento" en un instituto de secundaria, ante un puñado de jóvenes que no parecen entender nada, y Sarmiento recoge el guante: "Para Romeo y Julieta hemos recurrido a la versión de Guillermo Macpherson, porque nos permitía llevarnos el texto a nuestro terreno con más facilidad, aunque no hemos respetado el verso. Yo creo que los adolescentes sí pueden llegar a atrapar la poética de Shakespeare, siempre que no les obligues a hacerlo durante demasiado tiempo y siempre que tengan conciencia de estar presenciando una gran histórica épica. Por otra parte, los clásicos nos permiten hablar del presente sin tener que sacar una bandera, sin necesidad de ser moralistas". Vuelven los amantes. Intactos.

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