Cultura

Entusiasmar o no: ésa es la cuestión

  • Según las pistas que han dejado las ciudades que siguen en la carrera por 2016, la innovación en los procesos culturales y la movilización social han sido los argumentos más valorados por el tribunal para la Capitalidad

Cuando el pasado martes los representantes de la Fundación Málaga Ciudad Cultural presentaron el proyecto de la candidatura de Málaga para la Capitalidad Cultural de Europa en 2016, rechazado por el tribunal europeo competente la semana pasada, el presidente de la misma, Juan López Cohard, afirmó que aún era pronto para detectar en qué se había fallado, y que en la medida en que el resto de candidatas, especialmente las que sí pasaron el primer corte, den a conocer sus proyectos se podría llegar a algunas conclusiones. Todavía son muy pocas las aspirantes, tanto seleccionadas por el tribunal para la segunda fase como excluidas, que han dado pistas sobre sus proyectos, pero ya se cuentan elementos suficientes para llegar a algunas conclusiones.

La ciudad que más información ha dado a conocer sobre su proyecto hasta el momento, además de Málaga, es Segovia, una de las seis que sí pasó el primer corte. El mismo López Cohard confesó el martes que en la Fundación la candidatura segoviana no se contaba entre las favoritas, aunque sí se contemplaban para el éxito otras opciones desestimadas por el tribunal como Cáceres y Santander. La ciudad castellana articula su programa en cuatro secciones, con criterios similares a los que pueden encontrarse en el proyecto malagueño (participación, transformación del entorno), pero atravesadas por una idea básica: la de la innovación. Segovia se plantea a sí misma como un laboratorio en el que experimentar nuevas formas de hacer cultura, y se invita a los ciudadanos no tanto a presentar proyectos, como en Málaga, sino a pensar la ciudad, a analizar los problemas y buscar soluciones a partir de la cultura. Es cierto que Málaga proponía debates ciudadanos sobre aspectos como el medio ambiente y el urbanismo, pero quizá pensando más como un fin dado de antemano que como un medio para renovar la ciudad. En el proyecto malagueño, además, la innovación se ceñía a un apartado, Tradición de futuro, dedicado fundamentalmente a la relación de las nuevas tecnologías y la cultura, pero en Segovia el criterio del laboratorio lo impregna todo como punto de partida. Hay un intento real de buscar expresiones para la cultura nuevas e inéditas, nunca llevadas a cabo en cualquier otra parte, lo que seguro caló hondo en el jurado. En Málaga, quizá el abrir el proyecto a la participación ciudadana sin una intención similar de búsqueda, de adopción de fórmulas distintas, restó calidad de innovación.

Pero donde quizá se nota una mayor distancia entre la candidatura malagueña y las seis que han pasado el primer corte es en su capacidad de generar entusiasmo. La diferencia se percibe especialmente en los vídeos promocionales: el montaje presentado en la defensa del proyecto el pasado 28 de septiembre en Madrid transcurría en un patio abandonado y cerrado que se transformaba en luz y color mediante la actuación de unos artistas de flamenco. Pero la mayor parte de los vídeos de las competidoras transcurren en espacios abiertos en los que se moviliza a los ciudadanos. Especialmente revelador es el de Zaragoza, orquestado en torno al lema Revolución y en el que se ve a prácticamente toda la ciudad en la calle, entusiasmada con la Capitalidad y pidiendo a todo el mundo que se sume. Tanto el vídeo como la exposición del proyecto malagueño incidían en las debilidades de la ciudad (su desorden urbanístico, su índice de paro, una gestión cultural demasiado institucionalizada) y, aunque el jurado valoró esta decisión por honesta, la impresión que la delegación dejó ante el mismo era seguro mucho menos entusiasta. Otro factor que pudo jugar en contra fue el apartado dedicado a las infraestructuras: en los proyectos de Segovia, Córdoba, San Sebastián y Burgos se anuncia la construcción de numerosos equipamientos, pero en Málaga sólo se ofrece como novedad el Auditorio. La misma Fundación Málaga Ciudad Cultural ha argumentado que el hecho de que Málaga cuente ya con numerosos espacios constituía un voto ganado de antemano porque no había que construirlos, pero es posible que el tribunal interpretara este mensaje como inmovilismo, como poca perspectiva de cambio.

Un aspecto esencial, de cualquier forma, es el lema. La mayor parte de las candidaturas presentan motivos directos, contundentes, comprensibles en una sola palabra (lo que resulta de vital importancia si se tiene que defender el proyecto ante un comité de expertos en sólo treinta minutos), como la Revolución de Zaragoza, el Laboratorio de Segovia y hasta las Raíces de futuro de Córdoba. En el caso de Málaga, tanto la idea de Ciudad infinita (como espacio por hacer por su caos urbanístico, con los solares como leit motiv) y la de Traducción (en el uso de la cultura como lengua común de todas las nacionalidades y orígenes) son mucho menos inmediatas, menos evidentes, requieren una explicación para desentrañar su significado. Es una cuestión de matices, pero ya se sabe que los grandes hitos se ganan en las distancias cortas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios