Cultura

España en sus historias

  • El granadino José Enrique Ruiz-Domènec propone al lector contemporáneo una reflexión sobre su pasado en el proyecto más ambicioso de su trayectoria

Redimensionando la tesis clásica de Américo Castro que situaba en las tinieblas del año 1000 la génesis de una entidad histórica que puede empezar a reconocerse como España, marcada desde entonces por el mestizaje cultural y religioso propio del fenómeno converso, pero sin olvidar el basamento de los tres milenios de historia del solar hispano, guiño al testamento historiográfico de Don Antonio Domínguez Ortiz, Ruiz-Domènec se ha embarcado en su proyecto hasta ahora más ambicioso: acometer una narración renovada de la historia de España que, en dialéctica con las crónicas escritas en otros tiempos, aboque al lector contemporáneo a una reflexión sobre su pasado. No es poco, habida cuenta la actual tendencia a la acumulación de información, cada vez menos manejable, si no va acompañada de nuevas preguntas. Y más si se hace implicando al lector en el análisis y las alternativas de interpretación que permiten los relatos históricos de España.

En el capítulo VI, Una tierra, dos pueblos, dos historias, a nuestro juicio uno de los más inspirados de la obra, el autor coteja la percepción del terremoto histórico del 711 en tres documentos fundamentales: el Beato de Liébana, la Crónica mozárabe y la Historia de la conquista de Al-Andalus de Ibn al-Cûtiya. Un mismo acontecimiento fue explicado de distintas maneras, en función de las comunidades a las que iba dirigido el mensaje y sirvió para legitimar las emergentes realidades políticas de la marca catalana, el principado de Asturias o el califato de Al Ándalus. El texto es aquí vehículo formativo, no sólo reflejo especular de un teatro de época. Modelador de las conciencias de resistencia de los hispani y goti, dentro de un Califato en formación que apuesta, a su vez, por la umma (comunidad de creyentes) como garantía de una ciudadanía leal y fideista.

Cabe extrapolar este método de trabajo a otros muchos capítulos del libro que, por razones de extensión, sería imposible reseñar aquí. El documento narrativo es siempre la ventana que nos asoma al pasado y su exégesis condición del saber histórico. Siguiendo este criterio el siglo XV reclama, en la dorsal histórica de España, singular protagonismo. En palabras del historiador en él "se desvela su esencia" (la de España) en la medida que se verbalizan (o alcanzan estatus de escritura) los pliegues de su andadura secular madurados en una mitología gótica que agarra los corazones y tensa las musculaturas hacia una suerte de pulsión expansiva. Es nuestro Grand Siècle que desemboca en el proyecto de Isabel y Fernando: estado dinástico por encima de unión personal.

Otro quicio capital de la singladura que nos propone Ruiz-Domènec es el siglo de las revoluciones y de las asonadas, nuestra triste decimonónica centuria, que sin embargo adquiere en las páginas de este ensayo una encarnadura diferente a la luz del sentimiento individual. Matriz romántica, nos dice, de la historia de España que traba un río de vidas convulsas, contradictorias, irresistibles en apariencia a la horma del filósofo social, bien que de común compartan la interiorización de los miedos anteriores que va a parir un nuevo aquelarre de sombras, mientras se perfila la idea de las Españas antagónicas. Siglo de plumas comprometidas que se vivió con pasión y urgencia para llegar a un desenlace fatal en la siguiente centuria. Quizás por eso la ensoñación resignada de la generación posterior, atrapada entre la realidad y el deseo, entre el casticismo y el europeísmo, inclinada a la búsqueda de una vía propia de modernización sin renunciar a la oriundez de los valores espirituales que bien representa el Idearium del granadino, compatriota del autor, Ángel Ganivet.

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