Peinado: pintando a capricho

¿Quién había dado por terminado el siglo XX? Francisco Peinado descarga su 'Acción Nuclear' en Javier Marín

París muestra sus radiografías íntimas en las arquitecturas del Pompidou

El 'Submarino' (2008-2016) de Francisco Peinado, en la Galería Javier Marín. / Javier Albiñana
Isabel Guerrero

08 de enero 2017 - 02:04

Cuando Goya anunció sus Caprichos en el Diario de Madrid, a finales del siglo dieciochesco, no solamente manifestaba la decisión de desarrollar su obra al margen del encargo, tan encorsetado, sino que advertía algo inquietante: nada menos que su intención de censurar "los errores y vicios humanos… extravagancias y desaciertos que son comunes en toda sociedad civil". De modo que aquel capricho devino en cosa seria, tanto como esa denuncia de la violencia contra las mujeres tempranera e ilustrada, Que se la llevaron (Capricho nº. 8); qué clarividente el sordo, más que algún juez actual, incluso. Pero para seriedad goyesca la que puede apreciarse en Acción Nuclear, la exposición que con un título muy del siglo pasado presenta lo último de Francisco Peinado (Málaga, 1941), veterano de guerra con más de medio siglo de pintura a sus espaldas que lanza dos grandes dardos bélicos en su regreso a la galería de Javier Marín (Duquesa de Parcent, 12), toda vez que cruzamos el umbral de la sala: y es que Helicóptero (2008) y Submarino (2008-2016) comparten tamaño, casi, amén de ese mandato futurista que reclamaba belleza a la industria de la guerra. Cielo y mar se entremezclan en ambas obras, pero no del todo: al fondo depurado de la primera, con la máquina suspendida en el aire (de una delicadeza emparentada con las nubes de Friedrich), se suman unas profundidades irónicas que el pintor ha ido modificando a lo largo de años, quizá aligerando la carga militar del frente subacuático, más estratégico si cabe que el terrestre. Ejemplo de esos modos pictóricos del artista, que hace crecer a sus obras a base de borrón y cuenta nueva, que de una representación camina hacia otra bien distinta; los restos del naufragio permanecen ahí, flotando, como esas maderas que le sirven de lienzo para su imaginario, situado entre lo expresionista y lo onírico.

Aunque no obedece, en principio, a una táctica unitaria, Peinado ha reunido en esta ocasión un conjunto de piezas en los que el criterio temporal alumbra una pasmosa coherencia. Mostrando, de nuevo, su aversión por la superficie lisa, engordándola con elementos orgánicos que dotan de relieve sus imágenes fantasmales. Con un memento mori que recorre toda la propuesta, en piezas exclusivamente dedicadas a la insoportable inexorabilidad del ser, como la redundante Calavera (2015), o Bañera (2013), donde la técnica mixta añade deformidad a un encuadre cercano a lo amable, con esas burbujas travestidas en cráneos. Eso sí, desde el surrealismo de estas piezas -y de lindos extrañamientos como Calamar (2012), que remiten a sus comienzos, acuarelistas, en Brasil- la muestra se dirigirá hacia Mesa apocalíptica (2016), cuyo desequilibrio en la composición y tenebrismo provocan una reacción que oscila entre la fascinación y el espanto, y nos hace pensar en la etimología de la palabra apocalipsis (que en griego significa revelación), pese a que la forma en sí misma nuble cualquier capacidad para entrever la historia que el cuadro refiere. Y si en este punto nos hemos retrotraído al texto bíblico de Juan, en Eslabón del limón (2012) abandonamos la apocalíptica en favor de un evolucionismo ácido, como poco. Óleos sobre madera como Pasaje (2016), Cerdito (2015) o la picassiana Cabeza hilada (2015) servirán de aquí en adelante al artista de soporte predilecto, con la salvedad del lienzo Acción nuclear (2008), donde la silueta humana es atravesada con pinceladas nerviosas y asemeja una diana fácil: aquella en la que nuestra especie se convierte cuando el átomo pacífico degenera en arma.

Descendiendo a las superficies bajas de la galería nos hallaremos ante el Peinado del último trienio; tradicionalmente explorador de sus interiores, continúa ofreciendo escenas propias, las de un creador replegado sobre sí. En su mundo. Aquí podemos contemplar la pintura, y por supuesto lo que amplía el relieve de sus imágenes, aprovechándose del soporte mismo: ahí está ese Rincones para todos los gustos (2016), obra pictórica que deja sabor a collage, con el cartón adquiriendo la forma del cabecero de una cama que parece sacada de la iconología áspera de Kahlo. Abundan las representaciones de habitaciones donde nuestro pintor insiste en esos objetos de una cotidianidad fantasiosa, o en personajes como ese niño-brocheta de Pájaro en la cama (2015). Con el lecho, de nuevo, centrando la composición: tampoco es de extrañar, pues ha sido este motivo una de las constantes iconográficas del pintor malagueño. Cinco son las piezas que, de pequeño formato, contienen esas imágenes creadas en una solitude huraña, con insectos gigantes que minimizan la escala humana y la cuestionan, caso de La Chinche (2015). La exposición de Peinado estará en cartel hasta el 18 de febrero.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

El jardín de los monos

Un homicidio en el cementerio

Lo último