"Toda mi obra es la respuesta a una pregunta: ¿Qué estoy haciendo aquí?"

peter doig. artista

El pintor, uno de los creadores más cotizados en todo el mundo, inauguró ayer en el CAC 'studiofilmclub', una selección de los carteles realizados para su cineclub de Trinidad y Tobago

Málaga/Peter Doig nació en Edimburgo en 1959 y en 1962 se trasladó con su familia a Trinidad y Tobago. En 1966 se marchó a Canadá, donde vivió hasta 1979, cuando decidió formarse como artista en el Reino Unido. En 2000, convertido ya en un pintor ampliamente reconocido, recibió una invitación de Trinidad y Tobago para desarrollar una residencia artística en el país de su infancia. No sólo aceptó sino que decidió instalarse en Puerto España con la familia que él ya había formado. Poco después de su llegada, tras la celebración de un festival de cine, Doig comenzó a organizar proyecciones de películas abiertas al público en la vieja fábrica de ron donde instaló su estudio. Sin posibilidad aún de streaming, las películas llegaban por mensajería en los más diversos formatos desde distintas partes del mundo. Y ante la imposibilidad de contar con la cartelería original, Doig optó por realizar los carteles de las películas para publicitar su cineclub, al que llamó studiofilmclub. Los menús que preparaba el artista era de lo más diverso, con clásicos de Billy Wilder, títulos de corte underground, documentales, rarezas inencontrables, emblemas del cine contemporáneo, obras de Martin Scorsese como Taxi Driver y La última tentación de Cristo y también películas de directores españoles como Carlos Saura, Luis Buñuel y Pedro Almodóvar, quien goza de un particular éxito en Trinidad y Tobago. En estos carteles, sin apenas información, el artista presenta una personalísima lectura de cada cinta, con imágenes sorprendentes y a menudo representativas no tanto del imaginario creado en torno a las películas sino de su particular relación con las mismas. Ayer, Doig inauguró en el CAC studiofilmclub, su primera exposición en España, en la que presenta 166 de esos carteles, la mayor cantidad jamás reunida (el mismo Doig nunca había visto tantos en un mismo espacio). Peter Doig no es sólo uno de los artistas más admirados y reconocidos del mundo (la colección del Centro Pompidou Málaga, por cierto, contará a partir de este verano con una de sus obras emblemáticas, 100 years ago, de 2001); también es uno de los más cotizados, con piezas vendidas en subasta por más de 8,5 millones de euros, cifras a las que no aspiran actualmente más de cinco artistas vivos. La muestra studiofilmclub podrá verse hasta el 25 de junio.

-¿Qué cineasta hay tras el artista que pinta estos carteles?

Entiendo que la imagen artística debe transportarte a otro sitio, de alguna manera, no sé cómo"

-Mucha gente me pregunta por mi relación con el cine y por la influencia de algunas películas en mi obra. No establezco referencias en este sentido, pero me gusta crear en la gente que viene a ver mis cuadros la impresión de que lo que ven no es una imagen estática ni fijada, aunque evidentemente sí lo sea. Entiendo que la imagen artística debe transportarte a algún sitio, de alguna forma, no sé cómo. Considero que mis pinturas no son meras imágenes congeladas. Hay algo más. O eso me gustaría.

-¿Seguía vivo en usted el niño que marchó a Trinidad y Tobago cuando regresó en su madurez?

-Pasé cinco años en Trinidad, durante mi infancia, y no regresé hasta que transcurrieron otros treinta y tres años. Mi padre era un fotógrafo amateur e hizo muchas fotos en Trinidad. A veces, en los años posteriores, nos reuníamos y las veíamos en diapositivas, así que aquellas imágenes permanecieron siempre en mi memoria. Cuando volví la primera vez, en 2000, algunas cosas me resultaban familiares y se correspondían con lo que recordaba, y esto es una sensación muy excitante, muy poderosa. De pronto crees que puedes sobreponerte a una ausencia de treinta y tres años, que puedes conectar con aquel sitio como si no te hubieras ido del todo. Es una de las emociones más potentes que he experimentado, muy extraña, pero a la vez muy reconfortante. Además, me sentí muy bien recibido por toda la gente que conocí, como si realmente me hubieran estado esperando, lo que no dejó de sorprenderme. Piensa además que durante aquellas tres décadas la sociedad de Trinidad y Tobago había cambiado muchísimo: cuando marché allí con mis padres el país acababa de ganar la independencia y en mi regreso la independencia ya era algo muy asumido. Pero sí, fue maravilloso.

-Casi siempre se asocia su pintura a los sueños y a la imaginación. ¿Es ésta la prueba de que aquel niño no ha muerto del todo?

-Supongo que hay una parte de mí que se mantiene primitiva, primaria. De hecho, casi me obligo a pintar cosas que resulten atractivas de un modo muy, muy elemental. No siempre hay una mediación intelectual. En todo esto hay por supuesto mucho de juego, ganas de pasarlo bien, aunque nunca de un modo cínico. Pero si algo consigue llamar mi atención a ese nivel primario, entonces considero que puede ser positivo, que puede servirme para hacer un buen trabajo.

-¿Le importa a usted el público? ¿Piensa en la gente que va a ver sus cuadros cuando pinta?

-No necesariamente pienso en el público cuando pinto. En el estudio, el primer espectador siempre eres tú; y si haces algo que te pueda resultar interesante a ti, entonces tal vez pueda ser interesante para alguien más. Pero el primero eres tú. Yo no pienso el público, pero sí pienso en mí como espectador. Por eso me alegro cuando un cuadro que hago me parece atractivo. En los pósters de cine el proceso es muy distinto, porque va todo mucho más rápido y es todo muy directo, hay muy poca información, por mucho que estén dirigidos a los espectadores potenciales de una película. Pero un cuadro sí necesita más información. La suficiente como para que al público, empezando por ti, le guste.

-Picasso decía aquello de "yo no busco, yo encuentro". ¿Qué opina usted al respecto?

-Buena pregunta. Es muy propio de Picasso eso de encontrar. Cuando haces arte buscas, claro que buscas. Sigues pistas, vas por un lado, vas por otro, en busca de un determinado objetivo. Y mientras buscas, la pintura cambia. Llega un momento en que ya se corresponde con lo que tenías en la cabeza, durante el proceso parece encontrar su propio camino y sigue adelante de otra forma. Evoluciona, como un ser vivo.

-Lo paradójico es que Picasso dejaba casi todas sus obras inacabadas, como si lo que encontraba no le interesara tanto al final. ¿Lo importante es el viaje?

-Así es. Estos días he podido visitar aquí en Málaga el Museo Picasso y he disfrutado especialmente sus últimos cuadros, los que hizo cuando ya era un anciano. Sobre todo los de gran tamaño. Son muy reveladores respecto a lo que Picasso pensaba y lo que sentía, la manera en que conectaba su cabeza y su corazón con sus manos mientras trabajaba. Su viaje queda asombrosamente explícito. Picasso tenía ese don, podía dibujarlo absolutamente todo.

-¿Admitiría a Picasso entre sus influencias?

-Eso de las influencias cambia con el tiempo. Para mí ha sido una influencia muy importante un artista de Trinidad y Tobago que falleció recientemente, Embah. Estuvimos muy unidos, trabajamos juntos en el estudio durante muchos años. Pero admito influencias de artistas muy distintos. Hoy te hablaría de Sigmar Polke, por ejemplo. Pero no incluiría a Picasso. Matisse me resulta más útil. Picasso es Picasso, y no hay nada más que hacer. Es demasiado particular. Matisse es más abierto. Esto no quiere decir que uno sea más interesante que el otro, pero a la hora de recabar influencias Matisse lo pone más fácil.

-¿Alguna vez ha pensado usted sobre sí mismo como si fuese una especie de Paul Gauguin, aunque el mundo globalizado dificulte hoy en día el hallazgo de paraísos naturales en otras latitudes?

-A cambio de clichés.

-Eso es.

-Supongo que la respuesta a esa pregunta está en mis cuadros. Porque todos ellos responden a la misma pregunta: ¿Qué estoy haciendo aquí? Es una pregunta que han asumido muchos artistas y que genera siempre mucha controversia. Porque la respuesta va a depender mucho de quién eres, de si eres blanco o negro, de si eres hombre o mujer. Y también va a depender del lugar donde estés. Yo también he sido pintor en lugares distintos y siempre, en cada sitio, me he hecho la misma pregunta. Mis cuadros son la respuesta.

-Pero, ¿se siente más un artista europeo, o caribeño?

-Hace pocos meses publiqué un libro con Derek Walcott, quien tristemente falleció hace unos días. De hecho, el último libro que escribió Walcott lo hizo conmigo. Él es un poeta caribeño, pero su obra pertenece a todo el mundo. Y Walcott logró esto creando una obra poética desde el Caribe que aspiraba a abarcarlo todo. Él demostró que es posible hacer esto. Y yo soy muy consciente de esa posibilidad, de que puedo hacer lo mismo. En los poemas que escribió para este libro, Walcott me hacía algunas preguntas. Y, esencialmente, me preguntaba qué puedo hacer yo. No sé soy europeo o caribeño, imagino que soy la mezcla de muchas cosas. Derek Walcott nació en el Caribe, pero tenía ascendencia inglesa y africana. Él también era la mezcla de muchas cosas.

-¿Se identifica con el Peter Doig que figura entre los artistas más cotizados del presente? ¿O ese tipo que vende obras por tantos millones de euros es para usted un extraño, incluso algo peor?

-No hace mucho conocí en Trinidad a las hijas de Derek Walcott, que son algo más jóvenes que yo. Ellas me hablaban de su padre, y del poeta, como si fuesen dos personas diferentes. Y creo que de eso se trata. Pienso en mí, en mi día a día, en la dificultad que tengo para encontrar un rato y ponerme a pintar en el estudio. Y luego está todo lo demás, todo el asunto del mercado, de las subastas, de las cotizaciones, de lo que se ocupa otra gente, no yo. Pero, desde luego, todo eso de lo que se ocupa esta otra gente no me ayuda en nada a encontrar mi tiempo para pintar. Al contrario. Hablábamos antes de lo que encuentra uno cuando pinta, pero para encontrar hay que pintar. Y no puedes imaginarte cuánto llegan a estorbar todas esas cantidades enormes con las que trabajan otras personas.

-¿Demasiado ruido?

-Sí, demasiado. Cada vez cuesta más seguir adelante.

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