'La Traviata' en la Temporada Lírica del Cervantes

Un brindis al gusto de Verdi

  • ‘La Traviata’ y Ainhoa Arteta conquistaron al público en el ensayo general abierto que ofreció el Teatro Cervantes

Ensayo general de 'La Traviata' en el Teatro Cervantes.

Ensayo general de 'La Traviata' en el Teatro Cervantes. / Javier Albiñana (Málaga)

Frente al tono litúrgico y proclive a cierta distinción que adquieren por lo general las funciones de la temporada lírica del Teatro Cervantes, los ensayos generales previos abiertos al público (medida que empieza a hacerse habitual dada la ingente demanda de entradas por parte del público y que permite pensar, tal y como apuntaba en este periódico el barítono Juan Jesús Rodríguez, en la conveniencia de añadir una función más a las dos con las que decide contentarse la dirección del teatro) ofrecen en los palcos y plateas (el patio de butacas se reserva en su mayor parte a la mesa de trabajo para el director de escena y los ténicos) un paisaje humano mucho más diverso y espontáneo: se adivinan los no iniciados que tal vez debutan como espectadores de ópera, los clanes familiares, los amigos expectantes y quienes acuden a quitarse cierto gusanillo. Este miércoles volvió a suceder con La Traviata, el montaje que coproducen el Teatro Cervantes de Málaga y el Teatro Villamarta de Jerez, que tendrá sus funciones oficiales este viernes y el domingo y que antes tuvo un abultado ensayo general con hechuras de gran estreno.

Y lo cierto es que tanto quienes acudieron a disfrutar con la gran estrella del elenco, la soprano Ainhoa Arteta, como quienes lo hicieron guiados por el gancho verdiano, encontraron un montaje que jugaba a respetar los lugares comunes de lo que el público mayoritario entiende por una gran ópera, con todos los ingredientes, digamos, predecibles en cuanto a puesta en escena e interpretación. Pero, más allá de su impecable factura mainstream, y de todo lo predecible que quiso ser para dejar a todo el mundo contento, nuestra Traviata brindó señas de identidad propias nada desdeñables, especialmente en una iluminación suave, favorable a los contrastes.

El público estalló en júbilo y en aplausos tras la interpretación del popular 'Libiamo' en el primer acto: ya estaban todos los ingredientes servidos

Eso sí, el montaje responde con vocación de fidelidad a lo que Verdi pretendió a la hora de adaptar al teatro cantado (con sus correspondientes licencias) La dama de las camelias de Alejandro Dumas. Para ir directos al grano, y como no podía ser de otra manera, el público estalló en júbilo y en aplausos tras la interpretación del popular Libiamo del primer acto. También el director de escena, Francisco López, aplaudía desde su puesto en señal de aprobación. Para entonces ya estaban servidos todos los ingredientes: la cuidada y esmerada escenografía, clavada como un dardo en el imaginario al uso para el episodio del brindis; el oficio espectular de Ainhoa Arteta, capaz de hacer parecer fácil lo mas difícil; la asombrosa técnica del tenor Antonio Gandía en el papel de Alfredo, soberbio y generoso; la afinación lograda y festiva del Coro de Ópera; la eficacia de la Orquesta Filarmónica de Málaga al ejecutar la lectura de la partitura a cargo del director musical, José María Moreno; y era de justicia alabar en este primer acto al malagueño Luis Pacetti en su estupenda recreación de Letorières. Eso sí, había que esperar al segundo para disfrutar de la plenitud del barítono Juan Jesús Rodríguez, especialmente aplaudido. Ninguno (destacó, y cómo, la Annina de Alba Chantar) se reservó un ápice en un ensayo que fue una celebración de la lírica.

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