Manuel carrasco. cantante

"En este disco he buscado ser lo más verdadero posible"

  • El onubense acaba de publicar su sexto álbum, 'Bailar el viento'', un trabajo luminoso de letras más directas y un pop más actual

En los cien metros que separan el taxi y la redacción de este periódico, Manuel Carrasco se para exactamente en seis ocasiones para acceder a las peticiones de sus fans y lo hace con una sonrisa completamente creíble. El onubense promociona Bailar el viento (Universal), el sexto álbum de su carrera, que ayer salió a la venta, consciente de que parte de su éxito radica en su natural sencillez y en la franqueza que practica. De hecho, habla con la seguridad de quien admite no tener "un plan B" a la música y se ilusiona cuando se le pide una recomendación: "Los Antílopez. Hay que verlos en directo" o se le pregunta por sus influencias: "Camarón, Serrat, Silvio, Los Beatles, Sabina… De él me quedo con lo que le sobre", asegura Carrasco, que este martes firmará discos en el centro comercial Rosaleda en Málaga desde las 17:00.

Al final, para este artista las canciones son su liberación. El espacio donde predicar el optimismo e indagar en los anhelos porque, sin saberlo, coincide con Carson McCullers cuando escribió en La balada del café triste aquello de que "el amado no es más que un estímulo para el amor".

-¿Qué tiene el disco del Manuel de siempre y qué de distinto?

-Del de siempre la forma de cantar y de escribir, aunque esta vez he sido más directo, y de diferente: la producción. El sonido es abierto, más internacional. Las canciones tienen un estilo pop muy actual, que encaja muy bien conmigo.

-En el título y en las letras se respira melancolía, ¿ha sido casual lo de sacarlo en otoño?

-Sí. De hecho creo que es mucho más luminoso que Habla, aunque soy muy nostálgico y es inevitable que eso se note…

-Sobre todo, en canciones como Pequeña sonrisa sonora o Siendo uno mismo, con tanto de autobiográfico ¿no es eso sincericidio?

-Es que no hay otra. Siento una conexión brutal con la música porque es ahí donde me libero. La música me quita los miedos.

- Pero, ¿no teme caer en el autoplagio?

-No temo, pero sí soy muy autocrítico y estoy muy pendiente de no repetirme. Le dedico mucho tiempo a repasar las canciones porque es algo que me preocupa.

-Entonces, ¿cuándo da una canción por terminada?

-Cuando me deja tranquilo. Si tengo la necesidad de preguntar, qué te parece, ya sé que algo no funciona. Por suerte la mayoría de esas no llegan a buen puerto. Aun así es una putada quedarse contento del todo porque te planteas si es a lo máximo que puedes llegar.

-Lo de haberse hecho optimista con los años, ¿le ha salido natural o es fruto de las circunstancias?

-Ha sido un poco las dos cosas pero, evidentemente, nace de mí. De querer vivir la vida desde ese punto. De todas formas, a veces escribes para autoconvencerte y decirte que las cosas van a ir mejor. No sólo se escribe a lo que se siente sino a lo que se quiere, a lo que te gustaría vivir…

-¿Le quita la razón a Benedetti con lo de que un pesimista es un optimista bien informado?

-(Risas) Lleva toda la razón; pero sí es cierto que a veces nos volvemos demasiado autoexigentes. En este disco hablo de eso, de la necesidad de quitarle peso a las cosas y de desprendernos de lo que nos pesa. No vivir tanto para los demás sino para uno mismo.

-Porque ¿nos salva más el amor, el humor o la inteligencia?

-Pues no sé si falta alguna pata, pero desde luego esas tres son fundamentales para seguir adelante. Aunque -piensa- igualmente hay que caerse y aprender.

-Sabe que ahora dirán que está en su madurez artística, ¿eso es como el reloj biológico?

-No sé. Siempre he sentido que he ido avanzando en cada álbum pero ni sé si he alcanzado mi madurez ni lo pretendo porque igual significa parar y no quiero pararme. Lo que soy es más consciente de lo que era y más responsable. Éste es sin duda el disco que he trabajado más de toda mi carrera porque he buscado ser lo más verdadero posible. Y para conseguir eso no sólo hay que buscarlo sino que encontrarlo.

-Claro que madurar también tiene desventajas. ¿Qué no le gustaría perder?

-La capacidad de sorprenderme para poder sorprender. Antonio Carmona me dijo un día: "qué bien tío, porque no siempre te va a salir un disco mejor" y me dejó a cuadros. Nunca me lo había planteado y pensé si éste me lo dice… Sé que cada vez será más difícil pero quiero seguir pensando y sintiendo eso.

-¿Le condicionan las expectativas del público?

-Es una de las cosas que hay que sobrellevar bien. No puedes perder tu identidad pensando en que hay mucha gente que te va a escuchar o en la moda de ese momento. Abstraerse de eso no es fácil pero, en mi caso, la presión me la pongo yo. No tengo miedo de fallarle a la gente, tengo miedo de fallarme a mí.

-Quédese con uno de estos nombres: Arcángel, Javier Ruibal o Alejandro Sanz...

-Imposible, cada uno en su estilo es único. Arcángel me toca la vena de la tierra, de la música de la que bebí. Alejandro es el artista que ha abierto el camino a los de mi generación, lo ha conseguido todo. Y Javier es una de mis grandes debilidades. Un tío cuya música me hace sonreír por fuera y por dentro. Es auténtico.

-Sus fans siempre destacan que usted es "muy de aquí".

-Porque lo soy. He cantado sevillanas, flamenco, he salido en carnavales... Soy uno de ellos. Luego he escuchado otras cosas, como a John Meyer, que me han volado la cabeza. Pero no me vuela como a alguien del norte, sino como un andaluz.

-De hecho, en La Voz Kids, cinco de seis del jurado son andaluces y el ganador también. ¿Hay más arte en Andalucía?

-Lo que está claro es que el que aquí canta bien y tiene talento, tiene un pellizco especial que no se da en otro sitio. Es diferente, araña. Hay algo que conecta, es nuestro.

-Ahora que lo menciona, cada vez hay menos flamenco en sus discos...

-Porque lo que intento es que de la mezcla salga algo interesante. El flamenco me sale solo, está en mi voz e incluso en mi forma de componer.

-¿Qué le han hecho recordar los niños de usted mismo?

-Los niños conservan algo que nosotros vamos perdiendo y que en ellos está intacto. La espontaneidad, la naturalidad... es muy emocionante. Eso sí, se pasa fatal.

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