Cultura

La libertad en la cámara

  • Internos de la Prisión Provincial realizan sus propios documentales en un proyecto único auspiciado por las productoras El Árbol Boca Abajo y Malaparte

Dadme una cámara y contaré una historia, dijo el clásico. Ese oficio, el de contador de historias, es uno de los más antiguos y uno de los que más satisfacciones reporta. En una prisión, las posibilidades al respecto se disparan. Y tres jóvenes cineastas malagueños han tenido ocasión de demostrarlo mediante un proyecto que ha permitido a una veintena de internos de la Prisión Provincial contar sus historias cámara en mano, según el lenguaje cinematográfico. El resultado de la experiencia son cuatro documentales realizados por estos reclusos y una iniciativa única en España de la que se dará cuenta en su presentación, hoy a las 19:00 en el Museo Picasso Málaga.

La iniciativa, según informaron sus artífices, nació del cineasta Jorge Peña, documentalista vinculado a la productora El Árbol Boca Abajo. Su idea consistía, en un principio, en poner en marcha un proyecto sobre la comunicación a través del cine documental y en el que se expusiera cómo se hace un documental a través de uno o varios documentales. La prisión parecía el lugar idóneo para llevarlo a cabo. Peña tuvo que marcharse a Barcelona y el proyecto quedó en manos del director Nacho Sánchez, también vinculado a El Árbol Boca Abajo, quien buscó apoyos en otros dos cineastas: Ángel Galán, que durante cinco años había trabajado en México en programas de formación documental, y Alberto Jiménez, de Producciones Malaparte. Dicho y hecho. El proyecto, en forma de taller, se celebró durante dos semanas entre finales de enero y comienzos de febrero de este año, gracias al apoyo del director de la prisión, Ángel Herbella.

Tal y como explicaron los realizadores, la primera semana estuvo dedicada a la teoría del cine documental, con sesiones que se celebraban cada día durante tres horas, coincidiendo con el tiempo libre de los internos (pertenecientes a los módulos 3, 5, 11 y 12 de la Prisión Provincial, en su mayoría españoles aunque también procedentes de países como Paraguay y México y de un espectro social diverso en cuanto a género y edad). Aquellas sesiones consistían, esencialmente, en la proyección de películas documentales que luego se analizaban. El último día de esta primera semana asistió el también documentalista Manuel Jiménez, que proyectó su película La aldea perdida y la sometió después al debate de los participantes.

En la siguiente semana, los veinte reclusos se distribuyeron en grupos y comenzaron a rodar con los equipos que Sánchez, Galán y Jiménez pusieron a su alcance y con su asesoramiento técnico. Aunque se les dio libertad temática, todos quisieron contar sus historias, su vida en la cárcel, los motivos que les condujeron allí, sus esperanzas, lo que tienen fuera, los sueños que persiguen. Y así se rodaron cuatro documentales, editados posteriormente por Nacho Sánchez fuera del centro penitenciario a partir del material aunque con algunas sesiones de premontaje en la prisión en la que participaron los autores, aportando dudas e instrucciones precisas. Los documentales, de entre ocho y diez minutos de duración cada uno, y sus respectivos creadores, son: Duro privilegio, de Juan Fernández, Felipe Rojas y William López; La llamada, de José Antonio Valle, Alfredo Rocha, Juan Fernández; Llenando el vacío, de Vidalina Amarilla, Beatriz Macías, M. J. Muñez, Ángeles Romo, Vielka Ortiz; y Tras estos muros hay personas, de J. M. Carnero, Diego Marques, Salvador Gallego, Francisco Zurita y Francisco Salido.

El mismo Nacho Sánchez explicó que para los tres cineastas implicados en el proyecto "la experiencia ha sido espectacular, porque realmente no sabíamos muy bien qué nos iban a encontrar. Sin embargo, todos los alumnos del taller mostraron una actitud increíble, siempre trabajaban las tareas que les dejábamos de un día a otro y fueron comprendiendo muchísimas cosas. De hecho, las dudas que planteaban eran muy interesantes. La sensación que tuvieron ellos, según nos contaban, era la de haber pasado dos semanas prácticamente fuera de la cárcel, ya que tenían la cabeza en sus proyectos. Y se sintieron muy a gusto porque habían podido contar lo que les dio la gana, sin ningún tipo de censura". Así sabe la libertad: a una película.

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