Cultura

Del magisterio porteño

Luis Manuel Ruiz. Agaida. Sevilla, 2010. 193 páginas. 8 euros.

No es raro imaginar a un émulo de Borges. En cierto modo, la emulación es quien lo convirtió en un escritor de perdurable huella. Sin las Vidas imaginarias de Marcel Schwob, sin la literatura de Lugones, sin determinados relatos de Apollinaire o Chesterton, Borges sería una menguada nota al margen de la literatura del XX. No obstante, en la escritura del argentino la cultura se aparece ya como un tentáculo de la ficción, como una imperfecta réplica de otros saberes previos (de ahí sus modernidad y su triunfo), y esto es lo que despliega meridianamente la cabal inteligencia de Luis Manuel Ruiz, quien firma este soberbio y ejemplar volumen de Sesión continua.

Quiere decirse que Sesión continua, merecedor del VII Premio Iberoamericano de Relatos Cortes de Cádiz, no es tanto el homenaje a un estilo y una sintaxis reconocible, como la prolongación de una incertidumbre cuyos orígenes, cuya escondida horma, hay que buscar en los relatos de Poe y en la literatura irracional que surge en los amenes del siglo XVIII. A la excelente prosa de L. M. Ruiz viene a sumarse, pues, el menudo conocimiento de unas inquietudes, de un modo de pensar, que antes habían atravesado la obra de Spinoza y de Benjamin, de Freud o de Zenón de Elea. Esto es, lo innumerable, lo cierto, la individualidad y su reflejo en las confusas aguas del linaje. Todo el XIX gravitará, sumido en el terror, sobre estas mismas inquietudes. Borges o Lugones, más el altísimo magisterio de Apollinaire y Schowb, le sumarán el nebuloso prestigio, desértico y fatal, del Antiguo Testamento. En Visión del paraíso es un profeta del tiempo de las Cruzadas quien descubre que mundo y que trasmundo quizá se pertenezcan de un modo misterioso. En La casa blanca, sospechamos que hay fuerzas que rigen infantilmente, poderosamente, nuestros días. En La otra, Secretos de familia y Fin de semana en el Niágara, es el problema del otro, del doble, de la insólita geminación de nuestra personalidad, aquello que desborda el raciocinio humano. Algunos de los cuentos aquí incluidos pertenecen al género mudadizo y fértil de la science-fiction. Otros, parecen anclados en una antigüedad levítica cuyo rostro, cuyas costumbres, son sin embargo las nuestras. El hallazgo de estos memorables relatos es, sin duda, la extrañeza. Pero no sólo la extraña forma en que dejamos de ser, llegada la hora del espanto; sino el escalofrío, el cansancio, la docilidad, el modo previsible (y no obstante inesperado) en que habíamos imaginado ser diferentes.

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