Cultura

Que las musas se fuman

  • La revista 'Litoral' culmina su recorrido gastronómico con un número dedicado al humo del tabaco, aliado indispensable de la literatura, el arte, el pensamiento y el cine

La revista Litoral, fundada en Málaga en 1926 por Emilio Prados y Manuel Altolaguirre para erigirse en órgano de expresión poética de la Generación del 27, culmina con su último número, dedicado al humo del tabaco, el banquete que comenzó en 2006 con la entrega centrada en la gastronomía y prosiguió en 2008 con la del vino. "Mientras hacíamos los números de la gastronomía y del vino, surgió la idea de que en ese banquete faltaba el cigarrillo final. Nos aparecían imágenes de fumadores y se empezó a construir este Litoral, primero como una coletilla del número del vino, pero después vimos que había mucho material", explicó en una entrevista el director de la revista, Lorenzo Saval.

El recorrido que hace Litoral muestra cómo muchos "de los más grandes científicos, escritores o pintores fueron fumadores empedernidos", según Saval, que cree que éste es un número "para fumadores, para ex fumadores y para quienes no han fumado nunca". Sin embargo, no hay en el ejemplar una apología del hábito de fumar, puesto que nada más abrir la revista, aparece un recorte de la pipa de Magritte en este caso acompañada de la leyenda Litoral n'est pas une pipe y, tras este recorte, la obra de Van Gogh Calavera con cigarrillo encendido, lo que supone un "mensaje subliminal de que esto mata". "Todos somos conscientes de que el tabaco es malo, pero no se puede negar su presencia en el cine, la literatura y el arte", añadió Saval; y es que, como indica en su artículo el asesor literario de la revista, José Antonio Mesa Toré, "fumar nunca fue perjudicial para la salud del arte".

A lo largo de sus páginas, Litoral hace un recorrido histórico "desde que llegó Colón a América y los indios le dieron hojas secas, que eran el mejor regalo que le podían dar, porque era la manera en que se comunicaban, a través del humo, con la divinidad". A través de ese recorrido se descubre que en la Segunda Guerra Mundial los propios médicos aconsejaban enviar cigarrillos a los combatientes o que en 1946 una publicidad aseguraba lo siguiente: "Más doctores fuman Camel que ningún otro cigarrillo".

Ya en el apartado de la relación de la cultura con el tabaco, Rafael Inglada presenta una cronología del humo en la vida de Picasso, desde que el 25 de octubre de 1881, al nacer, comenzara a respirar al recibir una bocanada de humo del puro de su tío médico, Salvador Ruiz Blasco, episodio que, al parecer, resultó decisivo para que el futuro pintor superara un severo revés en su alumbramiento.

También se recuerda que Thomas Mann escribió en La montaña mágica que no comprendía "que se pueda vivir sin fumar", porque, "sin duda, es privarse de lo mejor de la vida y, en todo caso, de un placer supremo", o que André Gide aseguró que, para él, escribir era "un acto complementario al placer de fumar".

Por su parte, Moliere aseveró por boca de su Don Juan que "Quien vive sin tabaco, no merece vivir", y Mark Twain proclamaba orgulloso: "Dejar de fumar es muy fácil; yo lo he dejado ya como cien veces".

Este Litoral aborda además la presencia del humo en el cine, la música y el arte, y toda la "parafernalia" que rodea al tabaco, como las pipas, las boquillas, el papel de fumar, los encendedores o los ceniceros. Todos ellos han formado parte de la iconografía popular del siglo XX, especialmente desde que el séptimo arte comenzó a emplear el humo del tabaco como mecanismo para la ambientación de ambientes. Imaginar a Rita Hayworth, Bette Davis y Humphrey Bogart sin sus respectivos cigarros resulta casi tan grave como figurarlos fuera de sus personajes.

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