El centro ha muerto. Viva el centro. Bien pudo anunciar así Albert su adiós, quizás temporal, porque es joven; pero sus errores a todas luces incomprensibles, le han empujado a abandonar la primera línea política. Quiso ser la derecha sin complejos y acabó siendo el no-centro estrellado.

Ciudadanos ha sido un partido simpático para muchos españoles moderados que no se encontraban, en momentos puntuales, a gusto con PP y PSOE; también para quienes no tenían problemas morales con los planteamientos sociales (interrupción del embarazo, ley matrimonio igualitario, eutanasia…) ni fijaciones estrictas en lo económico, donde podían abrazar ciertos planteamientos liberarles en ese campo.

Borgen fue la guía, hubo quienes vieron en Albert Rivera a Birgitte Nyborg, pero en realidad él nunca fue ella, ella era Inés Arrimadas.

La ambición no siempre es mala, pero entre los 57 escaños del 28 de abril, con un planteamiento rozando lo ultraconservador, y los 10 del 10N, existe, mejor, existían, los 31 del partido moderado de la serie que les dio el gobierno. Quiso volar alto sin motor y abandonó la centralidad que ocupaba o pudo haber ocupado un espacio que a ratos en el espectro político de nuestro país está huérfano, pero ese espacio tiene límites estrechos y frágiles, y no supo o quiso entenderlo porque las luces del escenario lo deslumbraron.

Los partidos cuyos fundadores están muertos, físicamente me refiero, como ocurre con el Partido Popular o el Partido Socialista, lo tienen más fácil que quienes tienen a papá o mamá al frente de la cosa, porque sus líderes difícilmente pueden cruzar las barreras y principios marcados por los padres fundadores, aunque en ocasiones lo intenten e incluso lo logren, pero hasta que cometen errores y el peso de la tradición devuelve todo a la casilla de salida.

Ahora, Ciudadanos afronta la tercera temporada de la serie sin haber catado la segunda, donde todo vuelve a empezar y donde, tras perder, Nyborg cede el liderazgo. El resto es ficción, como la creencia de Rivera de asaltar el colchón de Moncloa.

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