¿Celebraciones a los 775 años?

Nos vendría bien reflexionar sobre la oportunidad de tantas cosas "extraordinarias" como nos estamos acostumbrando a ver

Como muchos, soy de los que asiste regularmente a las procesiones "fuera de temporada", sobre todo de las hermandades de gloria, algunas de ellas auténticos regalos, he escrito no hace mucho tiempo, de la ciudad cualquier tarde perdida del otoño o la primavera, y muchas con más solera que varias que procesionan durante la Semana Santa. No me encontrarán, por tanto, en esa severísima cofradía a cuyos integrantes solo les está permitido coger del armario la chaqueta azul la mañana esplendorosa del Domingo de Ramos para dejarla lista para el tinte bien entrada ya la noche del Sábado Santo.

Pero me van a perdonar mis amigos del Santo Entierro, el Consejo de Cofradías y hasta el reverendísimo señor Arzobispo: no encuentro ninguna explicación convincente para la celebración de otro Santo Entierro grande en 2023, más allá de las ganas que todos tenemos de ver pasos por las calles después de lo pasado con la pandemia. Según leo, lo que este acto extraordinario se presta a conmemorar son los 775 años desde la reconquista de la ciudad por el rey santo Fernando III en 1248. Dejando el beneficio de la duda a la oportunidad de vincular la toma de Sevilla con a una procesión extraordinaria (¿es esa la función de las hermandades en pleno siglo XXI?), lo que produce cierta sorpresa es hacerlo a los 775 años, cifra poco redonda que sugiere más interés en celebrar por celebrar que otra cosa. Porque entonces, cuando lleguen los 800 años, ¿se hará otra con los pasos que en esta ocasión se han quedado sin salir, para júbilo de polemistas capillitas sin remedio? O como me decía el otro día un amigo, ¿qué dejarán para 2033, cuando se cumplan exactamente 2.000 años del hecho que precisamente se conmemora?

Cuando estos tiempos extraños pasen y la vieja normalidad nos permita abordar los temas con un poco de perspectiva, bien nos vendría reflexionar sobre la oportunidad de tantas cosas "extraordinarias" como nos estamos acostumbrando a ver, incluso aquellos que, con pesar, no participan de la fiesta. Porque todo tiene un límite, y en una sociedad cada vez más secularizada, donde nosotros vemos fe y tradición otros pueden ver abuso y despilfarro, y además con su parte de razón. Dicho esto, por supuesto que no pienso perderme el próximo Sábado Santo a la Virgen de la Amargura, y allí estaré con mi chaqueta con los demás. Aunque no salga como solía el paso grande de Los Panaderos.

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