Celia Villalobos se ha despedido cinco minutos antes de que la mostraran la puerta de salida. Lo ha hecho desde la televisión, el medio que la catapultó casi como chica Hermida, y adonde acudió a suavizar la imagen de la derecha en España con sus postulados favorables al aborto, por ejemplo. Una carrera política de 33 años con aciertos y sonadas polémicas por sus salidas de tono. Ni pudo ni quiso nunca pasar desapercibida.

Llegó por la puerta de atrás de la mano de Fraga. La Alianza Popular de entonces recibió a la malagueña como paracaidista impuesta por Madrid. En 1995 se consagró. Las diferencias entre PSOE e Izquierda Unida impidieron que Antonio Romero alcanzara la Alcaldía de la capital, pese al sorpasso electoral ante los socialistas, que también habían enviado un peso pesado a la "batalla de Málaga", Eduardo Martín Toval, fallecido hace unos semanas en Rincón de la Victoria. Villalobos supo maniobrar en su minoría e incluso sacar por consenso un plan general para la ciudad. Impulsar el demandado Palacio de Ferias y Congresos de Málaga y abrir la espita de la emblemática peatonalización de la calle Larios. Además, del atrevimiento de meterle un túnel a la Alcazaba.

Pero siempre ambicionó ser ministra y cuando Aznar la llamó en 2000 no lo dudó. Su salida después tras la crisis de las vacas locas y su ocurrencia sobre el tipo de huesos con que se debía condimentar el cocido, cercenó su paso por el Gobierno. Nunca recuperó el afecto por su mentor ministerial. La llegada de uno de sus pupilos al frente del PP, Pablo Casado, ha facilitado el desenlace. Villalobos apoyó a Sáenz de Santamaría en las primarias del partido. Y aún en aquella época soñaba con reverdecer días de gloria si la ex vicepresidenta conseguía el triunfo.

Los gritos a Manolo, su chófer, mientras era vicepresidenta del Congreso, o sus juegos con el candy crush para superar el tedio de algunas sesiones, también le han proporcionado indeseados minutos de gloria. Fue objetivo del comando Andalucía de ETA. Y hace poco aconsejaba al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que diera el relevo a otro. Sin embargo, ella nunca encontró razones para finiquitar su etapa. Sin apoyos en el partido ni de tirios ni troyanos, y con un último intento frustrado, aseguran desde su partido, de lograr la presidencia del Puerto de Málaga, Villalobos entona su canto del cisne. ¿Se conformará con ser un jarrón chino?

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