La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Ganó la mentira

Nuestros representantes se dedican a defender sus escaños, esos que a ellos les valen para poder seguir siendo alguien

Porque nos habían dicho por activa y pasiva, por el conducto reglamentario de las distintas comparecencias públicas ante periodistas y demás informadores de lo cotidiano, que no habría referéndum. Y hubo votación, aunque no la podamos llamar referéndum. Y hubo colas, colegios abiertos, urnas, cabinas de votación. Hasta tractores en las puertas de los colegios.

Porque nos habían dicho que la ley se cumpliría, y quienes se atrevieran a incumplirla notarían el peso de su carga con el Estado de derecho de referencia. Y aún hoy sigue tan panchos en su gozo independentista los presuntos sediciosos que han alterado la convivencia democrática y constitucional en Cataluña.

Porque el jefe de los Mossos prometió acatar las órdenes que manaran de la justicia como policía judicial que son; y nos reprochó que osáramos poner en duda su profesionalidad, su obligación responsable de cumplir la ley. Pero el día que más falta hicieron se fueron a fumarse un puro de satisfacción a ciento cincuenta metros del tumulto, abandonando a sus compañeros de policía y guardia civil, solo como lo hacen los malos compañeros.

Porque intentaron colarnos que la votación era posible de cualquier manera, en cualquier sitio, con cualquier documento, cambiando las normas cada quince minutos, cuando su propia ley, aprobada a martizallos de sus propias conveniencias en un Parlament que ignoró a la oposición totalmente, exigía un método, unas reglas, un protocolo que ellos mismos incumplieron.

Porque quisieron violentar a la opinión pública poniéndola de su parte de manera amarillista, deslizando fotos de supuestos heridos inexistentes, dando claramente a entender que su misión era propagandística, pues a la propaganda confiaban el único resultado victorioso posible de la consulta, la que algunos llamaron botifarréndum.

Porque nos dijeron que votaron más de dos millones trescientos mil electores, sin más soporte probatorio que la palabrita del niño Tururull, el cuentista oficial del Govern al que llaman eufemísticamente portavoz. Tuvieron el detalle de no irse muy arriba con el "sí", y quedarse en un emocionante 90% de votos favorables a la ruptura. La búlgara podría haber ido aún más cerca del cien por cien, pero no les dimos tiempo.

Porque nos han embutido en la defensa de la Constitución a quienes gozamos del honroso título de ciudadanos españoles, sin más carga oficial que la que cada uno tiene a partir de cada amanecer, mientras que nuestros representantes se dedican a defender sus escaños, esos que a ellos les valen para poder seguir siendo alguien, dejando solo al pueblo.

Tristemente lo digo: el domingo ganó la mentira.

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