El IVA y el problema

El Gobierno debe dar pasos más allá de la política fiscal. El problema de fondo es la educación

El horror concluye y al ministro Méndez de Vigo, con su flema europeísta y su barba a lo Hemingway, le corresponde apadrinar la buena nueva: que el IVA cultural baja al fin de las infernales nubes rajoyanas del 21% y se coloca en un 10% -que aún así está por encima del que se aplica a algunos países europeos-. Queda fuera, eso sí, el cine, que por ser la industria pesada de lo cultural, y en muchas ocasiones más espectáculo que cultura, le toca penar a la espera de que el Gobierno ajuste las cuentas y pueda al fin meterle mano. Algunos lo leerán como castigo de los populares a un sector que siempre les ha dado quebraderos de cabeza y otros como una simple cuestión presupuestaria. Pero más allá de ello no queda sino felicitarse de que al fin, tras cuatro años en los que la cultura sufrió las injustas tijeras de una administración inflada y de pasado manirroto e irresponsable, las aguas vuelvan a un cauce sensato donde el hecho cultural goce de la protección que merece en cualquier sociedad que se pretenda crítica, democrática e ilustrada. La decisión podrá simbolizar incluso un punto de partida para la recuperación de la cultura española, en la que la crisis, y no hablo sólo de la económica sino también de la crisis de valores del capitalismo, ha hecho estragos hasta llevarla a uno de los puntos más bajos y faltos de dinamismo que se recuerdan, con los artistas demasiado acostumbrados al maná de la subvención y el público empequeñecido y cada vez menos dinámico. Bajar el IVA, ya digo, debe ayudar, pero no sólo eso es preciso. Porque si muchos actos literarios, artísticos o científicos gratuitos o muy baratos han estado vacíos o casi en estos años no ha sido por el impuesto sino por otras cuestiones. La falta de acierto en la programación puede ser una causa, pero yo diría que no van tanto por ahí los tiros sino por el desprestigio que lo cultural acumula en una sociedad demasiado pendiente de las tecnologías, más volcada en la forma que en el fondo. Volver a tiempos dinámicos que en otras décadas se vivieron no será fácil, y lo que parece claro es que el Gobierno debe dar pasos más allá de la política fiscal. El problema de fondo está en la educación, ni lo duden. La educación es el problema.

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