El lanzador de cuchillos

Isabel

Ya no es, para los suyos, una Aguirre de todo a cien: ahora es la esperanza blanca de la futura derecha reunificada

El nuevo icono político de la derecha desacomplejada es Isabel Díaz Ayuso. Tras el terremoto que supuso la inesperada entrada en escena de la presidenta madrileña en el vodevil murciano, las reacciones histéricas no se han hecho esperar. Para sus hagiógrafos neocón y los compañeros de partido que este verano se referían a ella como "esa chica de la que usted me habla", Ayuso irradia ahora un aire de solidez ideológica, de compromiso con la libertad política y económica, que la emparenta directamente con Margaret Thatcher. La receta del éxito, en este tiempo de política volátil, consistió en una mezcla de buenos resultados contra la pandemia -Bwin no daba un duro por ella-, la defensa a ultranza del propio modelo y la actitud cimarrona de una muchacha de la calle, con novio peluquero, que no dudó en echarse a la espalda la oposición a Sánchez, Illa y Simón el simpaticón. Ya no es, para los suyos, una Esperanza Aguirre de todo a cien, sin más que aportar que la gresca y el navajeo: ahora es la esperanza blanca de la futura derecha reunificada.

Es mujer y es joven y esas dos cualidades serían, por sí mismas, garantía de excelencia, si fuera de izquierdas. Pero es diestra y la socialdemocracia gabilonda, el comunismo coletero y sus voceros más conspicuos han salido en tromba a intentar romperle las encuestas a quien hasta hace tres cuartos de hora directamente ninguneaban. No lo van a hacer -ya lo estamos viendo- por la vía de la argumentación, de la réplica política, sino por otra más berlusconiana: la de la difamación personal. Inauguró la campaña, en los meses de plomo del confinamiento, el "eres tonta, inferior" que le dedicó Amparo Rubiales, presidenta del PSOE andaluz y feminista hemipléjica para quien la más mínima crítica a la gestión autonómica de Susana Díaz era susceptible de ser interpretada como un intolerable ataque machista. Siguió Óscar Puente, el agreste alcalde socialista de Fachadolid y después ya fue un carnaval en el que todo cristo -de El País a los comentaristas de Ferreras- se permitió poner en duda el equilibrio mental de Isabel Díaz Ayuso, para el rojerío -institucional, mediático y tuitero- simplemente IDA, es decir, la puta loca. La cuenta atrás del 4-M no ha hecho más que comenzar y Pablo Iglesias, el candidato sobrevenido, el macho que necesita la izquierda feminista para imponerse, con dos cojones, a las tías de la derecha, ya ha amenazado a Ayuso con la cárcel. Y eso que fueron contertulios en La Tuerka: casi sería mejor que sólo pensase que le falta un tornillo.

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