Juicio al supremacismo

Evidentemente en la era digital esta argucia es bastante pobre, por no decir ridícula

Por una vez, y sin que sirva de precedente, va a tener razón el defensa del Barcelona, Piqué, al decir que en este país nos iría mejor si atendiésemos más al juicio a los políticos presos y menos al fútbol. Claro que, de seguir esa senda, probablemente sus multimillonarias cuentas corrientes, sus campeonatos de póquer y sus ínfulas nacionalistas se vendrían abajo ante la falta de ingresos. Pero ser el futuro presidente de su equipo lo tiene obsesionado y ya no distingue entre declaraciones políticas y deportivas, como todo buen dirigente de ese club.

El comienzo del juicio a los golpistas catalanes está siendo de sumo interés para todos. Al haberse elegido el español como idioma vehicular, nadie podrá decir que no se ha enterado de tal o cual afirmación, y eso es un paso de transparencia básico. A partir de ahí, las defensas de cada uno están intentando demostrar que todo lo que vimos realmente no pasó, que nuestros sentidos estaban equivocados y que son ellos los que realmente nos van a decir la verdad. Evidentemente en la era digital esta argucia es bastante pobre, por no decir ridícula, pero teniendo en cuenta que llevan tantos años cambiando la historia, modificando los libros de texto y viviendo una realidad paralela, pensarán que pueden seguir usando las mismas artimañas. Es curioso ver en televisión a los Jordis subidos sobre el vehículo de la Guardia Civil, después de haberlo destrozado y desvalijado, saltando y arengando a las masas y, paralelamente, escuchar a Ada Colau y a Rufian decir que ellos no aprecian violencia alguna. Pero ese es el principio del supremacismo: "ustedes solo verán lo que les digamos que deben ver".

Menos mal que el Tribunal Supremo se anda con pocas contemplaciones ante estos intentos de engaño. La cara de pasmo que se les quedó a los testigos de la CUP, cuando les informaron de la obligatoriedad de que los testigos contesten a todas las preguntas de los abogados, fue interesante, pero la multa posterior de 2.500 euros a cada uno es lo más doloroso que podía ocurrirles, porque por muy revolucionarios que sean, la pela es la pela. Evidentemente aún tendremos que escuchar muchos más desmentidos, como que los CDR no existen, que Puigdemont no declaró la independencia o que los extremistas no rodearon las viviendas que albergaban a los cuerpos de seguridad. En conclusión, quedan días de nacional-supremacismo en estado puro.

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