La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Libros que curan manipulaciones

Ni leer ni viajar curan. En nuestro caso Sánchez hasta escribe libros (eso sí, con ayuditas)

Decía Pío Baroja que “el carlismo se cura leyendo y el nacionalismo, viajando”. Con el tiempo la frase evolucionó a “el fascismo se cura leyendo” y “la derecha se cura leyendo”. Con las mismas se podría decir que, pese a su pedigrí intelectual, también la actual izquierda española se cura leyendo y los independentismos, viajando. Desgraciadamente las cosas no son tan fáciles. Muchos fascistas y nazis no solo fueron grandes lectores, sino luminarias de la filosofía y la literatura, y las universidades y academias fueron en gran medida incubadoras del huevo de la serpiente. Baste nombrar a Heidegger en filosofía y a Celine en literatura. Y muchas de las variantes más letales del comunismo contaron entre sus entusiastas, no solo a gentes muy leídas, también a muchos de los mayores talentos del pensamiento y las letras. Como las dictaduras comunistas duraron y duran mucho más que las fascistas y nazis –¿qué son los años que van de 1922 y 1933 a 1945 en Italia y Alemania frente a los que van de 1917 a 1991 en Rusia?– los nombres en este caso son tantos que elijo solo a Sartre por batir el récord de defender a Stalin, Mao y Pol Pot.

Ni leer ni viajar curan. En nuestro caso Sánchez hasta escribe libros –eso sí, con ayuditas– y Puigdemont ha demostrado que viajar, e incluso residir en el extranjero, no cura el nacionalismo. En cambio –si no se trata de propagandistas camuflados de historiadores, que haberlos haylos– la manipulación de la memoria sí se cura leyendo historia. Es el caso de dos libros recientes que me permito recomendarles. Uno es El carácter es el destino (La Esfera de los Libros) de Carmen Iglesias, una antología de escritos de entre los que destaco Humanidades e historia, Sobre educación y cultura, Memoria histórica y guerra civil y Concordia y amistad civil. El otro es Fuego cruzado. La primavera de 1936 (Galaxia Gutenberg) de Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío. “Hemos huido –escriben– de las visiones deterministas y catastrofistas de la primavera de 1936 difundidas por el franquismo. Pero también nos hemos alejado de las visiones ideológicas de signo opuesto, tanto si proceden del mundo académico como sí han crecido a la sombra del oficialismo institucional… La instrumentación política del pasado constituye la antítesis de lo que debe ser el trabajo del historiador”. Las manipulaciones sí se curan leyendo.

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