Localismos de bajos vuelos

Como si una empresa renunciase a su cuenta de resultados por complacer a un presidente autonómico

M E comentó hace unas semanas un alcalde de la provincia que igual no deberíamos sorprendernos de que para próximas convocatorias electorales apareciera un partido de ámbito provincial a imitación de los que con tanto éxito han logrado en Castilla y León. No creo que sea factible un Costa del Sol existe, aunque quién sabe si el desprecio al tren conecta sensibilidades. De llegar el caso, a mi juicio sería más fecundo un Axarquía ya, porque el litoral oriental es el gran olvidado en la provincia por todas las administraciones, más allá de los 3 millones de euros de los fondos europeos para recuperar el antiguo tranvía de Vélez que acabó en Australia. Al fin y al cabo, Antonio Gámez Burgos ya fue un adelantado a su tiempo cuando creó en 1988 un moneda comarcal: el axarco. Si en aquel momento se hubiera fijado en el incipiente internet, igual aquella experiencia habría acabado en la primera criptomoneda mundial. Y todos ricos.

Tampoco hay que asustarte, Francisco de la Torre siempre estuvo por la autonomía uniprovincial en el caso de Málaga, aunque integró, como consejero de Hacienda y Turismo, el primer gobierno preautonómico. Pero cuatro décadas después, Andalucía continúa con sus taifas. Hace tiempo que en Sevilla se lamentan de que la Expo 92 les pasó luego factura y que llevan un atraso de un cuarto de siglo en inversiones estatales. La provincia malagueña habría recibido mil millones de euros más en números redondos que Sevilla, 5.606 millones frente a los 4.603 para el Guadalquivir, de 2008 a 2018, denunciaba en su momento una especie de lobby sevillano.

Los localismos nunca desaparecieron. Y ahora, además, resucitaran en los dos bandos al servicio de los intereses de partido. La Junta la preside un malagueño, Juanma Moreno, y se le supone que por vinculación sanguínea debe favorecer a su provincia. La lupa. El principal aspirante a derrotarle, Juan Espadas, ha sido alcalde de Sevilla antes que fraile. Un anatema para un votante malagueño de pura cepa. El estigma.

Ese nacionalismo andaluz de provincia siempre ha permanecido aletargado y al servicio del fácil consumidor. Pero no suponía que un posible vuelo a Dubai reverdeciera aquellos viejos tiempos. Que si el Gobierno de turno se ofrece a negociar el trayecto; que hay que pedirle a la Junta neutralidad en esta competición de dos provincias y un destino. Como si una empresa renunciase a su cuenta de resultados por complacer al presidente de un Ejecutivo autonómico. Como mucho, le enviarán unos dátiles. ¿Dónde residen los árabes en Andalucía? Menos mal que el puerto de Sevilla se antoja inapropiado para celebrar la Copa América de Vela, aunque navegar por el Guadalquivir requiera mucha pericia. Cuarenta y dos años de autonomía no son nada.

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