Granizaba y llegaban las primeras fotos desde Rincón de la Victoria con el verde alfombrado de blanco -Salgo a la conferencia. -A ver si te va a caer un rayo- me contestan. -Voy con paraguas.- ¡Por eso!- insisten. Con esta advertencia inicio el paseíllo hacía el chiquero cultural de la Malagueta. Ofician José Carlos Ruiz Sánchez como moderador y Bernat Castany Prado, pensador invitado a analizar La Filosofía del Miedo dentro del ciclo Vivir con Filosofía. Tres meritorios cuartos de entrada que puntúan como tromba en la desapacible tarde del martes 24 de enero.

Sintetizo: el miedo nos acompaña como una sombra de homínidos para acá. Estimula el aislamiento, las actitudes egoístas y a veces crueles. El canguele nos impide ser felices y evoluciona a lo largo de la historia en la que el pavor se sustituye y renueva. Hay temores religiosos, políticos, éticos, patológicos e irracionales. Sobrevolaron conceptos de Platón, Aristóteles, Epicuro, Horacio, Maquiavelo,Spinoza, Kant, Nietzsche, Max Aub… y todo el star system del desencuadernado libro de Filosofía de COU. Saltó a la palestra hasta Stephen King, maestro del terror y premio nobel de la popularidad. Las cabecitas del público asentían ante las explicaciones de los doctores del estrado. A mitad de la conferencia, con el auditorio en tenue luz, llegué a temer que se nos apareciera un Dementor, uno de esos seres terribles de los libros de Harry Potter. Los dementores se alimentan de la ruina y destrucción ajena aspirando como una Roomba toda paz, esperanza y alegría dada su destreza para fulminar sentimientos y recuerdos positivos. La nocturnidad tormentosa y el repicar de la lluvia ayudaba la puesta en escena para racionalizar los diversos espantos según el análisis de mentes privilegiadas. Filósofos ágiles con un lenguaje académico que eleva sus premisas a una categoría superior. Cognoscitivo, ontológico, ética, política y otros términos se amplificaban por megafonía con inmanencia total. Del miedo a la tecnología y los cambios, al miedo al otro y la ansiedad. El miedo y el odio que son primos hermanos. Sin empantanarse en asuntos psicológicos, ajenos a su ámbito de estudio, Bernat apuntó alguna solución como cierta "desconexión del presente" creí entender, no me haga mucho caso, tengo algo oxidada la epistemología. Aún así, salí rozagante y con cierto pánico a dar un traspié y partirme la crisma con las solerías resbalosas de Cenacheriland, no sería la primera vez.

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