Pasada de frenada

Los que es tudiamos la estadística, sabemos que hay métodos mucho más precisos para estimar el voto

Cuentan que un antiguo vendedor de coches, acostumbrado a engañar rebajando los cuentakilómetros por la noche a los vehículos que ofrecía, una vez se despistó y dejó uno en apenas un centenar de kilómetros. Pero lejos de quejarse de su error, quedó admirado y decidió recomprarselo, dado lo nuevo que lo volvía a encontrar. Evidentemente el autoengaño es una facultad innata a la escasez de creatividad y de innovación, pero sus efectos pueden ser devastadores. Sirvan de ejemplo los últimos resultados publicados por el CIS, donde las reacciones más habituales han viajado desde el sonrojo por el ridículo ajeno hasta la más pura incredulidad. El descrédito que ha caído sobre este organismo será difícil de resolver pero, para sus actuales dirigentes, esto no es un problema ya que, en el futuro, ellos no estarán allí.

Curiosamente la mayoría de los que estudiamos, analizamos y utilizamos la estadística de verdad, como en sus orígenes hacían los del CIS, sabemos que hay métodos mucho más precisos para conocer la estimación del voto. Basta con entrevistar en cada provincia a los votantes de la mesa electoral cuyas proporciones se asemejaron más al resultado final obtenido en las últimas elecciones. Ello nos da una mayor confianza y, sobre todo, un menor coste de realización, al concentrar el lugar de análisis. Pero la pregunta que surge es: ¿realmente se quiere saber el posible resultado de las elecciones o se desea manipular a la población con menos conocimientos? Porque hay una enorme diferencia entre los que prefieren elegir a los que usan el método científico en sus trabajos y los que optan por que les interpreten la bola de cristal y los posos del café.

Sin duda el culmen del despropósito ha llegado cuando el propio presidente del CIS ha dudado de los resultados al día siguiente de presentarlos. Es lo que tiene la pasada de frenada, que hasta tus correligionarios se echan a reír al escucharte. Pero el daño provocado indirectamente a esta institución y a su personal, que parecía estudiar con cierta seriedad los datos, y directamente a la confianza de los ciudadanos en la Estadística, es enorme. Para alguien como Tezanos, que se dedicaba a la política y a la sociología, probablemente no le importe demasiado este engañabobos, pero para los que investigamos en las ciencias matemáticas es un asunto demasiado serio y merecería algo más de respeto por su parte.

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