
Años inolvidables
Ángel Valencia
Política alicorta
Quousque tandem
España está aturdida. La pandemia nos ha golpeado sin piedad y, como los boxeadores duramente castigados, nos hemos refugiado en las cuerdas aguantando los golpes y esperando el tintineo salvador de la campana. Y ha ocurrido en el peor momento en decenios. Con un gobierno débil, sostenido por una mayoría parlamentaria voluble y dependiente del continuo chantaje de los nacionalistas y una oposición dividida y enfrentada por la hegemonía entre su electorado. Sin mayoría sólida de gobierno y sin recambio posible a la vista.
El objetivo común ha de ser reactivar la economía. No hay otra opción. Sin riqueza no habrá recursos para ayudar a los millones de damnificados y recuperar la normalidad. De nada servirán las promesas del gobierno si no se acompañan de un presupuesto que ni está, ni se le espera, ni se ha sentado siquiera a negociar. Porque le guste o no al señor Sánchez, aquí no valen las adhesiones inquebrantables sino el consenso y la cesión para alcanzar el apoyo de una mayoría fuerte por el bien del país. Recurrir a los mantras populistas de que van a pagar los ricos y que el estado no va a fallar es engañar a la ciudadanía con frases pomposas. Un fraude político insostenible y una argucia paticorta.
La gestión de la pandemia ha sido pésima. Ahí están, lamentablemente, los resultados. Sin capacidad real de endeudamiento y sin plan económico, las soluciones inmediatas sólo son parches de urgencia. Los impuestos van a subir y lo harán todos y pronto. Y el IVA lo pagarán los ricos y quienes sobrevivan gracias a las ayudas sociales. Con un gobierno ineficiente, entregado a la propaganda y centrado únicamente en el gasto, van a peligrar hasta las sacrosantas pensiones. Pedir a Europa dinero como quien lo mendiga a un pariente rico no es de recibo para la cuarta economía de la UE. Tan poco crédito tiene este gobierno que la candidatura de la señora Calviño a presidir el Eurogrupo ha caído ante la insolvencia de quienes nos dirigen. Necesitamos un programa económico creíble, solvente y duradero que permita superar la crisis y evite convertirnos en una economía subsidiada sine die. Hay que centrarse en la gestión eficiente de unos recursos que son limitados y reducir el gasto público innecesario o prescindible. El gobierno pide solidaridad pero obvia que el dinero público no existe. Es dinero de los contribuyentes, fruto de su esfuerzo. Parecen no entenderlo y lo pagaremos caro.
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