Réquiem por la libertad

Hoy cabe recordar a ilustres socialistas como Tomás y Valiente, asesinado por la banda terrorista ETA

Hoy las víctimas de la violencia terrorista etarra vuelven a recordar con dolor el enorme precio que tuvieron que pagar por nuestra incipiente democracia. Han sido años de ausencias no elegidas y de duelos inconsolables que ahora se quieren sellar sin arrepentimiento alguno. Triste final para tanto descanso eterno, a cambio de un poder efímero sin visos de continuidad. Pero la política española se ha convertido en un sempiterno trágala, cuyos impredecibles resultados preocupan a propios y extraños y que requieren cada día de mayores retorcimientos constitucionales. ¿Vale la pena tensar tanto la democracia a cambio de unos momentos de gloria?

Hoy las calles del País Vasco vuelven a estar uniformadas de camisetas negras e indumentarias radicales, que vigilan a los ciudadanos desde cada esquina o rincón. Sin ir más lejos, el pasado lunes en pleno centro de San Sebastián, un grupo de abertzales protegía a un individuo que, sobre la fachada de un restaurante abierto, realizaba una pintada culpando a Europa de los asesinatos de Hamas. Los ciudadanos contemplaban atónitos como nuevamente la violencia política regresa a las calles y los derechos vuelven a ser pisoteados. Y todo ello ante la dura perspectiva de que estos totalitarios asuman próximamente el poder, bajo la aquiescencia de un mandatario que los tiene como socios prioritarios, y al que le exigirán convincentemente su corresponsabilidad en Navarra y en Euskadi.

Hoy cabe recordar a ilustres socialistas como Tomás y Valiente, que fue asesinado en su propio despacho de la universidad por la banda terrorista ETA, y a cuyos familiares hoy nadie en su partido mirará a la cara, justificándolo como otro fallecimiento ocasional. No es más que una de las más de 800 víctimas de una época de terror que hoy se pretende borrar, pero que resurge tanto en la violencia callejera de ultraizquierda como en el apoyo internacional, desde un gobierno atomizado, a invasores o terroristas.

La reiterada ausencia de España en las reuniones de países aliados es una muestra de desconfianza muy grave y pone a nuestro país en una posición de debilidad, que las demás naciones saben claramente interpretar. Y dar la más mínima parcela de poder a los violentos es un riesgo inasumible porque, como bien decía Asimov: “Nos acostumbramos a la violencia y esto no es bueno para nuestra sociedad. Una población insensible es una población peligrosa”.

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