José Asenjo

No es un cuento de Navidad

Postales desde el filo

En un diálogo de la serie The White Lotus, un joven delincuente británico conversa con una chica estadounidense -a la que ha seducido con fines mafiosos- ante la expresión pesimista de ésta, de que el mundo está de pena, le responde: "qué tiene de malo, tenemos suerte vivimos en la mejor época de la historia de la humanidad y el mejor planeta, si no sientes satisfacción de vivir ahora, entonces, nunca la vas a sentir". Aunque tendamos al pesimismo de la chica, objetivamente es más cierto lo que afirma el guapo canalla de la serie. A pesar de que la guerra de Putin haya puesto fin a setenta años de paz en Europa, donde durante siglos nos hemos estado matando recurrentemente en guerras cruentas y masacres inimaginables. O que el desarrollo y la prosperidad alcanzado se vieran frenados por la gran recesión, la pandemia y la nueva crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania. El ascenso de los populismos, las tragedias migratorias, los fenómenos naturales, etc. parecen desmentir el panglosianismo del joven delincuente. Pero, por otra parte, desde la década de los cincuenta, se han sucedido una cascada de revoluciones de los derechos, manifestación del desarrollo moral de la humanidad: derechos civiles, de la mujer, de los homosexuales, de los niños, de los animales etc. Aunque los populismos hayan excitado la nostalgia por un pasado que nunca existió, la realidad objetiva es que, comparada con cualquiera otra etapa, hay razones para creer que la actual es, con todos sus miedos e incertidumbres, la mejor que la humanidad haya conocido. Ante la generalizada opinión de que el mundo está de pena, el progreso científico y humano permite pensar que, igual que doblegamos al virus, podemos también enfrentarnos a las amenazas que se ciernen sobre nosotros.

En nuestro país, según los medios y el vocerío parlamentario, vivimos en una situación de golpe de estado permanente. Pero por debajo de tanta hipérbole negativa, lo cierto es que superamos la pandemia, logrando evitar sus previsibles y catastróficas consecuencias para la economía y para las personas. Los oscuros presagios económicos no se han cumplido, el empleo ha crecido más de lo que lo había hecho históricamente en situaciones menos adversas, se han tomado medidas para frenar el precio de la energía y ayudar a las familias. Se han aprobado leyes que amplían nuestros derechos y libertades, etc. Y no es un cuento de Navidad.

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