Un debate necesario

Una de las grandes preguntas que se hace el alcalde de Estepona sobre el futuro de su municipio es: "Crecer para qué"

El alcalde de Estepona no es un político al uso. Aunque ya haya incurrido en uno de los errores más comunes. Incumplir la promesa de que sólo permanecería dos mandatos en el cargo. Ahora, con la excusa de que se lo exige el partido, se presenta a un tercero que es más que posible revalide.

Un caso similar al de otro alcalde del PP cuya buena gestión también está fuera de toda duda, para frustración de los grupos que pretenden desbancarle. Me refiero al de Antequera, Manuel Barón, que también ha dado marcha atrás a un compromiso similar que, como en el caso anterior, nadie le había exigido. Hace ahora una semana tuve la oportunidad de que escuchar la intervención de José María García Urbano, en el prólogo de unas jornadas en Estepona sobre periodismo, a las que me invitaron. Se puede compartir o disentir de sus criterios, pero desde luego los expone con una claridad desacostumbrada. Una de las ideas que más repite es la de calificar de "placebo" la declaración de bienes que se obliga a muchos representantes políticos (es cierto que no se sentiría cómodo si protagonizase ese desnudo) y mantiene que hay que imponer por ley la responsabilidad personal directa patrimonial a los gestores públicos para acabar con los desmanes. Y no se refiere a los actos ilícitos sino a la toma de decisiones equivocadas que supongan un quebranto económico para los administrados. Si eso fuera así, dónde estaría a estas alturas el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, con el frustrado proyecto millonario del museo de las gemas en Tabacalera. Claro que siempre me podrá contrarrestar que gracias al estrépito fracaso surgió años más tare el Polo Digital en ese inmueble.

La otra gran pregunta que se formula García Urbano es: "¿crecer, para qué?". Defiende que carece de sentido llenar de viviendas los 23 kilómetros de litoral del término municipal y aboga por limitar la densidad para que las nuevas residencias sólo estén al alcance de millonarios. A su favor esgrime argumentos de sostenibilidad y medioambientales que no se pueden refutar. Málaga soporta un déficit hídrico crónico que no mejorará con una avalancha de residentes. Y el paisaje perderá el atractivo que aún conserva si se sustituye por una hilera de edificios de cemento. Pero el discurso puede tacharse de elitista e incluso utópico. Cuando una zona genera riqueza se convierte en un polo de atracción que atrae a ciudadanos que ven la oportunidad de progresar. Así nacen las grandes ciudades y tarde o temprano la Costa del Sol será una gran conurbación urbana con varios millones de habitantes. Difícil ponerle puertas al campo. De hecho, Estepona lidera el resurgir del ladrillo con 3.500 pisos en construcción. Pero sí estamos ante un debate valiente que me temo a casi nadie interesa.

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